miércoles, 21 de agosto de 2013

"Sobre mi cabeza huían las estrellas"- Dino Campana

Además de "maldito", olvidado... Demasiada soberbia por parte de quienes no hemos legado nada. Maldita es esa costumbre burdamente racionalista de etiquetar, de clasificar... ¿Quizá en un afán de "no olvidar"? Pues en este caso ha resultado inútil: muy pocas memorias han retenido su nombre y su obra. 

20 de agosto de 1885
Toscana - Italia


FLORENCIA, Italia 
por Francesco Luti

El corazón esta noche me dijo: ¿No sabés? Traducción de Pilar Sánchez Laílla

Es esto lo primero que me viene a la cabeza pensando en Buenos Aires, en Argentina. Querría comenzar mi colaboración con EL MURO, que hace posible así un interesante puente Florencia-Buenos Aires (y viceversa), recordando a un poeta extraordinario del siglo XX: Dino Campana. Durante el arco de la atormentada vida (1885-1932), Dino Campana conoció corredores de manicomios, periodos de soledad viajando por media Europa y arribando en América del Sur (Montevideo, Buenos Aires); después la Pampa, a trabajar de jornalero, lejos de su Italia que todavía no estaba en condiciones de entenderlo. Un violín de sonido mágico, un poeta incomprendido por sus contemporáneos, acabado pudriéndose en un manicomio de la Toscana, solo, abandonado por todos.



Florencia antigua, anónimo, siglo XVIII. ¿Por qué Dino Campana? No sabría…Quizá porque los poetas auténticos son pocos y él era uno de ellos. Dino nació en Toscana, en Marradi, en la provincia de Florencia. En Florencia iba caminando, con los pantalones de fustán desafiando el frío de los Apeninos, llegaba con su libro de los Cantos Órficos, su auténtica biografía, su única razón de vivir. Se lo había impreso el editor Ravagli en una desaliñada imprenta toscana de comienzos del siglo XIX. Venía a Florencia para llamar a las puertas de los intelectuales de la época, que pensaban más a movimientos como el futurismo, que después naufragarán miserablemente, que a la poesía de Campana. Tenían una estrella fugaz que irradiaba la poesía como una descarga eléctrica y no se dieron cuenta. Sucede…frecuentemente sucede.

Los Cantos Órficos retomaban y proponían en Italia de un modo original la gran tradición de la poesía simbolista, pero la enriquecían con todas las nuevas experiencias, el orfismo en particular, que las vanguardias literarias europeas habían creado a comienzos de siglo.

El corazón esta noche me dijo: ¿No sabes? Es el primer verso de la poesía La noche de fiesta que concluye con otro bellísimo verso, Dejando mi corazón de puerta en puerta.

Dino viajó a Buenos Aires en 1908, con su corazón de puerta en puerta hasta la Pampa. Partido a la deriva desde Florencia, llegó a Sur América como tantos otros emigrantes. En la poesía Viaje a Montevideo hay un verso: languidecía la tarde celeste sobre el mar, casi el suspiro de un poeta en fuga que arriba en una tierra desconocida. Un año después, Dino vuelve a casa y apenas pone el pie en Florencia, de nuevo es internado en el manicomio. Alternará estos viajes-refugio por Italia y Europa, con innumerables arrestos por diversos motivos, múltiples humillaciones, puertas cerradas para un hombre que no supo jamás adaptarse más que a la vida al aire libre y a la poesía.

Me lo he imaginado tantas veces Dino, allá en vuestra tierra, Argentina, hablando en vuestra lengua, recitada como el italiano. Agradezco que EL MURO, me deje este espacio. Es en él que me complazco en recordar a un poeta a menudo olvidado, un violín en un siglo de trombones, un siglo a menudo marcado por la ignorancia colectiva, un poeta capaz de dialogar con su corazón, capaz de llevarlo de puerta en puerta, trayéndole sin cuidado lo demás, un poeta puro al 100%.

Incluyo el breve texto Pampa, contenido en Cantos Órficos, que quizá podrá interesar a alguno. Lo cito de la versión traducida por un especialista en Campana, el español Pedro Luis Ladrón de Guevara Mellado, profesor de literatura italiana en la Universidad de Murcia.

¿Quiere Usted Mate? un español me lo ofreció en voz baja, casi sin turbar el profundo silencio de la Pampa. - Las tiendas se alargaban a pocos pasos de donde nosotros, sentados en círculo, en silencio mirábamos a ratos furtivamente las extrañas constelaciones que doraban lo ignoto de la pradera nocturna. - Un misterio grandioso y vehemente nos hacía fluir con alivio de una fresca vena profunda nuestra sangre en las venas: - que saboreábamos con voluptuosidad misteriosa como en la copa del silencio purísimo y estrellado.

¿Quiere Usted Mate? Recibí la vasija y sorbí la bebida caliente. Echado en la hierba virgen, frente a las extrañas constelaciones me iba abandonando por entero a los misteriosos juegos de sus arabescos, acunado deliciosamente por los ruidos atenuados del campamento. Mis pensamientos fluctuaban: se sucedían mis recuerdos: que deliciosamente parecían sumergirse para reaparecer a ratos lúcidamente espiritualizados en la distancia, como por un eco profundo y misterioso, dentro de la infinita majestad de la naturaleza. Lenta y gradualmente yo ascendía a la ilusión universal: desde las profundidades de mi ser y de la tierra recorría por los caminos del cielo el sendero aventurero de los hombres hacia la felicidad a través de los siglos. Las ideas brillaban de la más pura luz estelar. Dramas maravillosos, los más maravillosos del alma humana palpitaban y se comunicaban a través de las constelaciones. Una estrella que rápida fluía magnífica señalaba con una línea gloriosa el final de un trecho de historia. Liberada de un peso la balanza del tiempo parecía elevarse lentamente oscilando: - por un instante maravilloso, inmutable en el tiempo y en el espacio, se alternaban los destinos eternos…

Un disco lívido espectral despuntó en el horizonte lejano perfumado irradiando reflejos gélidos de acero sobre la pradera. La calavera que se elevaba lentamente era la insignia formidable de un ejército que lanzaba hordas de caballeros con las lanzas en ristre, agudísimas, relucientes: los indios muertos y vivos se lanzaban a la reconquista de su dominio de libertad en ataque fulminante. Las hierbas se plegaban al viento de su paso con un gemido ligero. La conmoción del intenso silencio era prodigiosa.

¿Qué huía sobre mi cabeza? Huían las nubes y las estrellas, huían: mientras que de la negra y agitada Pampa que huía a ratos en la salvaje carrera negra del viento ora más fuerte ora más débil ora como un lejano fragor férreo: a ratos una llamada a la melancolía más profunda del errante:… de las cabelleras de las hierbas agitadas como a la melancolía más profunda del eterno errante por la Pampa agitada como una llamada que huía lúgubre.

Estaba en el tren en marcha: tendido en el vagón, sobre mi cabeza huían las estrellas y los soplos del desierto en fragor férreo: enfrente las ondulaciones como lomos de fieras al acecho: salvaje, negra, recorrida por vientos la Pampa iba a mi encuentro para aprisionarse en su misterio: que la carrera avanzaba, penetraba con la velocidad de un cataclismo; donde un tomo luchaba en las turbinas ensordecedoras, en el lúgubre fracaso de la corriente irresistible.

...................................................................................................................................................................................................

Y así alejadas de vos pasaban aquellas horas de sueño, horas de profundidades místicas y sensuales que disolvían en ternuras los grumos más agrios del dolor, horas de felicidad completa que abolía el tiempo y el mundo entero, ¡largo sorbo en las fuentes del Olvido! Y después os volvía a ver Manuelita: que vigilabais pálida y lejana: vos alma simple encerrada en vuestras simples armas. Lo sé Manuelita vos buscabais la gran rival. Lo sé: la buscábais en mis ojos cansados que nunca os enseñaron nada. Pero ahora, si podéis, sabedlo: yo debía permanecer fiel a mi destino. era un alma inquieta aquella de la que me acordaba siempre cuando salía a sentarme en los bancos de la plaza desierta bajo las nubes que corrían. Ella era aquella por la cual yo olvidaba vuestro pequeño cuerpo peligroso todo adorable de esbeltez y fuerza. Y sin embargo os lo juro Manuelita yo os amaba os amo y os amaré siempre más que a cualquier otra mujer… de los dos mundos.

(Cantos Orficos, Dino Campana, Traducción de Pedro Luis Ladrón de Guevara, Murcia 1991)

De: El Muro la guía cultural de Buenos Aires


























MUJER GENOVESA


Tú me trajiste un poco de algas marinas
en tus cabellos y un olor de viento,
que viniendo de lejos llega grave
de ardor, había en tu cuerpo bronceado
-o la divina
simplicidad de tus formas esbeltas-:
no amor ni sufrimiento, un fantasma,
una sombra de la necesidad que vaga
serena e ineluctable por el alma
y la disuelve en júbilo, en encanto, serena,
para que pueda el viento del sudeste
llevarla al infinito.
¡Que pequeño y ligero es el mundo en tus manos!




NAVÍO EN VIAJE


El mástil oscila rítmico en el silencio.
Una tenue luz blanca y verde cae del mástil.
El cielo límpido en el horizonte,
cargado de verde y dorado tras la borrasca.
El cuadro blanco del farol en lo alto
ilumina el secreto nocturno: por la ventana,
las cuerdas altas -un triángulo de oro-
y un globo blanco de humo que no existe
como música sobre el círculo,
con los golpes del oleaje en sordina.



LA TARDE DE FERIA


El corazón me dijo esta tarde, ¿no sabes? 
La rosamorena encantadora,
dorada por una rubia cabellera,
la de los ojos brillantes y oscuros, 
la que con gracia imperial encantaba la rosada frescura de las mañanas:
y tú seguías en el aire la fresca encarnación de un sueño matutino:
la que solía vagar cuando el sueño y el perfume velaban las estrellas
(que tú amabas mirar desde detrás de las cancelas, las estrellas, las pálidas nocturnas): 
la que solía pasar silenciosa y blanca como un vuelo de palomas,
ciertamente ha muerto: ¿no sabes?
Era la noche de feria en la pérfida Babel,
la que ascendía en haces hacia [un cielo enmarañado,
hacia un paraíso de llama, con grotescos y lúbricos silbidos,
y tintinear de angélicas campanillas,
y gritos y voces de prostitutas,
y pantomimas de Ofelia destinadas por el humilde
llanto de las lámparas eléctricas.
Una cancioncilla vulgar había muerto
y me había dejado el corazón dolorido,
y sin amor iba vagando,
dejando el corazón de puerta en puerta:
con ella, que no ha nacido y que, sin embargo,
está muerta, y me ha dejado el corazón sin amor:
sin embargo, lleva el corazón dolorido,
dejando mi corazón de puerta en puerta.


De: antologiaenlarevista.blogspot.com

















EL VENTANAL


La humeante noche de verano
Desde el alto ventanal vierte claridad en la sombra
Y me deja en el corazón un sello ardiente.
Pero ¿quién (en la terraza sobre el río se enciende una lámpara), quién,
A la Virgencita del Puente, quién es, quién es el que le ha encendido la lámpara? — hay
En la habitación un olor a podredumbre: hay
En la habitación una desfalleciente llaga roja.
Las estrellas son botones de nácar y la noche se viste de terciopelo:
Y tiembla la noche fatua: es fatua la noche y tiembla pero hay
En el corazón de la noche hay,
Siempre una desfalleciente llaga roja.

De: Revista Internacional de Poesía: "Poesía de Rosario" Nº 21





El poeta de prostíbulos y callejones
PEDRO LUIS LADRÓN DE GUEVARA 

DINO CAMPANA Cantos órficos y otros poemas Trad. Carlos Vitale DVD poesía, Barcelona 197 págs.

No es la primera vez que Carlo Vitale traduce a Campana, ya en 1984 con el título Cantos órficos nos presentó lo que en realidad era una antología del autor en la editorial Olifante, en 1989 aparecía en la editorial Pamiela otra selección con el título de Viaje a Montevideo y otros viajes. Finalmente ahora presenta el único libro publicado en vida del autor, Cantos órficos, y una selección de sus otros poemas. Aunque ya existía una traducción publicada por la Universidad de Murcia a cargo de quien esto escribe, así como una monografía sobre el poeta, la actual presenta también el texto italiano, y es de suponer que tendrá la mayor difusión que el autor se merece dada la importancia que los propios poetas italianos le han concedido. Dino Campana nació en 1885, publicó en 1914 a expensas suyas un único libro, Cantos órficos, pues ni Papini primero ni Marinetti después quisieron editar o reeditar. Cuatro años más tarde, en 1918, ingresó definitivamente en el manicomio donde moriría en 1932. Pocos artistas italianos de este siglo se han podido sustraer a su figura, sobre él escribió Sebastiano Vasalli la novela La noche del cometa, sobre sus relaciones con Sibilla Aleramo existe la película Engaños y se han hecho varias obras de teatro; también es el personaje de Tabucchi en el cuento Vagabundeo de El juego del revés. Sus viajes por Europa (parece que llegó a Rusia), su emigración a Sudamérica y su posterior regresolo han convertido en un mito de la cultura italiana del siglo XX. Sobre él dirigió tesis Ungaretti, lo estudió Montale, y la escuela Hermética lo consideró un precursor, fue lectura frecuente de Mario Luzi, Alfonso Gatto, Sergio Solmi, Piero Bigongiari, Alessandro Parronchi, Carlo Betocchi... que escribieron sobre él. Pocos poetas italianos se han podido sustraer a la magia de este libro. El propio Giovanni Papini, que no sentía por él especial afecto, lo incluyó en su antología Poetas de hoy. Dario Bellezza lo consideró, conjuntamente con Ungaretti, el causante del renacimiento de la poesía italiana después de Carducci y D'Annunzio, y recuerda que «sólo Sandro Penna me habló bien de Campana». Alfredo Giuliani va más lejos y no se sonroja al proclamar que Mujer genovesa le gusta más que todas las poesías de Saba. Victorio Sereni, cincuenta años más tarde, reconocía cómo en los años treinta la poesía de Campana se convirtió en un antídoto frente a la rigidez de la poesía de entonces, mientras Montale ponía en evidencia su conexión con la «pintura metafísica», ya que es difícil no ver en la descripción de las ciudades la imagen de las plazas de De Chirico, prueba de ello es que el comienzo del libro apareció en 1913 con el título La torre roja; Maurizio Calvesien La Metafísica esclarecida se extiende sobre el tema. Sin embargo no es sólo esto lo que debe acercarnos a la figura de Campana sino su magnífica poesía, su prosa poética tan bella y tan finamente estructurada que muchos lo han considerado un poeta visionario, lleno de alucinaciones, olvidando lo que sobre ella escribió Pasolini, que es «una poesía sustancialmente realista, no obstante esté inspirada en un sofocante estecismo». ¿Alucinaciones, visiones? Simple recreación de una realidad que es mucho más mágica de cuanto creemos. Veamos un ejemplo: «Y miramos las vistas. Todo era de una realidad espectral. Había panoramas esqueléticos de ciudades. Unos muertos estrafalarios miraban al cielo en poses leñosas [...] ¿Es así París? He aquí Londres. La batalla de Mukden... ¡Todas aquellas cosas vistas por los ojos magnéticos de las lentes en aquella luz de ensueño!». ¿Visiones provocadas por drogas? No, estamos ante uno de los primeros textos dedicados al cine: el joven poeta entra en una barraca donde se proyecta el incipiente cine, imágenes de la guerra, visiones aéreas de las ciudades (a cuadros, «cubistas»), como cuadricular es también la campiña, los huertos, imágenes de los soldados muertos en la trinchera... y sentada junto al poeta, durante la proyección, una joven rubia que en la oscuridad estará tan cerca de él como nunca más será posible que lo esté. Campana describe con tal belleza que hace que su descripción realista parezca sueño. Unión de poesía y prosa. Y por encima de todo la pasión de Campana por la poesía, la cual justifica su existencia, tal y como leemos en su epistolario recogido por el argentino residente en Roma Gabriel Cacho Millet. Veamos el poema «La Chimera», que simboliza la creación literaria, tema tan presente a finales del XIX y principios del XX (baste recordar la novela homónima de Pardo Bazán), donde el poeta habla con la poesía: «No sé si entre rocas tu pálido / Rostro se me apareció, o sonrisa / De lejanías ignoradas / Fuiste, inclinada la ebúrnea / Frente fulgente, oh joven/ Hermana de la Gioconda.» O en el poema «La Esperanza:» «¡Por el amor de los poetas, puertas / De la muerte abiertas / Sobre el infinito!». Es verdad que a Campana le gustaba fomentar la leyenda que lo circundaba, y que Binazzi la aumentó con el fin de conseguir que se reeditase su poesía, pero fue el psiquiatra Carlo Pariani, que lo entrevistó en el manicomio, el que consolidó la leyenda al hacer público el Campana Edison, el hombre que creía poseer poderes eléctricos para causar terremotos, el que estaba convencido que su amor por la escritora Sibilla Alerazo había provocado la Primera Guerra Mundial. Y a los italianos les gusta el mito, hasta el punto de que hace unos meses el prestigioso actor Carmelo Bene, que hace una espléndida lectura de la poesía de Campana, escribió en la introducción a la publicación de tal recital que el poeta escribió los versos durante los cuarenta años de manicomio. ¡Poco importa que sólo fueran catorce años y que en ellos no escribiera nada!

Pero volvamos a los textos, a su sentido humanista recogido en La Verna, lugar donde se retiró San Francisco, y que Campana consigue describir como nunca antes se había hecho: «Grutas profundas, hendiduras rocosas donde una escalerita de piedra se ahonda en una sombra sin memoria [...]. El corredor, alentado por el hielo de las grutas, se viste todo de la leyenda franciscana. El santo aparece como la sombra de Cristo, resignada, nacida en tierra de humanismo, que acepta su destino en soledad. Su renuncia es sencilla y dulce: desde su soledad entona con fe el canto a la naturaleza».Bellísima la descripción del fraile «decrépito a altas horas se arrastra por la penumbra del altar, silencioso en su sayo velludo, y reza las plegarias de ochenta años de amor».Pero no nos engañemos, Campana es sobre todo el poeta de prostíbulos y callejones:«Detrás de los barrotes se ven asomados unos rostros necios de abatidas prostitutas a las que los afeites dan un aspecto trágico de payasos. Aquel pasaje desértico, con hedor de urinario y de moho de los muros corroídos, tiene por única perspectiva, al fondo, la hostería». Con alusiones, quizás bastante literarias, al diablo: «¡Oh Satanás, tú que alas rameras nocturnas colocas al fondo de las encrucijadas, oh tú, que desde las sombras enseñas el infame cadáver de Ofelia, oh Satanás, ten piedad de mi larga miseria!». Muchos han sido los que han visto tras la obra de Campana un mundo de referentes culturales, pues sus visiones provienen principalmente de la lectura: «De la Página resucitaba un mundo muerto, surgían imágenes antiguas». Y todos esos mundos se aglutinan en su deseo de libertad; el paisaje toscano, los prostíbulos, las ciudades, encuentran su mejor expresión en ese ir y venir que el emigrante Campana hace cada día en la Pampa, desde el campamento, con tiendas de tela para los trabajadores, hasta el lugar donde se amontona la tierra para construir las nuevas vías del ferrocarril: «Yo estaba en el tren en marcha: tendido en el vagón por encima de mi cabeza huían las estrellas y los soplos del desierto en un fragor férreo [...]. ¿Dónde estaba? Yo estaba de pie: en la Pampa, en la carrera de los vientos, de pie en la Pampa que volaba a mi encuentro: ¡para atraparme en su misterio!». El poeta, en pie sobre la plataforma del tren en marcha, con el aire azotando su cuerpo, en una imagen poética absolutamente cinematográfica. Muchos son los aspectos de Campana, pues quizás Cantos órficos más que un libro unitario es un conjunto de composiciones que su autor quiso reunir antes de que los demonios de su enfermedad acabaran por destruirlo. De cualquier modo, no ha de extrañarnos que con todos estos mundos poéticos Campana, en palabras del poeta y fino crítico Eugenio Montale, sea «un poeta che no se decide a dejarse olvidar»

De Chirico




No hay comentarios: