7 de junio de 1917 Primera escritora afroamericana ganadora del Pulitzer de Poesía. |
Los
Comedores de Judías
Nosotros los
más enrollados
Nosotros los más enrollados. Nosotros
La Loca
Saldré en la helada oscuridad
Versiones de Carlos Bruno Castañeda
Los niños de los pobres
1.
Las personas sin
niños endurecen
alcanzan la
frialdad y la insolencia
no se cuidan y van
con displicencia
el huracán o el
fuego acometen.
Y si la tierra
entera es arrasada
mueren simplemente,
agitadas
sus almas sin
huellas, desmañadas
ríen o caen,
tímidas, paralizadas.
Mientras tanto, en
la sombra, nosotros
escuchamos
impotentes el extraño
gimoteo-lloriqueo
de los niños
que suave nos
atrapa y hace otros,
nos conjura y
convierte en azúcar
las molestias y
verdades del amor.
2.
¿Qué les daré a mis
hijos? Pobres son
condenados como
parias de la tierra
mis dulces leprosos
que no piden
ropa de terciopelo
suave y tierna
pero me ruegan por
un brusco giro
tomados de mi mano
van gritando
no quieren seguir
más de contrabando
ni ángeles, ni
admirables, ni seguros.
Mi mano atosigada
de pendientes
sin derecho a mi
propia morada
ningún proyecto
servirá de nada
ni penas ni amor
serán suficientes
para afianzar a mis
mitades que viajan
por el otoño helado
en todas partes.
3.
¿Diré a mis niños
que recen por rezar?
Pequeños, invadan
el sobrio lugar
fantasmal, con ecos
de penitentes
histéricos y
arrogantes por esta vez.
Entiendan, niños,
no hay pecados que expiar
protejan sus almas
en normas dudosas
sean como tumbas,
mulas metafísicas
aprendan que Dios
no suele abandonar.
Tras el susurro de
sus limpias palabras
esperaré si
quieren: repasen salmos
si esto los asusta:
tejan creencias
y si los desgarra:
vuélvanse calmos.
En la frente y en
los dedos, sean sabios,
alisten una venda
para sus ojos.
[Trad. de Oscar
Godoy Barbosa]
En Blog de Poesía
Solidaria
La Madre
Los abortos no te
dejan olvidar.
Recuerdas a los
niños que recibiste
y que no pudiste
recibir,
pulpas húmedas y
pequeñas,
con poco o nada de
pelo,
los cantantes y
trabajadores
que nunca
recibieron el aire.
Nunca los
descuidarás ni los golpearás,
ni los callarás ni
los comprarás con un dulce.
Nunca harás que
dejen de chuparse el dedo
ni ahuyentarás a
los fantasmas que llegan.
Nunca los dejarás,
mientras contienes
un exquisito suspiro,
y regresas para
hacerte un bocado de ellos,
con golosa mirada
de madre.
He escuchado en las
voces del viento
las voces de mis
tenues
hijos asesinados.
Me he contraído. Me
he aliviado.
Mis débiles amados
en los pechos
de los que nunca
mamaron.
He dicho, Cariños,
si pequé, si les arrebaté
su suerte
y sus vidas de su
alcance inconcluso,
si robé sus
nacimientos y sus nombres,
sus simples
lágrimas de bebé y sus juegos,
sus amores
acartonados o hermosos, sus tumultos,
sus matrimonios,
sus dolores y sus
muertes,
si envenené el
comienzo de sus respiros,
créanme que hasta
cuando más decidida fui,
no estaba decidida.
Aunque ¿por qué
habría yo de gimotear,
gimotear que el
crimen fue de otro y no mío?
Si de todos modos
están muertos.
O más bien, o en
cambio,
nunca tomaron
forma.
Por eso también, me
temo,
es incorrecto: ay,
¿qué debo decir,
cómo decir la
verdad?
Nacieron, tuvieron
cuerpo, murieron.
Solo que nunca se
rieron ni hicieron planes
ni lloraron.
Créanme, los amé a
todos.
Créanme, los
conocí, aunque desdibujados,
y los amé, los amé
a todos."
De: Desatando a la
Mujer Fuerte, Clarissa Pinkola Estés. Editorial Diana.
De: taomujer.blogspot.com
poetry foundation.org |
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