RAÚL TRINDADE
Escribo
historias de mentira, porque tengo más imaginación que hechos vividos.
Raúl Trindade
No sé a qué me
refiero cuando fiero me compongo de tanta palabrería que no entiendo cuando
releo lo que escribo.
Ayer maté una
garrapata y en lugar de sangre tenía otra garrapata que en lugar de otra
garrapata tenía sangre.
Quería acaparar
toda la atención para mí, quería, realmente quería. Todos tenían que estar
viéndome, yo sería el centro, estaba perfectamente posicionado, era yo, era yo,
no él, yo, nadie más que yo. Pero él sangraba.
Alguien se acerca
y se apoya contra el marco de la puerta, estoy seguro que quiere algo. No hablo
ni miro, sigo escribiendo, así, como si de veras estuviera haciendo el trabajo
para el que se me paga. Aún esta ahí, no mira, mueve el pie, suspira, respira
lento y liviano aliento ácido. Sigo sin mirarlo, de seguro precisa algo, muevo
la cabeza, estiro los dedos. Introduce una mano al bolsillo, mira hacia el
suelo, las baldosas, el cable del teléfono. Tose, respira con más intensidad.
Yo sigo escribiendo, tranquilo, enérgico; con cara de asombro miro el monitor,
él aún no dice nada, faltan diez para las doce. No me puedo quejar: yo también
estoy haciendo cebo.
Preciso cortarme
un brazo, loco,
dejarlo sangrar un
poco
un poco nomás,
quizás dormirme
sangrando
dormirme quizás
No te preocupes,
mi amor.
Yo tampoco tengo
plata
pero al menos nos
tenemos,
nos tenemos, nos
tendemos
a la cama, aun así
tenemos
cama, aun así hay
amor,
amor, amor, no hay
plata
aún sin plata nos
tenemos,
amor, dolor,
dolor, amor
ven, vuelve a la
cama,
mañana encontraras
trabajo
y si Dios lo
quiere, solo si Dios lo quiere,
nos tendremos
ganas.
El niño frutilla era pequeño y
miedoso
No acostumbraba hablar mucho en
el colegio
La mayoría del tiempo no podía
pasar desapercibido
Le decían niño frutilla por las
cantidades de helado
que tomaba a mediodía. Siempre
se le veía con un
palito de agua rojo circulando
por el patio
Su rostro estaba completamente
colorado todo el tiempo,
Y también tenía marcas rojas en
su espalda y brazos.
Vivía en la casa del abuelo
materno y su delgado cinto de cuero con doble hebilla.
No me digas que no
pensás en Capote mientras las contás, aquella historia de navidad, por ejemplo,
donde el niño tiene que adivinar la cantidad de monedas del frasco y lo hace y
se las gana y compra regalos para todos sus hermanitos pobres y al final él solo se queda con el frasco y lo usa de pecera para su nuevo y mejor amigo, un pez dorado que
nada en círculos y lo acompaña en la pobreza, hambre y frío. No me digas que no
te acordás de toda esta historia que te estoy inventando usando a Capote de
referencia solo porque fue más original, a la hora de escoger un nombre, que
Raúl Vicente Trindade.
El perturbador mito de "mi hijo, el doctor" está en decadencia, gracias a todos los dioses. Haber trabajado de mozo, de obrero en la construcción, de almacenero, no ha sido obstáculo para que Raulito concluyera sus estudios secundarios ni para que -¡oh, prodigio! leyera (por interés personal) todo el Quijote o La Ilíada y La Odisea completas, y hasta el Ulises de Joyce. Pero, sin duda, hubo en sus raíces una familia que lo amamantó de la savia adecuada, y maestros que enseñaron con el ejemplo. ¡Un orgullo para esta Casa!"
1 comentario:
hoy te miraba y pensaba;
cuantas mujeres manejan un taladro?
no quise estropear el momento
solo permite que me perfores..
A mi noviecita.
Te quiero mucho Anita,
lo mejor desde este rincón del coño sur, bien diria Joaquin.
Alegria!
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