30 de julio de 1818 - Yorkshire Debió escribir bajo el seudónimo de Acton Bell, para evitar las críticas prejuiciosas de la época contra las escritoras. |
A la imaginación
Cuando agotados de
la extensa jornada,
Y del terrenal
cambio del dolor por el dolor,
Perdida, dispuesta
a la desesperación,
Tu cálida voz me
convoca de nuevo;
Mi sincero amigo,
nunca estoy sola
Si tu presencia y
ese tono me acompañan.
Sin esperanzas
descansa el mundo sin tí,
El mundo sin este
doble de mí;
Tu mundo de
astucias, odios y duda,
De frías sospechas
sin lugar,
Donde tú, yo y la
Libertad
Disfrutan una
soberanía muda.
Lo que importa es
que todo alrededor,
Peligro, angustia y
oscuridad,
No rompen las
cadenas de nuestra soledad
Donde habita el
cielo en su esplendor,
Alimentado por diez
mil rayos eternos
De soles que no han
conocido el invierno.
La Razón sin dudas
habrá de objetar
Por la triste
realidad de la naturaleza,
Explicando que el
sufrimiento del corazón es vano,
Y que sus preciados
sueños deben perecer;
La Verdad con
rudeza busca asolar
Las flores de la
fantasía que tímidas asoman.
Pero tú siempre
serás el que trae
Las cerradas
visiones que retornan,
El aliento de nuevas
glorias caídas en primavera,
Llamando a la vida
de la muerte,
Susurrando con la
divina voz
De un mundo real y
brillante como tú.
No confío en la
dicha de tu fantasma,
Pero en las horas
quietas de la noche,
Con un incesante
agradecimiento
Te doy la
bienvenida, bendito aliento,
Fiel asistente de
los humanos deseos,
La más brillante
esperanza
Allí donde la
esperanza muere.
Ven, camina conmigo
Ven, camina
conmigo,
sólo tú has
bendecido alma inmortal.
Solíamos amar la
noche invernal,
Vagar por la nieve
sin testigos.
¿Volveremos a esos
viejos placeres?
Las nubes oscuras
se precipitan
ensombreciendo las
montañas
igual que hace
muchos años,
hasta morir sobre el
salvaje horizonte
en gigantescos
bloques apilados;
mientras la luz de
la luna se apresura
como una sonrisa
furtiva, nocturna.
Ven, camina
conmigo;
no hace mucho
existíamos
pero la Muerte ha
robado nuestra compañía
-Como el amanecer
se roba el rocío-.
Una a una llevó las
gotas al vacío
hasta que sólo
quedaron dos;
pero aún destellan
mis sentimientos
pues en ti
permanecen fijos.
No reclames mi
presencia,
¿puede el amor
humano ser tan verdadero?
¿puede la flor de
la amistad morir primero
y revivir luego de
muchos años?
No, aunque con
lágrimas sean bañados,
Los túmulos cubren
su tallo,
La savia vital se
ha desvanecido
y el verde ya no
volverá.
Más seguro que el
horror final,
inevitable como las
estancias subterráneas
donde habitan los
muertos y sus razones,
El tiempo,
implacable, separa todos los corazones.
El viento nocturno
En la suave
medianoche del estío,
Una luna despejada
brilló
A través de nuestra
ventana
Y los rosales
bañados en rocío.
Me senté en la
reflexión silenciosa;
El viento suave
agitó mi cabello;
Me dijo que cielo
era un destello,
Y la tierra
durmiente, justa.
No necesité sus
toques
Para alimentar
estos pensamientos;
Así y todo susurró,
diciendo,
"¡Cuán oscuros
serían los bosques!"
"Las hojas
gruesas en mi murmullo
Crujen como en un
sueño,
Y de sus
incontables voces es dueño
Un instinto que
parece arrullo".
Dije, "Ve,
apacible murmurante,
Tu cortés melodía
es única:
Pero no pienses que
su música
Tiene el poder de
alcanzar mi mente."
"Juega con la
flor perfumada,
La rama tierna del
joven árbol,
Y deja mis
sentimientos humanos
En su propio cauce
inquieto."
El vagabundo no me
oyó:
Su beso se entibió
cálidamente:
"¡Oh,
Ven!" suspiró dulcemente;
"Seré yo
contra tu voluntad"
"¿No fuimos
amigos en la infancia?
¿No te he amado
hace mucho tiempo?
Mientras tú, la
noche solemne,
Mi canto
despertabas con tu silencio."
"Que cuando
repose tu corazón
Bajo la fría lápida
de cemento,
Yo tendré tiempo
para el lamento,
Y tú para estar
sola."
Cumbres
Borrascosas
Capítulo
veintitrés (Fragmento)
A la lluvia de la noche siguió una mañana brumosa, con
escarcha y ligera llovizna. Arroyos improvisados descendían,
rumorosos, de las colinas, dificultando nuestro camino.
Yo, mojada y furiosa, estaba muy a punto de sacar
partido de cualquier circunstancia que favoreciese mi opinión.
Entramos por la cocina, a fin de asegurarnos que era
verdad que el señor Heathcliff estaba ausente, pues yo no
creía nada de cuanto decía.
José se hallaba sentado. En torno suyo había organizado
un paraíso para su personal placer; a su lado crepitaba el
fuego; sobre la mesa a que estaba instalado había un
enorme vaso de cerveza rodeado de gruesas rebanadas de
tarta de avena, y en la boca tenía su negra pipa. Cati se
acercó a la lumbre para calentarse. Cuando pregunté al
viejo si estaba el amo, tardó tanto en responderme que
tuve que repetírselo, temiendo que se hubiera quedado sordo.
-¡No está! -masculló. Así que te puedes volver por donde
has venido.
-¡José!
-gritó una voz desde dentro. Llevo un siglo llamándote.
Vamos,
ven, no queda fuego.
José
se limitó a aspirar más vigorosamente el humo de
su
pipa y contemplar insistentemente la lumbre. La criada y
Hareton
no aparecían por parte alguna. Reconociendo la
voz
de Linton, entramos en su habitación.
-¡Ojalá
te mueras abandonado en un desván! -prorrumpió
el
muchacho, creyendo, al sentir que nos acercábamos,
que
nuestros pasos eran los de José.
Y
al ver que se había confundido, se turbó. Cati corrió
hacia
él.
-¿Eres
tú, Cati? -dijo, levantando la cabeza del respaldo
del
sillón en que estaba sentado. No me abraces tan fuerte,
porque
me ahogas. Papá me dijo que vendrías a verme.
Cierra la
puerta, haz el favor. Esas odiosas gentes no
quieren traer
carbón para el fuego. ¡Y hace tanto frío...!
Yo
misma llevé el carbón y revolví el fuego. Él se quejó
de
que le cubría de ceniza, pero tosía de tal modo y parecía
tan
enfermo que no me atreví a reprenderle por su
desagradecimiento.
-¿Te
alegras de verme, Linton? ¿Puedo serte útil en algo?
-preguntó
Cati.
-¿Por
qué no viniste antes? -repuso él. Debiste venir en
vez
de escribirme. No sabes cuánto me cansaba escribiendo
aquellas
largas cartas. Hubiera preferido hablar contigo.
Ahora
ya no estoy ni para hablar ni para nada. ¿Y Zillah?
¿Quiere
usted, Elena, ver si está en la cocina?
Yo
no me sentía muy dispuesta a obedecerle, tanto más
cuanto
no siquiera me había agradecido el arreglarle el
fuego,
y respondí:
-Allí
está José únicamente.
-Tengo
sed -dijo Linton. Zillah no hace más que escaparse
a
Gimmerton desde que mi padre se fue. ¡Es una miserable!
Y
tengo que bajar aquí, porque si estoy arriba no me hacen
caso cuando les llamo.
-¿Su
padre se cuida de usted, señorito? -le pregunté.
-Por
lo menos hace que los demás me atiendan -
contestó.
¿Sabes, Cati? Aquel animal de Hareton se burla
de
mí. Le odio a él y a todos éstos. Son odiosos.
Cati
cogió un jarro de agua que halló en el aparador y
llenó
un vaso. Él le rogó que añadiese una cucharada de
vino
de una botella que había encima de la mesa, y después
de
beber se mostró más amable.
-¿Estás
contento de verme? -volvió a preguntar la joven,
animándose
al ver en el rostro de su primo un esbozo
de
sonrisa.
-Sí.
Es muy agradable oír una voz como la tuya. Pero papá
me aseguraba que no venías porque no querías, y esto me
disgustaba. Me acusaba de ser un hombre despreciable,
y
afirmaba que de haberse hallado él en mi lugar sería a
estas horas
el amo de la Granja. Pero ¿verdad que no me
desprecias, Cati?
-¿Yo?
-repuso ella. Después de a papá y a Elena, te quiero
más que a nada en el mundo. Pero no tengo simpatías
al
señor Heathcliff y cuando él esté aquí no vendré.
¿Pasará
fuera muchos días?
-Muchos,
no... Pero suele irse a los pantanos desde que
empezó
la temporada de caza, y tú podrías estar conmigo
una
hora o dos cuando está ausente. Anda, prométemelo.
Procuraré
no ser molesto contigo. Tú no me ofenderás, y no
te
disgustará atenderme, ¿verdad, Cati?
-No
-afirmó la joven, acariciándole el cabello. Si papá me
lo
permitiera, pasaría la mitad del tiempo contigo. ¡Qué guapo
eres! Me gustaría que fueras mi hermano.
-¿Me
querrías entonces tanto como a tu padre? -dijo
más
animado. El mío dice que si fueras mi esposa me
amarías más
que a nadie en el mundo, y por eso quisiera
que estuviésemos
casados.
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