Llueve. Un hombre camina lentamente por la ciudad.
Su compañero de ruta: un paraguas, tan viejo como él; no lo repara mucho. A él
no le importa. Sigue su caminata. No tiene nada qué hacer. Nadie lo espera.
Está solo, solo con su soledad, y con sus recuerdos. Llueve y llueve.
Se
refugia bajo una arcada y descubre un patio lleno de flores variopintas. ¡Qué
maravilloso y alegre paisaje! Ya no hay más soledad. Todo es color y vida, y de
improviso, ¡una visión! ¡Es su joven amor! Sonriendo dulcemente, ella se acerca
y le toma la mano. Se miran. “¿Cómo estás?” “Bien, gracias, ¿y tú? Miran las
flores y, aún de la mano, se van al frío y destartalado cuartito donde habían
brindado tantas veces con agua porque eran felices.
Pero
el amor de estudiantes dura poco. Se dejaron y cada uno se había ido por su
camino.
Ahora,
es ella quien se aleja. El viejo abre los ojos. Sigue cayendo con mucha
paciencia la lluvia.
Abriendo
su paraguas, y con paso cansino, el soñador retoma su andar.
Rosanna
GRUPO ALAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario