Cuentos fantásticos del estudio del charlatán: 431 cuentos de diversa extensión, 431 ventanas para fugar de la decadencia de la vida feudal. |
Pu Songling o P'sung Ling
5 de junio de 1640
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UN CUENTO CHINO
Sun
Bi Zhen estaba cruzando en barco el río Yant-tsé cuando se desató una gran
tormenta. El barco cabeceaba peligrosamente y el pánico cundió entre los
pasajeros. En esos instantes apareció entre las nubes un espíritu. Iba
guarnecido de armaduras de oro y sujetaba en la mano un gran pliego extendido
en el que habían escrito, en letra de oro, tres caracteres:
SUN
BI ZHEN
Los
pasajeros del barco, después de interpretar el mensaje, se acercaron en actitud
amenazadora a Sun Bi Zhen.
-¡Desgraciado!
-le dijeron-, ¡Has incurrido en la cólera del cielo! ¡Vete ahora mismo, para
que tu castigo no recaiga también sobre nosotros!
Sin
darle tiempo a hablar lo metieron en un bote, lo echaron al agua y lo obligaron
a alejarse del barco con gritos y amenazas.
Cuando
Sun Bi Zhen se volvió a mirar, el barco se había hundido.
De: descubriendonuestrointerior.blogspot.com
ORALIDAD Y ESCRITURA: INFLUENCIAS
Y CONVERGENCIAS (DE LA LITERATURA ARTURICA Y PU SONGLING A BORGES Y JUAN
GOYTISOLO)
PEDROSA, José Manuel
Revista número: 254 Año: 2002 Páginas en la revista: 39-43
Mucho
antes de Borges, el gran poeta y narrador chino (1640-1715) Pu Songling,
compilador del Liao Zhai, una de las mejores -y últimas- colecciones clásicas
de cuentos chinos, se declaró ferviente practicante de la combinación de
oralidad y de escritura como estrategia de construcción literaria.
En
el prólogo a su compilación, admitía Pu su deuda, en primer lugar, con la
literatura oral -con "lo que me cuentan"-; después, justificaba su
método - que hoy podríamos llamar "etnográfico"- basado en "la
tarea de registrar por escrito lo que me cuentan"; y, finalmente, se
declaraba también deudor de la "correspondencia epistolar que mantengo con
mis amigos de los cuatro puntos cardinales", quienes le mandaban historias
y relatos tradicionales que Pu refundía e integraba en su propia compilación.
A
la vista de todo esto, no puede caber duda de que el autor chino fue un
apasionado creyente de que la combinación de oralidad y de escritura constituye
la estrategia ideal para el enriquecimiento de la producción literaria:
"Aunque no tengo el talento literario de Gan Bao, al igual que él, me
gusta escarbar en las historias de espíritus. Y, animado por el modo de hacer
de Su Shi, quien gustaba de oír a la gente hablar de lo sobrenatural, me he
entregado a la tarea de registrar por escrito lo que me cuentan, dándole
después formas de historia. La correspondencia epistolar que mantengo con mis
amigos de los cuatro puntos cardinales forma ya un gran montón en mi casa
"(5).
De: http://www.funjdiaz.net
EL MURAL
Meng Longtan era de la provincia de Jiangxi y
vivía en la capital con un letrado que se llamaba Zhu. Un día, paseando por las
afueras de la ciudad, llegaron hasta un monasterio. No se veían allí espaciosos
salones de meditación, sino sólo un viejo bonzo medio desnudo que, al divisar a
los visitantes, se arregló la ropa y salió a recibirlos, mostrándoles a
continuación todo lo que había en el templo digno de ver.
Había sobre el altar una imagen de Zhi Gong,
y en las paredes maravillosos frescos de hombres y animales representados con
tanto verismo que parecían seres animados. En el muro oriental estaban pintadas
varias hadas, entre las que destacaba una joven con trenzas de doncella que
estaba recogiendo flores y sonreía amigablemente. Tenía una mirada vívida y
chispeante y a sus labios de cereza sólo les faltaba hablar.
El letrado Zhu quedó embelesado mirándola y
perdió la noción de cuanto le rodeaba. De repente, sintió que flotaba en el
aire, como cabalgando sobre una nube, y se vio atravesando el muro. Del otro
lado se veía una ininterrumpida sucesión de pabellones que por su forma no
parecían de este mundo y a un viejo bonzo que predicaba la Ley de Buda rodeado
de una multitud atenta. El letrado se metió entre la muchedumbre y al poco tiempo
sintió que alguien le tiraba con suavidad de la manga. Al volverse distinguió a
la joven que había visto pintada en el templo, que se alejaba sonriendo.
Comenzó a seguirla. La muchacha enfiló un camino serpenteante y llegó hasta un
pequeño aposento, en el que entró. El letrado no se atrevía a seguirla, pero la
joven agitaba las flores que llevaba en la mano como para darle a entender que
entrara. Al fin se decidió y vio que, aparte de ella, no había nadie más en el
interior. La abrazó sin que ella opusiera resistencia y ambos disfrutaron de
los deleites del amor. Después la joven se fue, rogándole antes al letrado que
no hiciera ruido y que la esperara hasta la noche.
Lo mismo ocurrió en los dos días siguientes,
hasta que las compañeras de ella descubrieron el juego.
-¡Ya
eres toda una mujer! -le dijeron a la joven entre risas-.¡No puedes seguir
haciéndote ese peinado de soltera!.
En
seguida le dieron las horquillas y los ornamentos de cabeza apropiados y la
obligaron a cambiarse de peinado. Ella, en medio de su sonrojo, no acertaba a
decir palabra.
-¡Hermanas!-
gritó una de ellas-¡Aquí estamos de más! ¡Dejemos sola a la pareja!
Todas rieron de nuevo y se marcharon. El
letrado estaba fascinado con el nuevo peinado y, viendo que no había nadie
delante, la tomó de la mano y la llevó a la cama. El olor a orquídea y a
almizcle le embargaba el corazón y su alegría no tenía fin.
Pero,
estando en esto, oyeron gran estrépito de pasos y cadenas y una voz ronca y
salvaje de hombre enfurecido. Los amantes, muertos de miedo, escudriñaron por
una rendija y vieron a un hombre de cara negra como el carbón, cubierto con una
armadura dorada y armado de látigos y cadenas. Estaba imprecando a las demás
mujeres.
-¿Estáis
todas aquí?
-¡Sí,
todas!
-Si
tenéis escondido a algún mortal, decídmelo en seguida y os ahorraréis el
castigo.
Las
hadas dijeron que no había ningún mortal entre ellas y el hombre comenzó a
buscar por el lugar.
-¡Rápido,
escóndete debajo de la cama! - le dijo aterrorizada y con cara de color ceniza
la joven, que abrió al punto una puertecilla que había en el muro y
desapareció.
El letrado apenas se atrevía a respirar. Sólo
habían transcurrido unos momentos cuando oyó pisadas de botas que entraban en
la habitación y luego volvían a salir, y al poco tiempo sintió que las voces se
iban desvaneciendo en la distancia. Pero antes de que pudiera tranquilizarse
volvió a oír ruido de voces acaloradas que iban y venían desde el otro lado de
la puerta, lo que le obligó a seguir encogido donde estaba, debajo de la cama.
Con el paso del tiempo, los oídos le zumbaban como si tuviera dentro una legión
de chicharras y los ojos le ardían como tizones. Aunque la postura en que
estaba le resultaba insoportable, permaneció sin atreverse a mover un dedo
esperando el retorno de la joven y sin pararse a pensar por qué se encontraba
en semejante situación.
A
todo esto, Meng Longtan había advertido la súbita desaparición del amigo y le
preguntó al monje por su paradero.
-Ha
ido a escuchar la Ley- le respondió.
-¿Adónde?
-preguntó Meng.
-No
muy lejos -fue la respuesta.
El
viejo bonzo golpeó la pared con los nudillos y gritó:
-¡Amigo
Zhu! ¿Por qué tardas tanto?
En
seguida apareció pintada en la pared la figura del letrado, con las orejas
tiesas en actitud de escucha.
-¡Hace
rato que tu amigo te está esperando!- añadió el bonzo.
El letrado bajó del muro. Estaba rígido como
un bloque de madera, tenía los ojos desorbitados del miedo y las piernas le
temblaban como un flan. El amigo le preguntó qué le ocurría. Lo que ocurría era
que, estando escondido debajo de la cama, había oído un ruido semejante al
trueno y se había lanzado afuera.
En ese instante los dos amigos advirtieron que
la joven de trenzas del mural estaba ahora peinada como una mujer casada. El
letrado Zhu, muy sorprendido, le preguntó al viejo bonzo la causa.
-Las
visiones se originan en la imaginación del que las crea -contestó,
sonriendo-.¿Qué otra explicación puedo darte?
Como
la respuesta no convenció nada al letrado, y menos a su amigo, que tampoco las
tenía todas consigo, ambos enfilaron las escaleras y se alejaron del templo a
toda prisa.
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