20 de noviembre de 1752- Bristol- Inglaterra |
Thomas
Chatterton fue uno de los primeros escritores en emplear el recurso de la
heteronimia.
Diecisiete años
le fueron suficientes para crear a varios “autores”, como el monje medieval
Thomas Rowley –el más famoso-. Todos “compusieron” poemas, baladas,
genealogías, biografías y autobiografías, piezas periodísticas y teatrales,
sátiras; todos “se conocían” entre sí y, en consecuencia, se escribían cartas o
se traducían mutuamente.
En la fugaz vida
de Thomas, el hambre fue una motivación más poderosa que la educación formal pues
a los cinco años la escuela en la que estaba inscrito lo expulsó “por inútil”.
A los siete, ya había aprendido a leer y escribir sin ayuda de ningún maestro;
sólo la miseria padecida en su hogar empujaba su aprendizaje y su imaginación.
Murió solito en
un altillo alquilado en Londres.
Entonces se dijo
que se había suicidado, a pesar de estar trabajando para varios periódicos reconocidos.
Hoy se sabe que ingirió una sobredosis involuntaria de láudano y arsénico para contrarrestar
los efectos de una gonorrea.
Sin embargo, su
poema “Despedidas” abre un paréntesis que la ficcionalización propia del arte
no permite cerrar.
DESPEDIDAS
“Adiós, Bristol, inmunda ciudad de ladrillos.
Amantes de la riqueza, adoradores del engaño,
rechazaron a puntapiés al niño que divulgó
viejas acusaciones,
y que por aprender pagó con una fama vacía.
Adiós, Gobernador, sigue tragando idiotas
con tus eternas armas de corrupción.
Me voy donde soplan himnos celestiales,
pero tú, cuando mueras, te hundirás en el infierno.
Hasta siempre, Madre: acaba, por fin, mi alma
angustiada.
No permitas que me equivoque.
Ten misericordia, Cielo, cuando deje de vivir.
Y perdonen este último acto de miseria”.
Thomas Chatterton
Fuentes:
Librería Barco De Papel.html
almadelmar.blogspot.com
http://www.letrasargentinas.com.ar
CHATTERTON
La esperma del ahorcado, un ágata, el ojo salaz del
basilisco,
cómo a través del pomo que figura una lágrima hipócrita
se ve flotar en tanta imagen la luz violeta del crepúsculo.
Irrisorio nepente que beberé para engendrar
la versión que algún día se aliará con mi nombre.
¿Habré mentido hasta el final, esta última flaqueza
que dejará en mi boca su amarga flor de espino?
¡Oh mi verdad, pequeña luna entre los dedos,
incomprensible fábula secreta!
Me encontrarán, me lavarán, me enterrarán silbando.
Perdonad si no ayudo,
poco tendré que ver con esos ritos.
Soy mi primer historiador, juglar de ausencias. ¿Quién
podría acusarme
otra vez de falsario? Ya no es falso
esto que se confunde con los otros fantasmas; una niñez,
un reino, una poesía,
una mujer que juega con su anillo.
Alza entonces la copa, Thomas Rowley, bebamos
esta demostración perfecta de inocencia.
Julio Cortázar
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