HUMANIDAD
La humanidad antes de colocar artefactos explosivos,
Un redoble de tambor, frente guerreros oscuros,
Comenzó por la bruma de sangre, los anillos de hierro negro,
La desesperación, la noche triste en el cerebro:
Aquí la víspera de la sombra, y el dinero de roja caza.
Las nubes, los saltos de luz a través del sacramento.
Vive en el pan y el vino un silencio suave
Y los que están reunidos en número de doce
Por la noche duermen en el santuario bajo las ramas del
olivo;
Santo Tomás mete la mano en Wundenmal.
Traducción de Rodolfo Modern
Revelación y caída
Extraños son los nocturnos
senderos del hombre. Cuando
deambulaba de noche junto a
pétreos aposentos y ardía en cada uno de
ellos una quieta lucecilla, un
candelabro de cobre, y cuando caí helado en
el lecho, se encontraba de nuevo
a mi cabecera la negra sombra de la
forastera y en silencio hundí el
rostro en las lentas manos. También en la
ventana había florecido azul el
jacinto y sobre los labios purpúreos del que
respiraba se posó la vieja
oración, cayeron de los párpados lágrimas
cristalinas, vertidas por el
amargo mundo. En esta hora a la muerte de mi
padre, era yo el hijo blanco. Con
chubascos azules vino de la colina el
viento nocturno, la oscura queja
de la madre, muriendo de nuevo y vi el
negro infierno en mi corazón;
minutos de brillante calma. En silencio
surgió de un muro calizo un
rostro inefable- un adolescente moribundo- la
belleza de una estirpe que
regresa al hogar. Blanca como la luna, el frescor
de la piedra envolvió la
vigilante sien, fueron extinguiéndose los pasos de
las sobras sobre los peldaños
ruinosos, una sonrosada ronda en el
jardincillo.
Me hallaba silencioso en una
taberna abandonada bajo las
ahumadas vigas y solitario junto
al vino, un cadáver resplandeciente
inclinado sobre algo oscuro, y
yacía un cordero muerto a mis pies. Desde
un corrompido azul surgió la
pálida efigie de la hermana y habló así su
boca sangrante: hiere, negra
espina. Ay aún suenan en mí los brazos
argénteos de salvajes
tempestades. Fluya la sangre de los pies lunares, que
florecen sobre sendas nocturnas,
mientras la rata chillando se desliza
rápidamente sobre ellas.
Centellead, estrellas, bajo mis cejas arqueadas;
mientras voltea leve el corazón en
la noche. Irrumpió una roja sombra con
llameante espada en la casa, huyó con
nívea frente. Oh muerte amarga.
Y habló una voz tenebrosa desde
mí mismo: a mi caballo negro
rompí la nuca en el bosque
nocturno, cuando la locura brotó de sus ojos
purpúreos; las sombras de los
olmos cayeron sobre mí, la risa azul del
manantial y la negra frescura de
la noche, mientras yo, un cazador
desenfrenado, perseguía una presa
de nieve; en pétreo infierno se abismó
mi rostro.
Y brillando cayó una gota de
sangre en el vino del solitario; y
cuando bebí de él, tenía un gusto
más amargo que la amapola; y una nube
negruzca envolvía mi cabeza, las
lagrimas cristalinas de ángeles
condenados; y silenciosamente
manaba de la herida plateada de la
hermana la sangre y cayó una
ardiente lluvia sobre mí.
Caminaré al borde del bosque, un
silencioso, a quien el velludo sol
de le cayó desde manos
enmudecidas; un extraño en la colina de la tarde
llorando que alza los párpados
sobre la ciudad de piedra; un venado,
inmóvil en la paz del viejo
sauco; oh, sin descanso escucha la cabeza que
las sombras invaden, o bien
siguen los pasos vacilantes de la nube azul en
la colina, también graves
estrellas. A un lado la silenciosa compañía de los
verdes sembrados, tímido los
escolta el ciervo sobre los senderos
musgosos del bosque. Han
enmudecido las chozas de los aldeanos y
atemoriza en la negra clama del
viento la queja azul del torrente.
Pero cuando bajaba el rocoso
sendero, me acometió la locura y
grité fuerte en la noche; y
cuando dedos argénteos me incliné sobre las
calladas aguas, ví que mi rostro
me había abandonado. Y la blanca voz me
dijo ¡mátate! Gimiendo se irguió
dentro de mí la sombra de un niño y me
miró radiante desde sus ojos
cristalinos, de modo que me desplomé
llorando debajo de los árboles,
de la majestuosa bóveda estrellada.
Peregrinaje sin sosiego a través
de las rocas salvajes lejos del
caserío del atardecer, de los
rebaños que regresan; a lo lejos apacenta el
sol poniente sobre un prado
cristalino y conmueve su canto salvaje, el
grito solitario del ave,
agonizando en una calma azul. Pero
silenciosamente llegas en la noche,
mientras yo yacía vigilante en la
colina, o bien bramando delirante
en la tormenta de primavera; y cada vez
mas negro envuelve el desconsuelo
la cabeza solitaria, atroces relámpagos
asustan al alma nocturna, tus
manos destrozan mi pecho jadeante.
Cuando marché por el jardín
crepuscular, y la negra efigie del mal
se hubo apartado de mí, me abrazó
la calma de los jacintos en la noche: y
navegue en arqueada barca sobre
el estanque tranquilo, y dulce paz rozó
mi frente de piedra. Mudo yacía
bajo la vieja pradera y estaba alto el cielo
azul sobre mi cuajado de
estrellas: y como me aniquilé en su
contemplación, murieron la
angustia y el dolor más hondo dentro de mí; y
se alzó radiante la sombra azul
del muchacho en la oscuridad, un suave
canto; se elevó sobre alas de
luna, por encima de las copas florecidas, de
arrecifes cristalinos, el rostro
de la hermana.
Con suelas plateadas bajé los
espinosos peldaños y penetré en el
aposento encalado.
Silenciosamente ardía allí una palmatoria y mudo
oculté entre lienzos purpúreos la
cabeza; y arrojó la tierra un infantil
cadáver, una imagen lunar, que
lentamente salió de mi sombra, con brazos
quebrantados cayó a causa de
pétrea caída, como coposa nieve.
3 de febrero de 1887- Austria Uno de los iniciadores del Expresionismo |
EN UN Álbum ANTIGUO
"
Retornas sin cesar, melancolía,
oh regalo del alma
solitaria.
Arde hasta el final
un día de oro.
El ser paciente se
inclina humilde ante el dolor
resonante de armonía
y tierno delirio.
¡Mira! Ya va oscureciendo.
Otra vez vuelve la
noche y se lamenta un mortal
y hay otro que sufre
con él.
Tiritando bajo las
estrellas del otoño,
año tras año se
inclina más profundamente la cabeza. "
CANTO DEL SOLITARIO
Armonía es el vuelo de los pájaros. Los verdes bosques
se
reúnen al atardecer en las cabañas silenciosas;
los
prados cristalinos del corzo.
La
oscuridad calma el murmullo del arroyo,
sentimos
las sombras húmedas
y las
flores del verano que susurran al viento.
Anochece
la frente del hombre pensativo.
Y una
lámpara de bondad se enciende en su corazón,
en la
paz de su cena; pues consagrados el vino y el pan
por la
mano de Dios, el hermano quiere descansar
de
espinosos senderos
y
callado te mira con sus ojos nocturnos.
Ah,
morar en el intenso azul de la noche.
El amoroso
silencio de la alcoba
envuelve
la sombra de los ancianos,
los
martirios púrpuras, el llanto de una gran
que en
el nieto solitario muere con piedad.
Pues
siempre despierta más radiante
de sus
negros minutos la locura,
el
hombre abatido en los umbrales de piedra
poderosamente es cubierto por el fresco azul
y por el
luminoso declinar del otoño,
la casa
silenciosa, las leyendas del bosque,
medida y
ley y senda lunar de los que mueren.
DE: GeorgeTrakl, Antología Google-site
GEORG TRAKL, EL PROFETA DE OCCIDENTE
I
"Hay dos clases de artistas.
Unos traen respuestas y otros preguntas. Hay obras que esperan largo tiempo
antes de que se las pueda comprender, pues traen respuestas a preguntas que aún
no han sido formuladas". Estas palabras que André Gide escuchara a Oscar
Wilde, cuando éste se había convertido ya en el melancólico proscrito Sebastián
Melmoth, pueden aplicarse al caso de Georg Trakl, considerado hoy día, junto a
Rilke y Stephan George, como el máximo poeta lírico del siglo en lengua
alemana. Las respuestas de los poemas de Trakl, sus premoniciones de desolación
no podían ser comprendidas por sus coetáneos, confiados todavía en las
apariencias del esplendor finisecular. (Tampoco se podía comprender la videncia
del poeta ruso Andrés Biely, el que escribía en 1921: El mundo volará / por el
estallido de una Bomba Atómica / en gavillas de electrones. / Descarnada
hecatombe!) La voz de Trakl fue apenas escuchada durante su vida, por demás
corta. Su obra, muy parva, tuvo exigua difusión. Pero por un fenómeno ya
corriente en la historia de la literatura, apagado el ruido de las famas más
espectaculares (¿quién lee hoy a Marinetti, por ejemplo?) las voces más ocultas
y, por lo tanto, más profundas, surgen repentinamente y son las de mayor
repercusión.
Ya en 1917 Rilke escribía:
"la poesía de Trakl es un objeto de existencia divina para mí... el más
conmovedor de los lamentos ante un mundo imperfecto". En 1953, en su
estudio "Georg Trakl", Martin Heidegger lo llama "Poeta del Occidente
aún oculto, de una nueva generación regenerada que sucederá a la actual",
considerándolo el sucesor de Hölderlin. La interpretación heideggeriana de la
poesía de Trakl ha suscitado muchas discusiones. Se le reprocha haber negado el
cristianismo de Trakl, pese a las explícitas declaraciones hechas en este
sentido por el poeta. Por otra parte, la ambigüedad esencial de la poesía de
Trakl, el que se expresa por imágenes más que por conceptos, posibilita las más
diversas interpretaciones. Dice, por ejemplo, Michael Hamburger (en su libro
Reason and Energy): "Aun se podría llega a afirmar que Trakl era marxista,
por su visión del capitalismo en decadencia".
II
Pese a una ejemplar sentencia de
Heidegger, en el sentido de que mientras más grande es un artista más
desaparece su persona tras su obra, no podemos menos que dar una breve visión
de la vida de Georg Trakl. Nació en Salzburgo, el 3 de febrero de 1887. Su
ciudad natal y el paisaje comarcano estarán presentes casi siempre en sus
poemas, descritos en una forma meticulosa, aunque vistos como a través de
sueños. Aparece un mundo de nostalgia y decadencia, propio de una ciudad que
durante la Edad Media había tenido un gran esplendor, y que vivía de un pasado
irrecuperable...
De las iglesias pardas
Las imágenes puras de la muerte
nos miran
Los escudos de los grandes
señores de antaño...
También la poesía de Trakl alude
profusamente a la melancólica casa de sus antepasados en donde era un niño que
al claro de luna salía a dar de comer a las ratas. El paisaje decadente del
otoño, la infancia, la muerte, serán los grandes temas de su poesía. Sus poetas
favoritos fueron Baudelaire, Verlaine y Rimbaud. Ellos fueron sus maestros
junto con Nietzsche y Dostoievski, cuya obra amaba particularmente. Admiraba a Whitman,
pero hallaba pernicioso el optimismo discriminado del bardo norteamericano.
En el colegio, Trakl fue un
alumno mediocre, y al llegar la adolescencia se tornó insociable, hablaba
corrientemente de suicidio y se aficionó al uso de las drogas. Algunos de sus
biógrafos sugieren que a éstas pudo aficionarse por influencia de su madre, la
cual era opiómana, según puede deducirse de algunos poemas de Trakl, como
"Sebastián en sueños":
La madre traía al niño a la luna
clara
A la sombra del nogal y del viejo
saúco
Ebria del zumo de la
adormidera...
Michael Hamburger señala que
estudió farmacia a fin de tener un más fácil acceso a las drogas. Estudió dos
años en la Universidad de Viena y de este entonces parece datar su repulsión a
las grandes ciudades, a las que ve enfermas, poseídas por el espíritu del mal,
aunque:
Callada, en oscuras cavernas,
sangra una humanidad muda
Forjando con durísimos metales el
rostro que ha de redimirla.
Por oposición a la ciudad, se
vuelve Trakl a la naturaleza, a la que ve exenta de la culpa de la caída.
Abandonó Viena para establecerse en Innsbruck. En dicha ciudad colaboró en la
revista Der Brenner. Ludwig von Ficker que la dirigía cuenta que a principios
de 1914 un anónimo benefactor le envió una importante suma de dinero para ser
distribuida entre dos colaboradores de su revista: Rilke y Trakl "cuyos
poemas no entiendo –señalaba el mecenas–, pero en los cuales veo la marca del
genio". Trakl al llegar al Banco a recibir su parte sintió tal repugnancia
ante su buena fortuna que se negó a llenar las formalidades necesarias, y se
retiró sin recibirla.
El atentado de Gabriel Princip en
Sarajevo inició la catástrofe presentida por Trakl. Fue destinado al frente
polaco. La visión de los mutilados, de las matanzas, de los desertores
ahorcados fue superior a sus fuerzas. Intentó suicidarse. Fue internado en el
Hospital de Cracovia con el diagnóstico de "demencia precoz". Allí se
suicidó con una fuerte dosis de cocaína, en circunstancias no muy esclarecidas,
el 3 ó el 4 de noviembre de 1914. Moría a los veintisiete años de edad,
devorado en plena juventud por el Moloch de la guerra, como Alain Fournier,
Wilfred Owen, Sydney Keyes, y como ellos, sin que su gran obra alcanzara a ser
cumplida.
En El Mercurio, Santiago
(11.02.1962), p.12
Jorge Teillier- Artículos y Entrevistas
De: SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad de Chile
El grito- E. Munch |
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