Que la noche pelirroja nos vea
andar de cara al aire, favorecer la aparición de las figuras del sueño y del
insomnio, que una mano baje lentamente por espaldas desnudas hasta arrancar ese
quejido de amor que viene del fuego y la caverna, primera dulce tregua del
miedo de la especie, que por la rue du Dragon, por la Vuelta de Rocha, por
King's Road, por la Rampa, por la Schulerstrasse marche ese hombre que no se
acepta cotidiano, clasificado obrero o pensador, que no se acepta ni parcela ni
víspera ni ingrediente geopolítico, que no quiere el presente revisado que
algún partido y alguna bibliografía le prometen como futuro; ese hombre que
acaso se hará matar en un frente justo, en una emboscada necesaria, que
chacales y babosas torturarán y envilecerán, que jefes alzarán al puesto de
confianza, que en tanto rincón del mundo tendrá razón o culpa en el molino de
las vísperas; para ése, para tantos como ése, un dibujo de la realidad trepa por
las escaleras de Jaipur, ondula sobre sí mismo en el anillo de Moebius de las
anguilas, anverso y reverso conciliados, cinta de la concordia en la noche
pelirroja de hombres y astros y peces. Imagen de imágenes, salto que deje atrás
una ciencia y una política a nivel de caspa, de bandera, de lenguaje, de sexo
encadenado, desde lo abierto acabaremos con la prisión del hombre y la
injusticia y el enajenamiento y la colonización y los dividendos y Reuter y lo
que sigue; no es delirio lo que aquí llamo anguila o estrella, nada más
material y dialéctico y tangible que la pura imagen que no se ata a la víspera,
que busca más allá para entender mejor, para batirse contra la materia rampante
de lo cerrado, de naciones contra naciones y bloques contra bloques. Señora
Bauchot, alguna vez Thomas Mann dijo que las cosas andarían mejor si Marx
hubiera leído a Holderlin; pero vea usted, señora, yo creo con Lukacs que
también hubiera sido necesario que Holderlin leyera a Marx; note usted qué frío
es mi delirio aunque le parezca anacrónicamente romántico porque Jai Singh,
porque la serpiente de mercurio, porque la noche pelirroja. Salga a la calle,
respire aire de hombres que viven y no el de la teoría de los hombres en una
sociedad mejor; dígase alguna vez que en la felicidad hay tanto más que una
cuota de proteínas o de tiempo libre o de soberanía (pero Holderlin debe leer a
Marx, en ningún momento ha de olvidar a Marx, las proteínas son una de tantas
facetas de la imagen, vaya si lo son, señora Bauchot, pero entonces la imagen
toda, el hombre en su jardín de veras, no un esquema del hombre salvado de la
desnutrición o la injusticia). Vea usted, en el parque de Jaipur se alzan las
máquinas de un sultán del siglo dieciocho, y cualquier manual científico o guía
de turismo las describe como aparatos destinados a la observación de los
astros, cosa cierta y evidente y de mármol, pero también hay la imagen del
mundo como pudo sentirla Jai Singh, como la siente el que respira lentamente la
noche pelirroja donde se desplazan las anguilas; esas máquinas no sólo fueron
erigidas para medir derroteros astrales, domesticar tanta distancia insolente;
otra cosa debió soñar Jai Singh alzado como un guerrillero de absoluto contra
la fatalidad astrológica que guiaba su estirpe, que decidía los nacimientos y
las desfloraciones y las guerras; sus máquinas hicieron frente a un destino
impuesto desde fuera, al Pentágono de galaxias y constelaciones colonizando al
hombre libre, sus artificios de piedra y bronce fueron las ametralladoras de la
verdadera ciencia, la gran respuesta de una imagen total frente a la tiranía de
planetas y conjunciones y ascendentes; el hombre Jai Singh, pequeño sultán de
un vago reino declinante, hizo frente al dragón de tantos ojos, contestó a la
fatalidad inhumana con la provocación del mortal al toro cósmico, decidió
encauzar la luz astral, atraparla en retortas y hélices y rampas, cortarle las
uñas que sangraban a su raza; y todo lo que midió y clasificó y nombró, toda su
astronomía en pergaminos iluminados era una astronomía de la imagen, una
ciencia de la imagen total, salto de la víspera al presente, del esclavo
astrológico al hombre que de pie dialoga con los astros. Tal vez los
gobernantes de la avanzada por la que damos todo lo que somos y tenemos, tal
vez la señorita Callamand o el profesor Fontaine, tal vez los jefes y los
hombres de ciencia acabarán por salir a lo abierto, acceder a la imagen donde
todo está esperando; en este mismo instante las jóvenes anguilas llegan a las
bocas de los ríos europeos, van a comenzar su asalto fluvial; acaso ya es de
noche en Delhi y en Jaipur y las estrellas picotean las rampas del sueño de Jai
Singh; los ciclos se fusionan, se responden vertiginosamente; basta entrar en
la noche pelirroja aspirar profundamente un aire que es puente y caricia de la
vida; habrá que seguir luchando por lo inmediato, compañero, porque Holderlin
ha leído a Marx y no lo olvida; pero lo abierto sigue ahí, pulso de astros y
anguilas, anillo de Moebius de una figura del mundo donde la conciliación es posible,
donde anverso y reverso cesarán de desgarrarse, donde el hombre podrá ocupar su
puesto en esa jubilosa danza que alguna vez llamaremos realidad.
De: La Prosa del Observatorio (escrito
por Julio Cortázar con motivo del Año Internacional del Libro, 1972.)
En: escribirte.com.ar
Teoría del cangrejo
Habían levantado la
casa en el límite de la selva, orientada al sur para evitar que la humedad de
los vientos de marzo se sumara al calor que apenas mitigaba la sombra de los
árboles.
Cuando Winnie
llegaba...
Dejó el párrafo en
suspenso, apartó la máquina de escribir y encendió la pipa. Winnie. El
problema, como siempre, era Winnie. Apenas se ocupaba de ella la fluidez se
coagulaba en una especie de
Suspirando, borró
en una especie de, porque detestaba las facilidades del idioma, y pensó que ya
no podría seguir trabajando hasta después de cenar; pronto llegarían los niños
de la escuela y habría que ocuparse de de los baños, de prepararles la comida y
ayudarlos en sus
¿Por qué en mitad
de una enumeración tan sencilla había como un agujero, una imposibilidad de
seguir? Le resultaba incomprensible, puesto que había escrito pasajes mucho más
arduos que se armaban sin ningún esfuerzo, como si de alguna manera estuvieran
ya preparados para incidir en el lenguaje. Por supuesto, en esos casos lo mejor
era
Tirando el lápiz,
se dijo que todo se volvía demasiado abstracto; los por supuesto y los en esos
casos, la vieja tendencia a huir de situaciones definidas. Tenía la impresión
de alejarse cada vez más de las fuentes, de organizar puzzles de palabras que a
su vez
Cerró bruscamente
el cuaderno y salió a la veranda.
Imposible dejar esa
palabra, veranda.
De: http://e-kuoreo.blogspot.com
26 de agosto de 1914- Bélgica Escritor, docente, traductor. |
"luna de sangre entre las perras negras" |
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