Trascendió hoy por los medios una situación
que, de mantener el decoro lingüístico, habría que calificar de surrealista.
Pero como el lenguaje es un instrumento válido en tanto logre reflejar siquiera
un ápice de la realidad, la mentada situación sólo admite los crudos calificativos
de “perturbadora”, “repulsiva”, “intolerable”.
El caso difundido es el de un “Señor” Juez,
del que curiosamente se omitió el nombre, quien liberó a los dos violadores de
una jovencita de 13 años, alumna del Liceo 74 de Montevideo, aduciendo escasez
de pruebas.
Las Naciones Unidas, a través de la Oficina
del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, recomienda a los países
miembros, en sus incisos c) y d) del Apartado II:
“Dar
a quienes afirman ser víctimas de una violación de sus derechos humanos o del
derecho humanitario un acceso equitativo y efectivo a la justicia, como se
describe más adelante, con independencia de quién resulte ser en definitiva el
responsable de la violación”; y “Proporcionar a las víctimas recursos eficaces,
incluso reparación, como se describe más adelante”.
Como ciudadana de este país en el
que crecen en forma astronómica las cifras de abuso fatal contra mujeres,
ancian@s y niñ@s, como docente en contacto permanente con l@s jóvenes -que
resultan ser los seres más escandalosamente vulnerados día a día y desde ámbitos
insospechados-, como madre, como mujer, me siento visceralmente obligada a
reclamar que se revea la adjudicación de cargo tan delicado a una persona que
no puede permanecer en ese contexto profesional ni un segundo más; su
incompetencia funcional no admite la más leve contemplación ni siquiera
habiendo mediado el posible hecho de que la Policía -auxiliar de la Justicia- no
hubiera presentado suficientes pruebas. Acaso,¿revela su veredicto la adopción
de recursos eficaces para que la equidad haya sido una garantía para la víctima?
¿Carece del poder para generar esos recursos? ¿O una menor que no pertenece al
estatus siempre privilegiado no merece ser considerada víctima? ¿Cómo puede
administrar justicia un individuo que descarta la declaración y la condición de
una joven violada? ¿Con esa misma vara se impartió justicia en las decenas de
casos de abusadores de menores -respetables miembros de la comunidad en
balnearios y zonas de fronteras- que siguen operando con la mayor impunidad?
¡Ah, aquí hemos arribado a la madre de las palabras: impunidad! Una vez
instalada, la impunidad carcome cualquier carne (y de cualquier pelo) pero
prefiere, como los caranchos y afines, la que ya está en descomposición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario