Oriunda de Ibicuy, Provincia de
Entre Ríos, Argentina. Residente en Campana (Buenos Aires).
Se dedica a la escritura y
fotografía; es Profesora de Dibujo y Pintura artística. Licenciada en
Psicología egresada de la UBA.
Ha sido seleccionada para
integrar diferentes Antologías poéticas desde los 15 años, como "Quemar
las naves" APEF 1992; Antología Poesía 94. Ediciones Nubla 1994;
"Homenaje a Oliverio Girondo" De los cuatro vientos Editorial 2003;
"Colección Territorio Sur 2005" De los cuatro vientos Editorial 2005,
y otras publicaciones en Internet.
La lectura, además de uno de los placeres más
importantes en mi vida, implica la posibilidad de pensar y de ser libres.
Las palabras son totalmente necesarias en
el alma de las personas. Por eso, también intento devolverlas, que circulen...
Lilia Mariana Rodas
Una siesta larga
Estaba a punto de cumplir cinco años
cuando aquella siesta me dejó incrustada una herida perpetua en el alma;
palabras que por primera vez escuchaba interrumpieron el silencio de mi pueblo
entrerriano: guerra, explosión, hundimiento, torpedo... muerte, con el tiempo
muerte... dolor, ausencia, espera, vacío, llantos, espera, angustia, espera,
espera...
Ver a mi madre sentada frente al
televisor esperando noticias de su único hermano que iba en el crucero,
cumpliendo con su colimba a sus escasos 18 años, mi madre joven, apenas
veinteañera, queriendo entender esa guerra, queriendo contestar a mis preguntas
reiteradas sobre la desaparición de aquel "tío Omar" que yo adoraba,
que veía tan grande, tan alto, tan soldado para ir a una guerra! tan niño-soldado!
Porque c
Cuando
cumplí mis dieciocho no pude entender cómo tantos adolescentes habían sido
enviados a una guerra tan desigual contra una de las potencias mundiales en
aquel momento.
Fui creciendo y ¡no pude entender
tantas cosas! No pude entender su muerte joven, no pude entender la ausencia de
su sonrisa pecosa, no pude entender la razón de la guerra, no pude entender por
qué nunca recibió mis chocolates y bufandas, no pude entender la decisión
tomada por aquel señor presidente sentado detrás de un escritorio, no pude
entender por qué volvieron tan flacos los que volvieron....
No puedo entender.
No puedo.
No olvido.
Cada 2 de mayo de mi vida huele a siesta y naranjas peladas al sol, huele a silencio, a explosión, a gritos
atroces, a llanto, a muertes.
Me faltaban
8 días para cumplir mis 5 años, pasaron 30 y sigo esperando...
Antes lo esperaba a él: quizá volvería
desmemoriado después de años y errante encontraría a su pueblo; quizá había
sido rescatado por las embarcaciones soviéticas que relata el libro "El
Halcón Perdido"...; quizá el cabo Zapata se equivocó y no era él quien
estaba dentro de esa balsa sobrecargada, y seguramente su compañero Hugo
también se equivocara, el que recién luego de diez
años pudo empezar a hablar y nos dijo que la balsa
fue alcanzada por el ancla del Crucero; quizá todos estaban equivocados y él
volvería, silencioso, sonriendo, caminando las arenas de su pueblo, recorriendo
las calles que hoy llevan su nombre de Conscripto Giorgi; quizá me reconozca si
le canto las canciones de Rafaela Carrá que cantábamos juntos! Quizá...
Pero después no fueron diez, fueron
quince años y él no volvía con sus pecas y su sonrisa a buscarme. Al cumplirse
los veinte...cuando fueron veinte, dejé de esperarlo. Seguramente fue el ancla
o el océano o ya no me importa qué fue, porque irremediablemente no vendrá,
pero sigo esperando alguna explicación coherente que me ayude a entender, que
me ayude a pensar en lo irrisorio de aquella guerra, o de cualquier otra, ¡
claro! pero sobretodo aquella que para nuestros soldados fue una doble guerra:
contra los ingleses y contra el hambre, el frío y sus jefes, sobretodo a
aquellos que les brillaban las botas después de un combate, como lo relata el
inglés en su libro "La Canción del
Soldado": no había barro en los jefes, no había hambre, no había miedos...
Sigo esperando alguna razón para
aquella muerte, para aquella ausencia en mi infancia que me marcó la vida para
siempre, que me hace temerle a los abandonos, que me hace permanecer sedienta
de justicia, que me hace estar en donde estoy y no olvidar y no rezar y no
creer y no caer y seguir levantándome una y otra vez para arrojar piedras
adonde haga falta! Alguien me decía hace un
tiempo citando a un poeta, que algunos nunca dejaremos
de tirar alguna piedra al aire, que siempre seguiremos tirando piedras...
Y él también,
siempre las seguirá tirando desde donde esté... Yo también quisiera seguir y
que muchos puedan seguir tirando piedras y no claudicar! Aunque a veces se hace
terriblemente difícil agacharse a levantarlas, elegirlas, saber si vale la pena
arrojarlas, porque a veces no llegan a ninguna parte... quizá uno no elige bien
las piedras, quizá no tiene la suficiente fuerza, pocas veces pude hacer
"patito" arrojando piedras en la costa de mi río... la mayoría de las
veces se hundían ni bien acariciaban el río, como se hundió con ese barco mi
primera muerte naufragada, hundiéndose con él mis esperanzas, mi creencia en la
justicia, en la paz, en el amor, en las verdades...Sin embargo... estarás en mí
siempre que yo crea que a las causas justas hay que pelearlas hasta las ultimas
consecuencias, y en el coraje que a veces tengo para frenar las injusticias, y
estarás cada vez que hablen de paz y no de guerras y estarás como un héroe en
mi corazón, niño soldado, ayudándome seguro a seguir levantando piedras y
tirando alguna juntos de vez en cuando....
Océano
No podía
ser de otra manera: amar implica para mí comenzar irremediablemente a instaurar
el dolor en esos vínculos, volverme insoportable, exigente, desconfiada, como
si esa guerra que empiezo a construir llevara inevitablemente al abandono, como
si incansablemente, perpetuamente, tuviera que repetirse aquel primer abandono,
aquella espera derruida por los ańos que pasan, que siguen pasando sin que yo logre
encontrar al dueńo de ese vacío, de ese hundimiento.
Y entonces, en esa
espera de aquel fantasma, vos, que podrías serlo,vos que podrías intentar serlo, vos a quien yo estaba dejando que por
ahí lo fueras...
Pero es
imposible que mi piel se sujete a alguien en medio de tanto océano... en medio
de tanta angustia barriendomé el alma.
Me llevás
el mundo en cada grito, me llevás el alma en cada lágrima, en cada huida, en
cada alejamiento y lo único que hago, que puedo hacer, es alejarte y alejarte y llevarte hasta el
fondo de ese océano y hundirte para que no me alcances porque me dí cuenta no
sé en cuál de algunas de estas noches
cercanas que vos también ibas a abandonarme.
Es irremediable ese abandono, ese reiterado abandono
irrevocable. Esa manera de quedarme sola hasta hundirme con vos en ese
silencio, en ese silencio que se queda siempre conmigo después de los gritos
desgarradores por donde mi garganta escupe el alma.
Y así no
podía ser de otra manera: amar se me convierte siempre en esa angustia, en ese
olor a abandono, en el miedo a quedarme
sola y hundida en algún fondo de algún océano que silencie mis gritos, que los
ahogue, que me ahogue el alma, la vida, el cuerpo y el amor que no debo sentir.
Ese amor que intenta rescatarme pero que siempre me suelta las manos cuando
estoy empezando a creer que puedo salvarme.
Desprendimiento
Túnel caliente
Sangre desde el comienzo
Los
hijos te perduran y los hijos de tus hijos… eso es…
Mi temor a ser madre es no poder ya morirme…
Ana Gómez, en la lectura de Una siesta larga, de Lilia Mariana Rodas. Cuando compartimos, también el dolor genera milagros. ¡Gracias, Ani! ¡Nadie mejor que vos, uruchilenísima, para repartir emoción. |
1 comentario:
hola lilia ni te inmaginas quien soy pero por la dudas que me recuerdes soy Fabian Robaina . que sorpresa no se como llegue a esta pagina pero me sorprendio , te mando un saludo y aun tengo un dibujo de un caballo que tu me regalaste . saludos , Fabian tel 114546 1500
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