sábado, 6 de septiembre de 2014

Tomás Campanella, un precursor del socialismo científico.

5 de setiembre de 1568- Italia
Escritor, filósofo, sacerdote.


Comunidad de vida y de trabajo. Distribución de este último entre los hombres y las mujeres.


ALMIRANTE.- Son comunes las casas, los dormitorios, los lechos y todas las demás cosas necesarias. Pero al fin de cada semestre los Maestros eligen las personas que deben dormir en uno u otro lugar, quiénes en la primera habitación y quiénes en la segunda. Esta distribución se indica por medio de alfabetos, colocados en la parte superior de las puertas. Las artes mecánicas y especulativas son comunes a hombres y mujeres. Hay, sin embargo, la diferencia de que los ejercicios más pesados y que exigen caminar (como arar, sembrar, recoger los frutos, trabajar en la era y en la vendimia, etc.) son ejecutados por los varones. Las mujeres suelen dedicarse también a ordeñar las ovejas y hacer queso. Asimismo, van a cultivar y recoger hierbas en los huertos situados cerca de los muros de la ciudad. Los trabajos que pueden realizarse estando de pie o sentado (como tejer, hilar, coser, cortar el pelo, afeitar, preparar drogas y confeccionar toda clase de vestidos) conciernen a las mujeres, pero les está prohibido trabajar la madera y fabricar armas. Si alguna de ellas muestra aptitud para la pintura, se le concede ejercitarse en ella. En cambio, la música en todas sus formas, excepto la producida mediante trompetas y tambores, solamente está permitida a las mujeres y a veces a los niños, porque unas y otros pueden causar mayor deleite. Ellas hacen también la comida y preparan la mesa, pero el servir la comida es obligación peculiar de los niños y de las niñas hasta que cumplen la edad de veinte años. Cada recinto tiene sus propias cocinas, despensas y aparadores con los utensilios necesarios para comer y beber. Cada función está presidida por un viejo de edad provecta y además por una anciana, quienes de común acuerdo dan órdenes a los servidores y están autorizados para golpear -o mandar golpear- a los negligentes o díscolos. Ambos vigilan y toman nota de la clase de servicio en que más se distingue cada niño o niña. Todos los jóvenes sirven a los que han sobrepasado los cuarenta años, pero es deber de los Maestros y de las Maestras velar por la noche cuando se van a dormir y enviar por la mañana a su respectivo quehacer a aquellos que por orden han de realizarlos, eligiendo uno o dos por cada habitación.


De: La Ciudad del Sol



Filósofo italiano, es reconocido como uno los principales representantes del pensamiento renacentista de su país. Olvidado durante varios siglos, su pensamiento ha sido revalorizado en el presente.

Nacido en Stilo (Calabria), cambió su nombre original, Givanni, por el de Tommaso al entrar en el convento de los dominicos. En el convento leyó a Erasmo, Ficino y Telesio; compartió el antiaristotelismo de este último, y cuyas doctrinas defendió en la Philosophia sensibus demonstrata (1591). Este hecho, unido al interés que demostraba por las artes mágicas, despertaron las sospechas de sus superiores, por lo cual huyó a Nápoles, donde estudió magia y ocultismo con G. Della Porta.

Sometido a un primer proceso por herejía en 1591, huyó nuevamente del convento y se trasladó a Padua, donde conoció a Galileo. Después de varios procesos, y de haber sido condenadas todas sus obras, fue confinado a un convento de su orden en Calabria. Sus escritos principales de este período son: De sensitiva rerum facultate, De monarchia christianorum, De regimine Ecclesiae, Discorsi ai principi d'Italia, Dialogo contro Luterani, Calvinisti, e altri eretici. Durante su confinamiento en Calabria urdió una conjura contra los españoles. Descubierto y capturado, fue llevado a juicio, pero fingió estar loco y así se libró de la pena de muerte. Sin embargo, fue condenado a prisión perpetua. En la cárcel pasó 27 años, período que se caracteriza por dos hechos: la metanoia filosófica del propio Campanella y la producción literaria. Con respecto a la primera, Campanella abandonó el sensismo y el naturalismo religioso sin dogmas, y se entregó, como él mismo declara, "a la verdadera religión, después de haberse comportado en forma poco cristiana".
Fruto de su actividad literaria fueron las obras: La città del sole, su obra más conocida, en la que describe una sociedad que vive según las leyes de la naturaleza y que espera, por la revelación, una vida mejor; Metaphisica, gran enciclopedia en 18 libros; Theologia, en 30 libros; y las dos obras de teología práctica: Atheismus triumphatus y Reminiscentur. Sobre la acción política de las naciones católicas tratan La monarchia di Spagna y Antiveneti. Escribió también en defensa de Galileo Apologia pro Galileo, en la que enseña que no es la Biblia la que esclarece la física, sino ésta a aquélla, en los pasajes que sea necesario.
Liberado de la cárcel en 1629, gozó del favor del Papa Urbano VIII, quien le tomó como consultor en asuntos de astrología y política. Pero reclamado de nuevo por los españoles por suponer que formaba parte de una nueva conspiración en Nápoles, se ve obligado a huir a Francia en 1634. Aquí es bien acogido por el rey Luis XIII, y respetado tanto por intelectuales como por nobles. Es en Francia donde publica Philosophia realis, Quaestiones y De Praedestinatione. Muerto en el convento de San Honorato, sus cenizas fueron dispersadas durante las turbulencias de la Revolución.


Fragmentos extraídos de: www.mcnbiografias.com


Campanella es uno de los grandes genios de la humanidad, una de esas figuras que nos hacen --cuando tantas conductas nos dan vergüenza de pertenecer al género humano-- reconciliarnos con la especie de la que somos miembros.

El Cardenal Pallavicini dijo que Campanella era un hombre que lo ha leído todo, que lo recuerda todo, de descollante talento, pero indomable. ¿Qué mayor elogio? A Campanella le daríamos, así, el título honorífico de uir indomabilis, hombre indomable. Adalid de la justicia, no se deja domeñar ni doblegar.

Cuando mencionamos sus estancias en prisión, hay que tener en cuenta que los presidios y calabozos de la época eran mazmorras angostísimas, lóbregas, húmedas, plagadas de ratas y parásitos, malolientes, sin ventilación; que las condiciones de detención eran espantosas, crueles, vejatorias; que durante sendas fases iniciales de varios de esos encarcelamientos --podían ser semanas, meses o años-- Campanella sufrió sádicos interrogatorios bajo la tortura (y la Inquisición Real sabía cómo torturar, porque los mejores médicos de la época la asesoraban sobre cómo infligir el máximo dolor, aprovechando para ello los avances de la ciencia anatómica, que iba adelantando día a día).

¿Qué elogio sería bastante para un hombre que, en esas condiciones (encarcelado bajo falsas acusaciones, sólo porque sus ideas parecían peligrosas al poder, aunque nunca hiciera llamamiento alguno a la lucha contra ese poder), lejos de amilanarse, lejos de agachar la cabeza, sigue escribiendo sus obras --en latín y en italiano--, argumentando, demostrando sus tesis, abogando por el comunismo, denunciando la propiedad privada y desenmascarando las argucias de sus ensalzadores (y eso sin tener acceso a bibliotecas, citando de memoria, teniendo que mendigar a sus carceleros papel y tinta)?

De: Lorenzo Peña
eroj@eroj.org
Director de ESPAÑA ROJA



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