20 de agosto de 1890- Estados Unidos |
Notas sobre el arte de escribir cuentos fantásticos - H.P. Lovecraft
La razón por la cual escribo cuentos
fantásticos es porque me producen una satisfacción personal y me acercan a la
vaga, escurridiza, fragmentaria sensación de lo maravilloso, de lo bello y de
las visiones que me llenan con ciertas perspectivas (escenas, arquitecturas,
paisajes, atmósfera, etc.), ideas, ocurrencias e imágenes. Mi predilección por
los relatos sobrenaturales se debe a que encajan perfectamente con mis
inclinaciones personales; uno de mis anhelos más fuertes es el de lograr la
suspensión o violación momentánea de las irritantes limitaciones del tiempo,
del espacio y de las leyes naturales que nos rigen y frustran nuestros deseos
de indagar en las infinitas regiones del cosmos, que por ahora se hallan más
allá de nuestro alcance, más allá de nuestro punto de vista. Estos cuentos
tratan de incrementar la sensación de miedo, ya que el miedo es nuestra más
fuerte y profunda emoción y una de las que mejor se presta a desafiar los
cánones de las leyes naturales. El terror y lo desconocido están siempre
relacionados, tan íntimamente unidos que es difícil crear una imagen
convincente de la destrucción de las leyes naturales, de la alienación cósmica
y de las presencias exteriores sin hacer énfasis en el sentimiento de miedo y
horror. La razón por la cual el factor tiempo juega un papel tan importante en
muchos de mis cuentos es debida a que es un elemento que vive en mi cerebro y
al que considero como la cosa más profunda, dramática y terrible del universo.
El conflicto con el tiempo es el tema más poderoso y prolífico de toda expresión
humana.
Mi forma personal de escribir un
cuento es evidentemente una manera particular de expresarme; quizá un poco
limitada, pero tan antigua y permanente como la literatura en sí misma. Siempre
existirá un número determinado de personas que tenga gran curiosidad por el
desconocido espacio exterior, y un deseo ardiente por escapar de la
morada-prisión de lo conocido y lo real, para deambular por las regiones
encantadas llenas de aventuras y posibilidades infinitas a las que sólo los
sueños pueden acercarse: las profundidades de los bosques añosos, la maravilla
de fantásticas torres y las llameantes y asombrosas puestas de sol. Entre esta
clase de personas apasionadas por los cuentos fantásticos se encuentran los
grandes maestros -Poe, Dunsany, Arthur Machen, M. R. James, Algernon Blackwood,
Walter de la Mare; verdaderos clásicos- e insignificantes aficionados, como yo
mismo.
Sólo hay una forma de escribir un
relato tal y como yo lo hago. Cada uno de mis cuentos tiene una trama
diferente. Una o dos veces he escrito un sueño literalmente, pero por lo
general me inspiro en un paisaje, idea o imagen que deseo expresar, y busco en
mi cerebro una vía adecuada de crear una cadena de acontecimientos dramáticos
capaces de ser expresados en términos concretos. Intento crear una lista mental
de las situaciones mejor adaptadas al paisaje, idea, o imagen, y luego comienzo
a conjeturar con las situaciones lógicas que pueden ser motivadas por la forma,
imagen o idea elegida.
Mi actual proceso de composición
es tan variable como la elección del tema o el desarrollo de la historia; pero
si la estructura de mis cuentos fuese analizada, es posible que pudiesen
descubrirse ciertas reglas que a continuación enumero:
1) Preparar una sinopsis o
escenario de acontecimientos en orden de su aparición; no en el de la
narración. Describir con vigor los hechos como para hacer creíbles los
incidentes que van a tener lugar. Los detalles, comentarios y descripciones son
de gran importancia en este boceto inicial.
2) Preparar una segunda sinopsis
o escenario de acontecimientos; esta vez en el orden de su narración, con
descripciones detalladas y amplias, y con anotaciones a un posible cambio de
perspectiva, o a un incremento del clímax. Cambiar la sinopsis inicial si fuera
necesario, siempre y cuando se logre un mayor interés dramático. Interpolar o
suprimir incidentes donde se requiera, sin ceñirse a la idea original aunque el
resultado sea una historia completamente diferente a la que se pensó en un
principio. Permitir adiciones y alteraciones siempre y cuando estén lo
suficientemente relacionadas con la formulación de los acontecimientos.
3) Escribir la historia
rápidamente y con fluidez, sin ser demasiado crítico, siguiendo el punto (2),
es decir, de acuerdo al orden narrativo en la sinopsis. Cambiar los incidentes
o el argumento siempre que el desarrollo del proceso tienda a tal cambio, sin
dejarse influir por el boceto previo. Si el desarrollo de la historia revela
nuevos efectos dramáticos, añadir todo lo que pueda ser positivo, repasando y
reconciliando todas y cada una de las adiciones del nuevo plan. Insertar o
suprimir todo aquello que sea necesario o aconsejable; probar con diferentes
comienzos y diferentes finales, hasta encontrar el que más se adapte al
argumento. Asegurarse de que ensamblan todas las partes de la historia desde el
comienzo hasta el final del relato. Corregir toda posible superficialidad
-palabras, párrafos, incluso episodios completos-, conservando el orden
preestablecido.
4) Revisar por completo el texto,
poniendo especial atención en el vocabulario, sintaxis, ritmo de la prosa,
proporción de las partes, sutilezas del tono, gracia e interés de las
composiciones (de escena a escena de una acción lenta a otra rápida, de un
acontecimiento que tenga que ver con el tiempo, etc.), la efectividad del
comienzo, del final, del clímax, el suspenso y el interés dramático, la
captación de la atmósfera y otros elementos diversos.
5) Preparar una copia esmerada a
máquina; sin vacilar por ello en acometer una revisión final allí donde sea
necesario.
El primero de estos puntos es por
lo general una mera idea mental, una puesta en escena de condiciones y
acontecimientos que rondan en nuestra cabeza, jamás puestas sobre papel hasta
que preparo una detallada sinopsis de estos acontecimientos en orden a su
narración. De forma que a veces comienzo el bosquejo antes de saber cómo voy
más tarde a desarrollarlo.
Considero cuatro tipos diferentes
de cuentos sobrenaturales: uno expresa una aptitud o sentimiento, otro un
concepto plástico, un tercer tipo comunica una situación general, condición,
leyenda o concepto intelectual, y un cuarto muestra una imagen definitiva, o
una situación específica de índole dramática. Por otra parte, las historias
fantásticas pueden estar clasificadas en dos amplias categorías: aquellas en
las que lo maravilloso o terrible está relacionado con algún tipo de condición
o fenómeno, y aquéllas en las que esto concierne a la acción del personaje con
un suceso o fenómeno grotesco.
Cada relato fantástico -hablando
en particular de los cuentos de miedo- puede desarrollar cinco elementos
críticos: a) lo que sirve de núcleo a un horror o anormalidad (condición,
entidad, etc,); b) efectos o desarrollos típicos del horror, c) el modo de la
manifestación de ese horror; d) la forma de reaccionar ante ese horror; e) los
efectos específicos del horror en relación a lo condiciones dadas.
Al escribir un cuento
sobrenatural, siempre pongo especial atención en la forma de crear una
atmósfera idónea, aplicando el énfasis necesario en el momento adecuado. Nadie
puede, excepto en las revistas populares, presentar un fenómeno imposible,
improbable o inconcebible, como si fuera una narración de actos objetivos. Los
cuentos sobre eventos extraordinarios tienen ciertas complejidades que deben
ser superadas para lograr su credibilidad, y esto sólo puede conseguirse
tratando el tema con cuidadoso realismo, excepto a la hora de abordar el hecho sobrenatural.
Este elemento fantástico debe causar impresión y hay que poner gran cuidado en
la construcción emocional; su aparición apenas debe sentirse, pero tiene que
notarse. Si fuese la esencia primordial del cuento, eclipsaría todos los demás
caracteres y acontecimientos, los cuales deben ser consistentes y naturales,
excepto cuando se refieren al hecho extraordinario. Los acontecimientos
espectrales deben ser narrados con la misma emoción con la que se narraría un
suceso extraño en la vida real. Nunca debe darse por supuesto este suceso
sobrenatural. Incluso cuando los personajes están acostumbrados a ello, hay que
crear un ambiente de terror y angustia que se corresponda con el estado de
ánimo del lector. Un descuidado estilo arruinaría cualquier intento de escribir
fantasía seria.
La atmósfera y no la acción, es
el gran desiderátum de la literatura fantástica. En realidad, todo relato
fantástico debe ser una nítida pincelada de un cierto tipo de comportamiento
humano. Si le damos cualquier otro tipo de prioridad, podría llegar a
convertirse en una obra mediocre, pueril y poco convincente. El énfasis debe
comunicarse con sutileza; indicaciones, sugerencias vagas que se asocien entre
sí, creando una ilusión brumosa de la extraña realidad de lo irreal. Hay que
evitar descripciones inútiles de sucesos increíbles que no sean significativos.
Éstas han sido las reglas o
moldes que he seguido -consciente o inconscientemente- ya que siempre he
considerado con bastante seriedad la creación fantástica. Que mis resultados
puedan llegar a tener éxito es algo bastante discutible; pero de lo que sí
estoy seguro es que, si hubiese ignorado las normas aquí arriba mencionadas,
mis relatos habrían sido mucho peores de lo que son ahora.
De: CiudadSeVa.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario