lunes, 16 de septiembre de 2013

Bajo la Serpiente de los Huesos Blancos -17-



La narración escrita más antigua de la Historia nació en Irak:
EPOPEYA DE GILGAMESH


EL DILUVIO MESOPOTÁMICO
(Diluvio: Etimología: del latín diluvium, derivado de diluere, bañar, mojar). Inundación de la tierra o de una parte de ella, debida a copiosas y continuadas lluvias.)

Tablilla XI


-“Gilgamesh, voy a revelarte una cosa oculta,
voy a confiarte un secreto de los dioses.
Hace mucho tiempo los Grandes Dioses
decidieron mandar un diluvio sobre la tierra,
y a mí se dirigieron ordenándome:

-“Destruye tu casa, construye un barco,
abandona las riquezas, busca la Vida que salva,
renuncia a tus posesiones.
¡Embarca en el barco todas las especies vivas!”

Todo lo que poseía lo cargué en el barco,
hice subir en el barco a mi familia y a mis parientes,
hice subir a los animales domésticos y salvajes.
Cuando al amanecer observé el estado del tiempo,
su sola vista infundía espanto.
Durante todo un día la tempestad se desencadenó,
impetuosamente se desencadenó y provocó el Diluvio;
su violencia sobrevino sobre las gentes como una batalla,
a causa de la tormenta no se veían los unos a los otros;
vistas desde el cielo, las gentes no eran reconocibles.

Durante seis días y siete noches,
el viento persistió, el huracán del Diluvio arrasó la tierra.
Al llegar el séptimo día, el Diluvio empezó a pasar,
después de haber luchado como una mujer en un parto.
Observé el mar: el silencio reinaba.
Abrí una ventana, un aire fresco cayó sobre mis mejillas,
me agaché, caí de rodillas, y me puse a llorar.
Entonces los dioses nos concedieron la Vida Eterna
a mi familia y nos llevaron a vivir lejos.
Pero ahora, por ti, ¿quién reuniría a los dioses
para que pudieses encontrar tú también la Vida Eterna?”.

Gilgamesh dijo a Utnapishtim:
-“¿Qué debo hacer?¿A dónde podré ir?
La muerte se ha instalado ya en mi propia cama.
Allá a donde yo lleve mis pies, allí está la muerte”.

Utnapishtim le dijo a su barquero:
-“A este hombre que tú has guiado, cuyo cuerpo está sucio,
llévalo a un lugar donde se lave
y guíalo a su ciudad”.

La esposa de Utnapishtim le dijo a éste:
-“Para venir hasta aquí, Gilgamesh
ha pasado penas y fatigas,
¿qué cosa le darás para que pueda
llevarla consigo a su país?”

Entonces Utnapishtim le dijo:
-“Gilgamesh, te voy a revelar una cosa oculta.
Existe una planta en el fondo del mar,
con púas como las de la rosa,
que si te apoderas de ella,
habrás encontrado la Vida Eterna”.

Gilgamesh ató pesadas piedras a sus pies
que le hundieron hasta el fondo del mar,
donde vio la planta.
La cogió, se soltó las piedras de los pies
y el mar lo arrojó a la orilla.

Gilgamesh dijo entonces al barquero:
-“Esta planta es un remedio contra la angustia,
gracias a ella el hombre puede recobrar la vitalidad.
¡Quiero llevarla a Uruk!”

Ya de vuelta, Gilgamesh y el barquero
se prepararon para
pasar la noche.

Viendo
Gilgamesh una
fuente cuyas
aguas eran
frescas
bajó a ella para
bañarse.
Pero una serpiente olfateó el aroma de la
planta,
se acercó silenciosamente y se la llevó;
nada más tocarla, perdió su vieja piel.
Cuando se dio cuenta de que había perdido la
planta,
Gilgamesh permaneció todo el día acostado,
llorando,
las lágrimas corrían a lo largo de sus mejillas.
Tomó la mano del barquero y le dijo:
-“¿Por quién han sufrido tanto mis brazos?
¿Por quién he derramado la sangre de mi
corazón?
Yo no he obtenido para mí ningún bien,
¡Y ni siquiera puedo volver al mar a buscar la
planta!”
Continuaron la marcha, y durante los
días del viaje, Gilgamesh pudo
pensar sobre sus aventuras

Cuando llegaron a Uruk, Gilgamesh le dijo al barquero:
-“¡Súbete y paséate por la muralla de Uruk!
¡Contempla sus murallas que son como el cobre!
¡Mira sus columnas que no tienen rival!
Inspecciona sus cimientos,
observa sus ladrillos de adobe.”

Gilgamesh no ha conseguido la inmortalidad,
pero muestra con orgullo las murallas de su ciudad,
reconociendo que al menos, a través de ellas,
será recordado siempre.
Esa es la forma de encontrar la inmortalidad para los humanos,
permanecer en la memoria de los que quedan,
ser recordados por lo que fuimos e hicimos,
he aquí la lección aprendida por Gilgamesh.



Este poema no constituyó en sus orígenes una unidad argumental, sino que se compuso mediante la yuxtaposición de diversos textos sumerios en torno a dos ciclos épicos diferentes: uno de ellos de naturaleza fantástica y con Enkidu como héroe de la narración; el otro, creado a partir de hechos de carácter realista, tendría por protagonista a Gilgamesh, quinto soberano de la I Dinastía postdiluviana en la ciudad de Uruk - en las proximidades del Golfo Pérsico - alrededor del 2650 a. C.
Los ciclos poéticos tanto de Enkidu como de Gilgamesh, en un principio pertenecientes a la tradición oral popular, fueron recogidos por los paleobabilónicos, quienes pudieron traducirlos del sumerio al acadio ya en el segundo milenio - 2100 a. C. - 1800 a. C. Aprox. -. El poema fue reelaborándose a medida que avanzaron los siglos hasta adquirir su forma definitiva ya en manos de los asirios, considerándose la fecha tope de esta última etapa el 650 a. C.

El poema consta de doce tablillas y en ellas se van a narrar las aventuras de Gilgamesh, déspota de Uruk, representante del hombre civilizado, quien, en uno de los primeros pasajes significativos, va a enfrentarse a Enkidu, encarnación del hombre salvaje. Tras el proceso civilizador que éste va a experimentar al quedar enamorado de una hieródula, y después de haberse enfrentado a Gilgamesh, quien le derrota - victoria de la civilización frente a la naturaleza salvaje -, los dos héroes se dirigen al Bosque de los Cedros, donde han de batirse con el gigante Khumbaba. Una vez cumplida su tarea, se encontrarán con la diosa Ishtar - Venus en la mitología latina -, quien enamorada de Gilgamesh y siendo despechada por el héroe, decide vengarse pidiendo ayuda a Anu, su padre, que creará el Toro Celeste con el fin de acabar con los protagonistas. Sin embargo Enkidu va a vencer al Toro y, a continuación, colérico, cometerá una terrible ofensa contra la diosa. La afrenta del ser humano contra una divinidad provoca la ira de los dioses, quienes no decidiéndose a acabar con Gilgamesh, pues en sus dos terceras partes es de naturaleza divina, deciden hacerlo con Enkidu.

Hasta aquí los siete primeros cantos. A partir de este momento, Gilgamesh, aterrado por el descubrimiento de la muerte, emprende una atormentada huída en busca de la inmortalidad. El poema pasa a convertirse en la expresión de un grito de ansiedad y terror de marcado carácter existencialista. En su necesidad de encontrar la Vida, recorrerá tierras, atravesará montañas nunca antes alcanzadas por hombre alguno, va a surcar el mar en la barca de Urshanabi, sin embargo, nadie puede señalarle dónde se encuentra Enkidu ni cómo puede evitar él mismo el destino que ha sufrido su compañero. A continuación buscará a Utnapishtim, único superviviente del Diluvio Universal, a quien le fue concedida la inmortalidad por los dioses a fin de perpetuar la especia humana; éste, para comprobar si Gilgamesh es capaz de alcanzar la inmortalidad, le somete a una prueba consistente en aguantar siete noches sin dormir. Gilgamesh, agotado, cae dormido a las pocas horas. Derrotado, acaba por retornar a su hogar. Sin embargo, a instancias de la esposa de Utnapishtim, averigua que bajo las aguas de un río existe una planta milagrosa que concede la eterna juventud a quien la posee. Gilgamesh logra alcanzarla, pero, para su desgracia, una serpiente se la roba y el héroe regresa de nuevo a Uruk.

De: Poema de Gilgamesh: El conflicto del héroe
      © Guillermo Aguirre Martínez 2010
      Espéculo - Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

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