domingo, 18 de diciembre de 2016

Un Andacalles es también un Andacielos.




La producción literaria rotulada como “infantil” o “juvenil” (términos aún en discusión) goza de muy buena salud en este Uruguay, vivero de talentos artísticos y enamorados o practicantes de todas las Artes.

Sin desmerecer ninguna creación ni estilo, hace tiempo que no leíamos una obra tan original como Líber Andacalles.

La presentación del objeto-libro es realmente una joyita, muy disfrutable, desde el tacto hasta la interpretación gráfica. Cualquier niño sentirá completo pero renovado placer. La energía que el ilustrador  -Alejandro Rodríguez Juele- aplica a las imágenes genera una atmósfera ideal para ese encantamiento que todos y todas hemos sentido alguna vez ante una obra, y que nos ha conducido a insistir en que nos sea leída por centésima vez, y a acariciarla y hasta a olerla, como si fuera una criatura viva.

¿Acaso no lo es? En este caso tan singular, las vidas escapan de los vallados del tiempo, porque la escritora, manejando con exquisita solvencia la estrategia de la intertextualidad, logra que uno de nuestros más entrañables pero progresivamente olvidado creador –como lo es Líber Falco- vuelva a respirar a través de ese aire fresco, asombrado y aventurero de Andacalles. Realmente, Laura Chalar moldea una historia exquisita, plena de valores literarios y culturales y ciudadanos, una de esas historias que anidarán en la memoria emocional de y por varias generaciones.


Sería muy acertado introducir esta preciosa obra en la vida familiar. Estas fiestas pueden ser el momento propicio para que Líber y Andacalles nos muestren otras sendas, atajos muy distantes de los terrenales shoppings.  









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