martes, 23 de enero de 2018

“Hay en mí del holandés, / del negro y del inglés. / Y: o soy nadie o soy una nación”. - Derek Walcott

23 de Enero de 1930- Santa Lucía, Antillas.
Cuando un jarrón se rompe, el amor que vuelve a juntar los fragmentos es más fuerte que aquel otro que no valoraba conscientemente su simetría intacta. La cola que restaura las piezas es la autenticación de su forma original. Un amor semejante es el que vuelve a reunir nuestros fragmentos asiáticos y africanos, la rota reliquia que, una vez restaurada, devela blancas cicatrices. Esta reunión de trozos es la pena y la nostalgia de las Antillas, y si las piezas son desparejas, si no se ajustan bien, ellas contienen más pesadumbre que su figura original; esos iconos y vasijas sagradas se revisten de una realidad que renueva sus ancestrales lugares. El arte antillano es esta restauración de nuestras historias hechas añicos, de nuestros cascos de vocabulario, lo cual convierte a nuestro archipiélago en un sinónimo de los pedazos separados del continente originario. Y este es el procedimiento exacto para hacer poesía, o eso que debería llamarse, no “hacer”, sino rehacer la memoria fragmentada, la armadura que encierra al dios, incluso el rito que lo entrega a la pira final; el dios armado caña a caña, junco flexible tras junco flexible, cuerda trenzada tras cuerda, tal como los artesanos de Felicity erguían su resonancia divina.

La poesía es como el sudor de la perfección, pero debe parecer tan fresca como las gotas de la lluvia sobre la frente de una estatua; combina lo natural con lo marmóreo, conjuga ambos tiempos: el pasado y el presente; el pasado es la estatua y el presente el rocío o la lluvia sobre su frente. Existe el lenguaje amortajado y el vocabulario individual: y el oficio de la poesía es excavación y descubrimiento de uno mismo. En lo que corresponde al tono, la voz personal es un dialecto; forma su propio acento, su propio vocabulario y su propia melodía, desafiando el concepto imperial del lenguaje; el lenguaje de Ozymandias, de las bibliotecas y los diccionarios, de las cortes de justicia y los críticos, las iglesias, las universidades, el dogma político y la dicción de las instituciones. La poesía es una isla que se separa del continente. Los dialectos de mi archipiélago me parecen tan frescos como las gotas de la lluvia sobre la frente de la estatua; no son sudor brotado del clásico mármol adusto, sino condensación de un elemento refrescante, lluvia y sal.

Derek Walcott

Revista Clave
De: https://www.otraparte.org





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