Aquellas
botas raspaban nuestros oídos adolescentes casi todos los días. Estábamos en
clase y, de pronto, por las escaleras del Nocturno del I.B.O., resonaba el
tranco atemorizante del destino innominado (no sabíamos a quién venían a buscar
ni por qué pero allí estaban). Esa presencia fue un escándalo en mi incipiente
conciencia, un escándalo que hasta aquí me trajo, un escándalo que les debo agradecer...
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