De dolores hundidos, de fantasías impropias,
de
corazones encadenados, ensombrecidos,
atacan en
procesión de pálpitos
las letras
que deshielan mis absurdos sentidos.
Y es en ese
minuto fugaz, es en ese escalofrío,
sea en luz
u oscuridad,
sea en
calma o tempestad,
que me
extingo y revivo.
Y entonces
admiro lo silvestre,
la tierra y
el río.
Me visto de
humildad,
me entrego
a la inquietud
que en
previa perplejidad
me salvó
del hastío.
Me lleno de
memorias, de imaginación y de réplica.
Me nutro de
ausencias y de olvido.
¿ Quién
dijo que estar en soledad es sentirse vacío?
No hay más
abundancia que en la poesía.
Viviana
Gutiérrez
Para Erato
Es oler.
Es tocar.
Es
saborear.
Es oír.
Es ver.
Todo por
primera vez.
Es la
máscara y el desnudo.
Es la rosa
y es el sable.
Es el
adiós y la bienvenida.
Es la rima
recatada,
y el verso
caprichoso.
II
Coronada
con mirto y rosas,
aparecías
lejana e inescrutable.
Pero tu
disimulado canto
horadó
mi alma.
Y yo, ya
sin fuerzas, me arrodillé
en la
derrota.
Me
acariciaste con palabras,
llenando
un mundo
hasta ahora
invisible.
Latente.
Andrea Alves
La flor del primate
Poesía,
flor apenas visible
que anida sigilosa en el cerebro del primate
que soy, que eres, que somos,
aún.
El borde de sus pétalos
desafilando pacientemente
las pétreas puntas
que los más fieros cinceles
denodadamente han tallado
entre las rojas corrientes donde braceamos para la vida.
Pero sólo a veces
se siente ese balsámico roce.
(La energía del púrpura puede atravesar tus más escondidas células y
paralizar hasta tu tacto.)
Flor obstinada la poesía.
Porque
desde las falanges de tus pies
arremete
y enroscando
su fragancia
en
tu vástago óseo,
por el agujero occipital
quizá a la más débil de las ramitas de su insólito nido
la cuelga,
para que el adolorido primate (nosotros, tú, yo)
guturee
acerca del paisaje que ha teñido de escarlata sus porfiadas plantas.
Entonces
sí,
apenas
por
ese
instante,
asoma
nuestra
exclusiva
flor.
Carbonilla
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