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20 de marzo de 1770- Alemania |
El Laurel
¡No, no me
resignaré! Avanzar siempre
como un niño, como
un prisionero, a pequeños pasos medidos por anticipado,
día tras día. ¡No,
nunca me resignaré!
¿Tal es el destino
del hombre? ¿Mi destino? ¡No!
Al laurel aspiro.
No me tienta el reposo,
mas el peligro
suscita las fuerzas del hombre
y el dolor hincha
el pecho de los jóvenes.
¿Qué soy para ti,
qué soy yo, patria mía?
Un débil, un
enfermo a quien su madre
con una tonada
triste, desesperada,
acuna entre sus
pacientes brazos.
Nunca busqué consuelo
en el fondo de brillantes copas
ni en la mirada de
una sonriente coqueta.
¿Debe abatirme para
siempre una pena
o matarme un
furioso deseo?
¿De qué sirve el
cordial apretón de manos
y la dulce acogida
del alma en primavera?
¿Para qué la sombre
de los robles,
la viña en flor, el
aroma del tilo?
Juro, por la
antigua Mana, no beber jamás
del cáliz del gozo,
no obstante su seductor destello,
hasta el día en que
haga una obra de hombre
y conquiste
entonces mi primer laurel.
¡Grave promesa! que
a mis ojos llena de lágrimas.
¡Feliz seré, de
mantenerla! Pues así,
criaturas de
alborozo, también a mí me oiréis gritar de gozo.
Y entonces, oh
Naturaleza, de tu sonrisa haré mi júbilo.
De: http://poesiaholderlin.blogspot.com/
A LAS PARCAS
Dadme un estío más,
oh poderosas,
y un otoño, que
avive mis canciones,
y así, mi corazón,
del dulce juego
saciado, morirá
gustosamente.
El alma, que en el
mundo vuestra ley
divina no gozó,
pene en el Orco;
mas si la gracia
que ambiciono logra
mi corazón, si
vives, poesía,
¡sé bien venido,
mundo de las sombras!
Feliz estoy, así no
me acompañen
los sones de mi
lira, pues por fin
como los dioses
vivo, y más no anhelo.
Versión de Otto de
Greiff
GRECIA
Tanto vale el
hombre y tanto vale el esplendor de la vida,
Los hombres a
menudo son amos de la naturaleza,
Para ellos la
tierra hermosa no está escondida,
Sino que con
dulzura se desnuda mañana y tarde.
Los campos abiertos
son como los días de la siega,
Alrededor se
extiende espiritual la vieja Leyenda,
Una vida nueva
vuelve siempre a nuestra humanidad,
Y el año se inclina
aún una vez silenciosamente.
Versión de Vicente
Huidobro
Séptima estrofa de
la elegía Pan y Vino
Pero ¡amigo!
venimos demasiado tarde.
En verdad viven los
dioses
pero sobre nuestra
cabeza, arriba en otro mundo
trabajan
eternamente y parecen preocuparse poco
de si vivimos.
Tanto se cuidan los celestes de no herirnos.
Pues nunca pudiera
contenerlos una débil vasija,
sólo a veces
soporta el hombre la plenitud divina.
La vida es un sueño
de ellos.
Pero el error nos
ayuda como un adormecimiento.
Y nos hace fuertes
la necesidad y la noche.
Hasta que los
héroes crecidos en cuna de bronce,
como en otros tiempos
sus corazones son parecidos en fuerza a los celestes.
Ellos vienen entre
truenos.
Me parece a veces
mejor dormir, que estar sin compañero
Al esperar así, qué
hacer o decir que no lo sé.
Y ¿para qué poetas
en tiempos aciagos?
Pero son, dices tú,
como los sacerdotes sagrados del Dios del vino,
que erraban de
tierra en tierra, en la noche sagrada.
De: http://naranjoparis.com
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