Virginia Woolf- 25 de enero de 1882- Londres |
Lunes o martes
Perezosa e indiferente,
sacudiendo con facilidad el espacio de sus alas, conocedora de su camino, pasa
la garza sobre la iglesia, bajo el cielo. Blanco e indiferente, ensimismado, el
cielo cubre y descubre sin cesar, se va y se queda. ¿Un lago? ¡Quítale las
orillas! ¿Una montaña? Sí, perfecto, con el oro del sol en las laderas. Cae
desde lo alto. Helechos o plumas blancas, siempre, siempre…
Deseando la verdad, esperándola,
destilando laboriosamente unas pocas palabras, deseando siempre (se inicia un
grito a la izquierda, otro a la derecha; ruedas golpean divergentes; omnibuses
se conglomeran en conflicto), deseando siempre (el reloj asevera con doce
claras campanadas que es mediodía; la luz vierte escamas de oro; niños se
arremolinan), deseando siempre verdad. Roja es la cúpula; de los árboles
cuelgan monedas; el humo sale lento de las chimeneas; ladrido, alarido, grito.
«Compro metal»… ¿Y la verdad?
Como rayos orientados hacia un
punto, pies de hombres, pies de mujeres, negros o con incrustaciones doradas (Esa
niebla… ¿Azúcar? No, gracias… La commonwealth del futuro), la luz del fuego
salta y deja roja la estancia, salvo las negras figuras y sus ojos brillantes,
mientras descargan una camioneta fuera, la señorita Thingummy sorbe té en su
mesa escritorio, y las vitrinas protegen abrigos de pieles.
Cacareada, leve cual hoja, rizada en los bordes, pasada por
las ruedas, plateada, en casa o fuera de casa, reunida, esparcida, derrochada
en diferentes platillos de la balanza, barrida, sumergida, desgarrada, hundida,
ensamblada… ¿Y la verdad?
Recordar ahora junto al fuego del hogar la blanca plaza de
mármol. De las profundidades de marfil se alzan palabras que vierten su
negrura, florecen y penetran. El libro caído; en la llama, en el humo, en las
perecederas chispas; o ya viajando, la bandera en la plaza de mármol, minaretes
debajo y mares de la India, mientras los espacios azules corren y las estrellas
brillan… ¿la verdad?, o bien, ¿satisfacción con su proximidad?
Perezosa e indiferente la garza regresa; el cielo cubre con
un velo sus estrellas; las borra luego.
De: CiudadSeva.com
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