Soy mi cuerpo
Soy mi cuerpo. Y mi
cuerpo está triste, está cansado. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no
me hablen.
Que cuando abra los
ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
Quiero dejar de
pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor,
las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las
puertas para que no se vaya mi soledad.
Quiero dormir un
mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún
nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que
ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.
Ahora quiero dormir
un año, nada más dormir.
XXXVI
La policía irrumpió
en la casa y atrapó a los participantes de aquella fiesta. Se los llevó a la
cárcel por lujuriosos y perversos. Era natural. La policía no puede irrumpir en
las calles y acabar con otros escándalos, como el de la miseria.
Lento, amargo
animal
Lento, amargo
animal
que soy, que he
sido,
amargo desde el
nudo de polvo y agua y viento
que en la primera
generación del hombre pedía a Dios.
Amargo como esos
minerales amargos
que en las noches
de exacta soledad
—maldita y
arruinada soledad
sin uno mismo—
trepan a la
garganta
y, costras de
silencio,
asfixian, matan,
resucitan.
Amargo como esa voz
amarga
prenatal,
presubstancial, que dijo
nuestra palabra,
que anduvo nuestro camino,
que murió nuestra
muerte,
y que en todo
momento descubrimos.
Amargo desde
dentro,
desde lo que no
soy,
—mi piel como mi
lengua—
desde el primer
viviente,
anuncio y profecía.
Lento desde hace
siglos,
remoto —nada hay
detrás—,
lejano, lejos,
desconocido.
Lento, amargo
animal
que soy, que he
sido.
XIV
Tú conoces la casa,
el pequeño jardín: paredes altas, estrechas, y allí arriba el cielo. La noche
permanece todavía sobre la tierra y hay una claridad amenazante, diáfana,
encima. La luz penetra a los árboles dormidos (hay que ver la isla de los
árboles dormidos en la ciudad dormida y quieta). Se imaginan los sueños, se
aprende todo. Todo está quieto, quieto el río, quieto el corazón de los
hombres. Los hombres sueñan.
Amanece sobre la
tierra, entre los árboles, una luz silenciosa, profunda.
Me amaneces, dentro
del corazón, calladamente.
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25 de marzo de 1926- Chiapas, Méjico |
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