24 de julio de 1857- Dinamarca Escritor, ingeniero, docente, periodista. Premio Nobel 1917 |
El vuelo del águila
“Esta es la historia de la joven
águila que unos niños encontraron cuando no era más que una cría de pico
amarillo. La llevaron a la vieja granja del párroco, donde personas bondadosas
la cuidaron, llegando a tomarle tanto cariño que más tarde no fueron capaces de
separarse de ella. Como el patito feo del cuento, creció entre patos que
graznaban, gallinas que cacareaban y ovejas que balaban, y tan bien fue
amoldándose a este entorno que se hizo grande y hermosa, e incluso —como decía el
párroco— estaba echando barriga […].
Así había vivido algunos años
cuando el viejo párroco enfermó y murió y, en la confusión que se adueñó de la
granja, se fueron olvidando de ocuparse del ave regia, Klaus, como buenamente
se le había bautizado […].
Como tantas veces antes, había
estado soñando, melancólico, encima de su cercado y, en un arranque de vago
afán de libertad, extendió las alas al vuelo; pero en lugar de desplomarse
sobre el empedrado como en otras ocasiones, se había remontado por los aires
con tal ímpetu que, completamente aterrado, se había apresurado a encontrar
dónde posarse.
Y ahora estaba allá arriba,
encaramado al alto caballete, totalmente aturdido por lo que había sucedido.
Nunca antes había visto el mundo desde una posición tan elevada. Emocionado,
volvía la cabeza ora a un lado, ora al otro hasta que, irresistiblemente
atraído por el azul del cielo y por las nubes que lo surcaban, extendió
nuevamente las alas y se dejó elevar... primero probando cautelosamente, pronto
más atrevido, más seguro… después de lo cual, al instante se remontó con un
salvaje grito de júbilo trazando un gran arco en el firmamento. De repente
sintió que era águila […].
Algo silba de repente en el aire
por encima de él. Una hembra de águila de pecho blanco describe círculos bajo
el ardiente cielo del crepúsculo. Durante unos momentos permanece con el cuello
estirado reflexionando sobre esta insólita visión. Pero bruscamente acaba con
toda su indecisión. Entre el poderoso fragor de sus alas extendidas levanta el
vuelo y al instante está junto a ella. Y aquí empieza una salvaje persecución
sierra adentro… Ella siempre delante y por encima, Klaus algo fatigado a la
zaga, fondón y jadeante.
En seguida están entre las
cumbres. Todavía brilla el sol en las cimas más altas, mientras, sobre las
laderas, ellos surcan la neblina del crepúsculo. De abajo le llega el sombrío
susurro de los extensos bosques y el estruendo de los torrentes en las
profundas gargantas […]. Pero más alto, cada vez más alto asciende ella, más y
más se aventura por encima de las arreboladas lomas, atrayente, seductora.
Han ido a parar a un interminable
pedregal donde formidables peñascos yacen caóticamente amontonados unos sobre
otros como despojos de una torre de Babel derruida. Entonces, inesperadamente,
se despliega el panorama ante ellos. Por encima de las nubes a la deriva,
emerge como una ensoñación el reino sobrenatural de las nieves perpetuas, no
mancilladas por el paso de ningún ser vivo, morada sólo de las águilas y del
inmenso silencio. En las alturas, el último fulgor del día parece dormitar
sobre la nieve blanca. Por detrás aparece el cielo azul oscuro cuajado de
serenas estrellas.
Despavorido, Klaus ha detenido su
vuelo y se ha posado en una roca. Estremeciéndose por el frío y el hielo, se
queda con los ojos fijos en este blanco paisaje espectral, en esas enormes
estrellas que le hacen guiños desde lo alto a través de la oscuridad como
malévolos ojos felinos.
Después de su irreflexivo vuelo,
no llegó a la granja hasta la mañana siguiente. Durante algunos instantes
sobrevoló el entrañable hogar que lo había visto crecer, como para convencerse
de que todo continuaba como antes. Entonces descendió lentamente. Pero iba a
suceder una desgracia. El mozo del establo, que lo había visto por casualidad y
que aún no había tenido noticia de la desaparición de Klaus, había entrado
precipitadamente a buscar su escopeta y se había apostado detrás de un tronco
para disparar sobre el supuesto ladrón de gallinas tan pronto como hubiera
descendido lo suficiente.
Sonó el disparo. Se vieron
desperdigarse por el aire algunas plumas, y el cuerpo sin vida de Klaus se
hundió como una piedra en el lodazal. Y es que, de nada sirve el haber nacido
de un huevo de águila cuando se ha crecido en el corral de los patos”.
Pontoppidan, Henrik. (2011) (Cien
del mundo). México: Conaculta.
De: http://www.conafe.gob.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario