20 de marzo de 1809- Poltava (actual Ucrania) Docente de Historia- Escritor |
Diario de un loco
12 de noviembre
Al día siguiente
salí a las dos, con la firme intención de ver a Fidele y de interrogarla. El
olor a repollo que sale de todas las tiendas de la calle Meschanskaia me pone
enfermo, y además, las alcantarillas de las casas tienen un olor tal, que no
tuve más remedio que taparme la nariz con el pañuelo y echar a correr. Aquí es
imposible pasear, pues toda esa gente que trabaja en oficios llena la calle de
humo y hollín.
Al tocar la
campanilla, vino a abrirme una joven bastante mona, con la cara salpicada de
pecas; era la misma que acompañaba a la anciana. Se ruborizó un poco al verme,
y yo comprendí en seguida que ansiaba tener novio.
-¿Qué desea? -me
preguntó.
-Necesito hablar
con su perrita -le respondí. La joven era tonta y yo lo noté en seguida.
Mientras tanto, la perrita se precipitó ladrando; yo quise cogerla, pero la muy
bribona por poco me muerde la nariz. Pero yo ya había visto su nido o camita, y
era justamente lo que buscaba. Me acerqué a él y revolví la paja que había en
un cajón; con sumo placer vi un paquete con pequeños papelitos. Esa maldita, al
ver lo que hacía, me mordió primero en la pantorrilla, y después, al darse
cuenta de que yo cogía los papeles, empezó a ladrar con ademán de acariciarme;
pero yo le dije: "No, guapa; no hay nada que hacer". Me parece que la
joven debió de tomarme por un loco, pues se asustó terriblemente. Al llegar a
casa quise ponerme en seguida a descifrar esos papeles, porque no veo muy bien
a la luz de las velas. Pero a Marva se le ocurrió fregar el suelo. Estas
estúpidas finlandesas siempre son de lo más inoportunas. Así es que no me quedó
otro remedio que el de ponerme a pasear reflexionando sobre lo ocurrido. Ahora,
por fin, iba a enterarme de todo; las cartas me lo revelarían todo. Los perros
son muy inteligentes y no ignoran todas las relaciones íntimas; por eso
seguramente en ellas hallaré la descripción del marido y de sus asuntos. De
seguro que encontraré allí algo referente a ella... ¡No, más vale callarse! Al
atardecer llegué a casa y estuve la mayor parte del tiempo acostado en la cama.
13 de noviembre
Bueno; vamos a ver.
La carta parece bastante clara; sin embargo, la letra pone en evidencia al
perro.
Leamos:
"Querida
Fidele: Aún no puedo acostumbrarme a un nombre tan mezquino como el tuyo. ¡Como
si no hubieran podido ponerte otro mejor! Fidele, Rosa, todos esos nombres son
de un cursi subido. Pero dejemos esto a un lado. Estoy muy contento de que se
nos haya ocurrido entrar en correspondencia..."
La carta estaba
redactada muy correctamente en cuanto a la puntuación y ortografía. Ni nuestro
jefe de sección sería capaz de hacer otro tanto, aunque asegura haber estado
estudiando en una universidad. Veamos más adelante:
"Me parece que
uno de los mayores placeres en el mundo está en cambiar pensamientos,
impresiones y sentimientos con los demás..."
¡Bueno! Éste es un
pensamiento cogido de una obra traducida del alemán y cuyo título no recuerdo
ahora.
"Lo digo por
experiencia, aunque no haya corrido mucho mundo, pues no he pasado la verja de
nuestra casa. Pero ¿acaso mi vida no transcurre felizmente? Mi señorita Sofía,
así la llama papá, me quiere con locura..."
¡No está mal! ¡No
está mal! ¡Pero callémonos!...
"Papá también
me acaricia a menudo. Además me dan café con nata. ¡Ah, ma chère! He de decirte
que no encuentro nada en los grandes huesos, bien pelados, que come Polkan en
la cocina. Los huesos sólo son buenos cuando provienen de alguna cacería y a
condición de que no hayan chupado ya el tuétano. También está muy bien mezclar
algunas salsas, pero sin verduras ni especias. Pero no hay cosa peor que esa
costumbre que tiene la gente de dar a los perros migas de pan hechas bolitas.
Siempre, durante las comidas, algún señor empieza a triturar las migas de pan
con sus manos, que Dios sabe qué porquerías habrán tocado antes, y te llama
después para meterte entre los dientes esa dichosa bolita. Rechazarlo
resultaría descortés; así es que no tienes más remedio que comértela a pesar
del asco que te infunde..."
¡Voto a mil diablos,
qué tontería! ¡Como si no hubiera nada mejor sobre qué escribir! Veamos si en
la otra carilla hay algo más interesante.
"Me place
mucho informarte de todo cuanto ocurre en nuestra casa. Creo que ya te hablé
del señor más importante de la casa, al cual Sofía llama papá. Es un hombre muy
raro..."
¡Ah, por fin! Ya
sabía yo que los perros tienen opiniones políticas sobre todas las cosas.
Veamos lo que dice sobre papá...
"...Un hombre
muy raro. Permanece la mayoría del tiempo callado. Rara vez habla; pero la
semana pasada hablaba sin cesar consigo mismo. No hacía más que preguntarse:
'¿Lo recibiré o no?' Cogía un papel en una mano, mientras la otra permanecía
vacía, y volvía a repetir: '¿Lo recibiré o no?' Una vez hasta se dirigió a mí
con la siguiente pregunta: 'Tú qué crees, Medji, ¿lo recibiré o no?' Yo no pude
comprender lo que quería decirme con eso; sólo olfateé su zapato y me fui. Una
semana después, ma chère, papá estaba loco de alegría. Toda la mañana recibió
visitas de unos señores vestidos de uniforme que lo felicitaron por algo.
Durante la comida estuvo tan alegre como nunca le viera; no paraba de contar
chistes. Después de comer, me levantó en sus brazos y me acercó a su cuello,
diciéndome: '¡Mira, Medji, lo que llevo!' Yo vi sólo una cinta, la olfateé,
pero no hallé en ella ni el menor aroma; finalmente, la lamí con cuidado,
estaba algo salada."
¡Bueno! Me parece
que este perro es un poco demasiado atrevido. Haría falta darle una buena
paliza. ¡Así, pues, nuestro hombre es ambicioso! Habrá que tenerlo en cuenta.
"Adiós, ma
chère. Me marcho corriendo... Mañana acabaré la carta.
"¡Hola, otra
vez estoy contigo! Hoy, con Sofía, mi señorita..."
¡Ah, veamos lo que
pasa con Sofía! ¡Es una canallada! Bueno, no importa, no importa; vamos a
continuar...
"...Sofía, mi
señorita, estuvo todo el día sumamente agitada. Se preparaba a asistir a un
baile, y yo me alegré, pues aprovecharía su ausencia para escribirte. Mi Sofía
está siempre muy contenta cuando va a un baile, aunque mientras se arregla
siempre está enfadada. No logro comprender, ma chère, el placer que encuentra
la gente yendo a un baile. Sofía vuelve a casa a las seis de la mañana. Y
siempre veo, por su aspecto cansado y su cara pálida, que a la pobrecilla no le
han dado de comer. Confieso que jamás podría vivir de este modo. Si no me
dieran perdices con salsa o alas de pollo fritas, no sé lo que sería de mí.
También es muy bueno un poco de salsa con kacha. Pero las zanahorias, las
alcachofas y los nabos nunca serán buenos..."
Tiene un estilo irregular.
En seguida se ve que esta carta no ha sido escrita por una persona. Empieza
bien, pero acaba de cualquier forma. Veamos otra carta; parece demasiado larga;
además, no lleva ni fecha.
"¡Ay, querida
mía! Cómo siente una la proximidad de la primavera. Mi corazón palpita como si
aguardara algo. Me zumban los oídos. Así es que a menudo tengo que levantar la
pata y me apoyo y acerco a una puerta para escuchar. He de decirte que tengo
muchos admiradores. A menudo los contemplo sentada en la ventana. ¡Ay, si
supieras qué feos son algunos! Uno de ellos es de lo más vulgar, es un perro
callejero de lo más estúpido y creído; camina por la calle dándose aires de
importancia. Y cree que todos han de mirarle. Pero ¡qué va, yo ni siquiera me
he fijado en él! También un dogo, de aspecto terrible, suele pararse ante mi
ventana. Si se levantara sobre las patas traseras, lo que de seguro el muy
tonto no sabrá hacer, le llevaría la cabeza al papá de Sofía, no obstante ser
éste un hombre bastante alto y corpulento. Debe de ser de lo más insolente. Yo
gruñí un poco en dirección suya; pero él, como si nada. Podría haberme hecho un
guiño, pero es un bruto, no tiene modales. Se está mirando mi ventana, con sus
orejas largas y su lengua al aire. ¿Y crees acaso que mi corazón permanece
insensible a todas estas ofertas? No, te equivocas, ma chère... ¡Si hubieras
visto a uno de mis admiradores, llamado Trésor, cuando salta la verja de la
casa vecina!... ¡Ay ma chère, qué carita tiene!"
¡Bah! ¡Qué asco!
¡Qué demonios! ¿Cómo es posible llenar las páginas con semejantes tonterías? Ya
no quiero saber nada de perros; quiero a una persona. Sí, eso es, una persona
para que pueda enriquecer el caudal de mi alma..., y en vez de ello, ¡qué es lo
que encuentro! ¡Tonterías, sólo tonterías! Demos la vuelta a la página, a ver
si hay algo mejor.
"Sofía estaba
sentada junto a una mesita cosiendo; yo miraba por la ventana a los paseantes,
pues me gusta mucho observarlos, cuando entró el lacayo y anunció:
"-El señor
Teplov.
"-Que pase
-exclamó Sofía, y se abalanzó sobre mí para besarme-. ¡Ay, Medji! ¡Si supieras
quién es! Es un gentilhombre de la Cámara, moreno, con ojos negros y brillantes
como el fuego.
"Sofía se
marchó corriendo a su habitación. Un minuto después entraba el joven
gentilhombre de la Cámara, que gastaba patillas. Se acercó al espejo y se atusó
el cabello, luego inspeccionó la habitación. Yo dejé oír un gruñido y me senté
en mi sitio. Sofía no tardó en venir y respondió alegremente a su saludo, y yo,
como si no reparase en nada, continuaba mirando por la ventana, no obstante
haber inclinado la cabeza en dirección a ellos para oír lo que decían. ¡Ay ma
chère! ¡De qué tonterías hablaban! Hablaban de una señora que durante el baile
se equivocó e hizo una figura en vez de otra; de un tal Bobov, que llevaba
charretera y se parecía mucho a una cigüeña, y que por poco se cae. También
contaron que una tal Lidina se imaginaba tener los ojos azules, cuando en
realidad los tenía verdes, y otras tonterías por el estilo. '¡Qué diferencia
tan grande hay entre el gentilhombre y Trésor!', pensé para mí. Ante todo, el
gentilhombre tiene una cara ancha y completamente plana, con unas patillas
alrededor, como si se las hubiera atado con un pañuelo negro. Trésor, sin
embargo, tiene una carita fina y en la frente una pequeña calva blanca. ¡En
cuanto al talle de Trésor, ni se le puede comparar con el de Teplov! ¡Y no
hablemos ya de los ojos y de los modales! ¡Jesús, qué diferencia! ¡No sé, ma
chère, lo que ha podido encontrar en su Teplov y por qué se muestra tan
entusiasmada!..."
A mí también me
parece eso un poco extraño. No puede ser que Teplov la haya seducido hasta tal
punto. Veamos más adelante.
"Me parece
que, si le gusta este gentilhombre, le ha de gustar también ese funcionario que
está en el despacho de papá. ¡Ay ma chère, si vieras qué feo es! Se parece a
una tortuga vestida con un saco...
"¿Quién será
este funcionario?... Tiene un apellido rarísimo. Siempre está sentado sacando
punta a las plumas. Su pelo es como el heno y papá lo manda siempre en lugar
del criado..."
Me parece que esta
perra maldita hace alusiones sobre mí. ¡Pero qué voy a tener yo el pelo como el
heno!
"Sofía no
puede menos que reírse cada vez que lo ve..."
¡Mientes, perra
maldita! ¡Se habrá visto qué lengua de víbora! ¡Como si yo no supiera que todo
ello es pura envidia! Acaso se figura que ignoro que son cosas del jefe de
sección. Ya sé que me tiene un odio feroz y que hace cuanto está en sus manos
para fastidiarme. Pero voy a mirar otra carta. Puede que encuentre allí la
clave de todo.
"Mi querida
Fidele, perdóname por no haberte escrito en tanto tiempo, pero es que estaba
completamente hechizada. Ha dicho un escritor que el amor es una segunda vida,
y esto es muy exacto. Además, en casa han sucedido grandes cambios. El
gentilhombre viene ahora todos los días, y Sofía está perdidamente enamorada de
él. Papá está muy contento. Hasta le oí decir a Gregorio, que es el que nos
barre el suelo y que casi siempre habla consigo mismo solo, que pronto habrá
boda, porque papá quiere casar a Sofía, o con un general, o con un gentilhombre
de Cámara, o con un coronel..."
¡Qué diablos! No
puedo seguir leyendo... Todo lo mejor ha de ser siempre, o para un gentilhombre
de Cámara o para un general. ¡Parece que has encontrado un pobre tesoro y crees
que podrás conseguirlo, pero te lo arrebata un general o un gentilhombre de
Cámara! ¡Qué demonios! Quisiera ser general, no para obtener su mano y las
demás cosas, sino para ver con qué consideración iban a tratarme y cuántos
miramientos me dedicarían. Después podría decirles en pleno rostro que me
importaban un bledo.
¡Demonios, qué
pena! Rompí en mil pedazos las cartas de la estúpida perra.
Fragmento
De: CiudadSeVa.com
El príncipe Obolenski comenta:
"Gogol era maestro consumado en el arte de leer. Cada palabra era clara, y
variando a menudo la entonación de sus frases, rompía la monotonía y obligaba
al lector a captar los matices más delicados de su pensamiento. Recuerdo como
comenzaba con voz sorda y algo sepulcral: '¿Por qué mostrar la pobreza y nada
más que la pobreza?... He aquí que nos encontramos de nuevo en un rincón
perdido, que hemos venido a parar a una aldea olvidada'. Luego de estas
palabras Gogol baja la cabeza, echa hacia atrás sus cabellos y continúa con una
voz fuerte y solemne: 'Pero qué rincón, qué aldea!', luego de lo cual emprende
la magnífica descripción del pueblo de Tentenicov y, a través de la lectura de
Gogol, teníamos la impresión de que la
había escrito según un metro regular... Yo estaba enormemente impresionado
por la armonía extraordinaria del discurso. Comprendí entonces que Gogol había
utilizado admirablemente los nombres locales de las hierbas y de las flores,
nombres que el recogía muy cuidadosamente. En
él la inserción de una palabra sonora no tenía a veces otro fin que una cierta
armonía". I.I. Panaev describe así su manera de leer: "Gogol leía
de una manera inimitable. Se tiene a Ostrovski y Pisemski como los mejores
recitadores de sus obras entre los escritores contemporáneos. Ostrovski lee sin
ningún efecto dramático, con la mayor simplicidad, pero otorga un matiz
apropiado a cada personaje; Pisemski lee como un actor, representa su pieza
cuando lee... La lectura de Gogol participa de los dos estilos. Leía de una
manera más dramática que Ostrovski y con muchísima mayor simplicidad que
Pisemski". Hasta un dictado hecho por Gogol se volvía una especie de
declamación. P.V. Annenkov nos cuenta : Nicolai Vasilievich ponía el cuaderno
delante suyo y se absorbía en él enteramente; comenzaba a dictar siguiendo un
ritmo y con solemnidad; ponía en ello tanto sentimiento y expresividad que los
capítulos del primer volumen de Las
almas muertas tomaron un
color particular en mi memoria. Era como una inspiración tranquila de curso
regular, una inspiración nacida de una meditación profunda. Nicolai Vasilievich
esperaba pacientemente que yo hubiera escrito la última palabra y comenzaba
entonces un nuevo período con la misma voz rica en pensamientos y en recogimiento.
En el pasaje del jardín de Pluchkin, el "pathos" de su dictado
alcanzó un punto de elevación hasta entonces no igualado, pero conservando
siempre su simplicidad; hasta dejó su sillón acompañando
el dictado con gestos altaneros e imperiosos".
B. Eichenbaum
De: http://10millibrosparadescargar.com/bibliotecavirtual
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