viernes, 29 de noviembre de 2013

«Jamás nos hemos vengado de los muertos; cada ser humano ha de tener su última morada en la tierra: así fue, es y será» - Konstantin Símonov

Espérame


Espérame y yo volveré
pero espérame mucho.
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen
y cuando el calor llegue, no dejes de esperar.
Espérame cuando ya nadie espere
y el ayer se haya olvidado ya.
Espérame aún cuando de lejos
mis cartas no lleguen más.
Espérame cuando ya todos
se cansen juntos de esperar.
Espérame y yo volveré.
No quieras bien te ruego
a los que repitan de memoria
que ya es tiempo de olvidar
aun si la madre o el hijo ya creyesen que no existo ya.
Deja que los amigos
sentados junto al fuego
se cansen de esperar
y beban vino amargo
en honor a mi recuerdo.
Espérame y con ellos
no te apresures a beber.
Espérame y yo volveré
para que la muerte rabie.
Aquél que nunca me ha esperado
tal vez dirá de mí
el pobre tuvo suerte.
No comprenderán jamás
los que jamás han esperado
cómo tú del fuego me salvaste
de cómo he sobrevivido
lo sabremos sólo tú y yo.
Es que sencillamente me esperaste
como nunca nadie me esperó.




(Otra traducción)

Esperame que volveré.
Solo que la espera será dura.
Espera cuando te invada la pena, mientras ves la lluvia caer.
Espera cuando los vientos barran la nieve.
Espera en el calor sofocante.
Cuando los demás hayan dejado de esperar olvidando su ayer.
Espera incluso cuando no te lleguen cartas de lejos.
Espera incluso cuando los demás se hayan cansado de esperar.
Espera incluso cuando mi madre y hermanos crean que ya no existo.
Y cuando los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi muerte.
Espera no apresures a brindar por mi memoria tú también.
Espera porque volveré desafiando todas las muertes.
Y deja que los que no esperan digan que tuve suerte.
Nunca entenderán que en medio de la muerte tú con tu espera me salvaste.
Solo tú y yo sabremos cómo sobrevivir, es porque esperaste y los otros no.




ESTOY MUY SOLO...



       Estoy muy solo y muy triste...
¡Oh, si pudiera encontrar
otra mujer como ella
en vez de volver atrás!

       Mas, ¿dónde hallar unas manos
que ausentes causen pesar?

       ¿Dónde encontrar unos ojos
de tan altivo mirar,
ojos llenos de soberbia
que nunca los vi llorar?

       ¿Dónde hallar los mismos labios
que rían y canten igual,
que yo viviera temiendo
no me vuelvan a besar?

       ¿Dónde hallar otra como ella
a quien poder perdonar,
que la vida al lado suyo
fuera cruel felicidad?
¿Que de todas las madrugadas,
después de largo velar,
me levantara como ella,
redomado y contumaz?

       Que amante y loca una noche
yo la pudiera abrazar
y mañana sea de piedra
imposible de ablandar.

       Y que entonces, con dolor,
yo tuviera que escuchar
maldiciéndome a mí mismo:
“No me vuelvas a tocar...”

       Que en la quietud de la noche
al sorprender su velar
encuentre en ella dos almas
y a las dos las quiera igual.

       De la noche a la mañana
ignorar qué pasará;
no saber al día siguiente
cuál alma me mostrará.
             
       Atormentado por ella
no podía vivir más;
quise entregar mi cariño
a otra mujer más leal.

       Pero sé que es imposible
tal compañera encontrar
y que al fin será ella misma
a quien yo vaya a buscar,
porque no existe en el mundo
ninguna mujer igual:
tan mala, ni tan preciosa,
ni tan maldita, en verdad...

En El diario lírico, 1941-1942



LA MUERTE DE UN AMIGO


       No es verdad: un amigo no muere;
tan sólo deja de estar a tu lado.
No comparte más el pan contigo,
ni bebe más de tu caramañola.

       En la fosa cubierta por la nieve,
no canta más la canción de sobremesa,
y cerca de ti, bajo la misma capa,
no duerme más junto al brasero.

       Pero todo lo que ha pasado entre vosotros,
todo lo que os seguía en vuestras huellas,
no pudo quedarse
con sus restos, en la tumba.

       Heredero de ira y desdén,
después que perdiste a tu amigo,
te volviste para siempre
dueño de doble vista y oído.

       Legamos amor a nuestras mujeres;
recuerdos a nuestros hijos;
pero en los campos quemados por la guerra,
a los amigos legamos el caminar.

       Aún nadie conoce un remedio
para las muertes repentinas.
Más y más grave se vuelve el peso de la herencia,
más y más estrecho el círculo de tus amigos.

       Carga entonces su peso, vagando en las batallas.
No dejes caer nada.
Pasa con él la noche bajo el fuego.
Cárgalo. Cárgalo.

       Cuando ya no puedas cargarlo más,
recuerda que al perecer
tan sólo lo transferirás a los hombros
de los que vivan aún.

       Y alguien, sin haberte visto,
de terceras manos tu peso tomará,
y vengando a los muertos, y odiando,
hasta la victoria lo llevará.

En La libreta del frente, 1942



EL COMPAÑERO


Tras el enemigo de nuevo caminamos
hacia el poniente cinco días, palmo a palmo.

El quinto día, bajo un fuego inclemente
cayó mi compañero, el rostro hacia el poniente.

Tal como avanzaba, así murió: corriendo.
Así cayó y así quedó en la nieve, yerto.

Abrió los brazos anchos como si quisiera
abarcar en ellos a la nación entera.

Como si él, que dio su vida en la pelea,
aún después de muerto su tierra protegiera.

Muchos días amargos la madre llorará.
La victoria no podrá devolvérselo ya.

Mas para él —que lo sepa la madre doliente—
fue más fácil morir con el rostro al poniente.

En La libreta del frente, 1942



 
Konstantín Símonov
28 de noviembre de 1915 - Petrogrado
Hasta 1935 trabajó como obrero, antes de emprender una carrera literaria que lo confirmó como un notable escritor de temas bélicos y patrióticos de la Rusia soviética

Aunque escribió sobre temas muy diversos, se le conoce principalmente como escritor y poeta en tiempos de guerra. Símonov presenció como corresponsal la derrota de los japoneses en la Batalla de Khalkin-Gol (1939), planeada y ejecutada por Zhukov; de hecho, varios de los futuros personajes de ficción de Símonov tomarían parte en la campaña de Khalkin-Gol. Trabajó también en Mongolia para la publicación del ejército Geroicheskaya krasnoarmeiskaya, y como corresponsal de guerra para el periódico Krasnaya Zvezda (1941-1945).

Durante la guerra, uno de los objetivos evidentes de la literatura soviética en todas sus manifestaciones fue avivar las llamas del patriotismo ruso. La poesía resultó ser un medio muy propicio para este fin, y algunos de los poemas de Símonov, como Zhdi menia (Espérame), de 1941, Rodina (Patria), de 1941, Ubei ego (Mátalo), de 1942, y Bezymiannoe pole (Un campo anónimo), de 1942, figuran entre los mejores ejemplos de este género. La popularidad de Símonov provino de su relativa indiferencia por la política, cualidad compartida aunque en menor grado por Olga Berggolts y Vera Inber. Los temas tratados eran el hogar, el trabajo, el descanso y el amor.

A finales del verano de 1942, Alemania intentó apoderarse de Stalingrado, y Símonov cubrió el contraataque soviético desde su principio a su fin. Dni i nochi (Días y noches), de 1944, es uno de los numerosos trabajos dedicados a esta importante victoria soviética, y narra la tenacidad con la que los combatientes rusos resistieron el ataque alemán. Una vez ganada la guerra contra Hitler, la Unión Soviética rechazó cualquier futura cooperación con sus anteriores aliados occidentales. El Comisario de Cultura, Andrei Zhdanov, inició una depuración sistemática de la vida intelectual que finalizó cuando Stalin murió en 1953. La obra de teatro de Símonov Russkii vopros (La cuestión rusa), de 1946, es una obra típicamente propagandística de la época en la que se responsabiliza a Occidente de la Guerra Fría. Tras la muerte de Stalin, se intentaron reanudar las relaciones con Occidente. El autor, conocido por su ideología izquierdista, juntamente con Ilia Erenburg y Aleksandr Fadeiev, tuvo un papel activo en los esfuerzos para influir en los políticos occidentales y para conseguir el apoyo en iniciativas de política exterior soviética.

De: http://www.biografiasyvidas.com










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