martes, 30 de septiembre de 2014

“Quiero vivir y morir en el ejército de los humildes”- Miguel de Unamuno

¿La leíste? Pues... sería muy interesante releerla...






















Nivola es un término introducido por Miguel de Unamuno para referirse a una forma particular de ficción narrativa diferente a la novela realista imperante a finales del siglo XIX. “Nivola” es una deformación del término clásico “novela”, gracias a la que Unamuno pretendía mostrar la distancia entre su peculiar forma narrativa y aquélla.

La palabra nivola aparece por primera vez como subtítulo de la obra de Unamuno ‘Niebla’, escrita en 1907. Es en esta obra donde mejor se observan las características de la nivola, aunque también se rastrean en otras obras unamunianas, ‘Abel Sánchez’, ‘Amor y pedagogía’ o ‘La tía Tula’.

Podemos resumir las características de las nivolas en los siguientes rasgos:

Predominio de la idea sobre la forma (igual que en su obra poética y dramática). De hecho, novelas como ‘Amor y pedagogía’ se encuentran cerca del subgénero de la novela de tesis.
Escaso desarrollo psicológico de los personajes, que suelen estar caracterizados por un único rasgo de su personalidad. Son personajes planos, frente a los “redondos” de la novela realista. Los protagonistas d elas nivolas son encarnaciones de una idea o una pasión, que les impedirá relacionarse con el mundo con normalidad.
Breve ambientación realista: se acentúa el carácter abstracto y atemporal de las novelas al no detallar el lugar o la época en la que se desarrollan.
Predominio del diálogo y el monólogo en detrimento de la descripción.
Gestación “vivípara”, en palabras del propio Unamuno, frente a la lenta y progresiva producción de las novelas realistas (“gestación ovípara”). Esto significa que las nivolas tienen un nacimiento apresurado y no precedido de una larga época de preparación, documentación y planificación.
Estas diferencias respecto a la novela realista, que da cuenta de la voluntad rompedora de Unamuno, no fue bien acogida por la crítica, pero sí tuvo buen recepción por parte del público general.

En el prólogo a la tercera edición de ‘Niebla’ (“O sea, historia de Niebla”), Unamuno nos deja una explicación del término nivola, jugando con otros neologismos, “opopeya” y “trigedia”:

He oído también contar de un arquitecto arqueólogo que pretendía derribar una basílica del siglo X, y no restaurarla, sino hacerla de nuevo como debió haber sido hecha y no como se hizo. Conforme a un plano de aquella época que pretendía haber encontrado. Conforme al proyecto del arquitecto del siglo X. ¿Plano? Desconocía que las basílicas se han hecho a sí mismas saltando por encima de los planos, llevando las manos de los edificadores. También de una novela, como de una epopeya o de un drama, se hace un plano; pero luego la novela, la epopeya o el drama se imponen al que se cree su autor. O se le imponen los agonistas, sus supuestas criaturas. Así se impusieron Luzbel y Satanás, primero, y Adán y Eva, después, a Jehová. ¡Y ésta sí que es nivola, u opopeya o trigedia! Así se me impuso Augusto Pérez. Y esta trigedia la vio, cuando apareció esta mi obra, entre sus críticos, Alejandro Plana, mi buen amigo catalán. Los demás se atuvieron, por pereza mental, a mi diabólica invención de la nivola. Esta ocurrencia de llamarle nivola (ocurrencia que en rigor no es mía, como lo cuento en el texto) fue otra ingenua zorrería para intrigar a los críticos. Novela y tan novela como cualquiera otra que así sea. Es decir, que así se llame, pues aquí ser es llamarse. ¿Qué es eso de que ha pasado la época de las novelas? ¿O de los poemas épicos? Mientras vivan las novelas pasadas vivirá y revivirá la novela. La historia es resoñarla.


De: http://www.papelenblanco.com


 



















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