domingo, 23 de febrero de 2014

“¡Esa gota de luna sobre la hierba!”- Jules Renard










Jules Renard es reconocido por algunos escritores y críticos -Jorge Luis Borges entre ellos- como el creador de las greguerías: textos muy breves (como el que ilustra el título de esta entrada) en los que se condensa una mirada oblicua sobre la realidad, ya que son producidas a partir de asociaciones no lógicas, libres. En cambio, Ramón Gómez de la Serna, productor a granel de greguerías, no acompaña esa postulación y hasta la descalifica.

22 de febrero de 1864 -Francia
Escritor y crítico literario.



El trabajo piensa, la pereza sueña.

El estilo es el olvido de todos los estilos.

El crítico es un botánico; yo soy un jardinero.

Es preciso que el hombre libre se tome a veces la libertad de ser esclavo.

Pensar es buscar claros en un bosque.

¡Que la mano que escribe ignore siempre al ojo que lee!

No somos felices; nuestra felicidad es el silencio de la desgracia.

¡Sé modesto! Es la clase de orgullo que desagrada menos.

Sus ojos duermen como dos pájaros.

De nada sirve morir: hay que morir a tiempo.

La palabra es la excusa del pensamiento.

El miedo es una bruma de sensaciones.

La prudencia sólo es una cualidad: no hay que hacer de ella una virtud.

La luna nos mira con su monóculo.

¡Qué tranquilo! Oigo todos mis pensamientos.

Amo la soledad, incluso cuando estoy solo.

El ensueño es el claro de luna del pensamiento.

El ideal: un sueño preciso.

No hay que decir toda la verdad, pero hay que decir sólo la verdad.

Mi imaginación es mi memoria.

Poeta, no busques otra cosa: has sido creado y puesto en el mundo para ser la conciencia de todo aquello que no la tiene.

El pájaro, ese fruto nómada del árbol.

El pájaro enjaulado no sabe que no sabe volar.

Escribir es casi siempre mentir.

Queremos vida en el teatro y teatro en la vida.

Un poco de odio purga la bondad.

La noche: el día que se vuelve ciego.

Pereza: costumbre de descansar antes de cansarse.

El horror que tengo por la mentira ha matado mi imaginación.

Envidioso por momentos, nunca tuve paciencia para ser ambicioso.

Todo cansa, salvo los sueños, que son la vida inmaterial.

Ensoñación: el pensamiento que se nutre de nada.

Hay que vivir para escribir y no escribir para vivir.


En Poesía, Por Ejemplo, nº 9 (1998).


De: http://lasesquinasdeldia.blogspot.com




El sapo


Nació en una piedra. Vive debajo. Y bajo ella cavará su tumba.
Lo visito con frecuencia. Y cada vez que levanto su piedra tengo miedo de encontrarlo y miedo de que ya no esté.
Está.
Allí escondido en su yacija. Seca, limpia, estrecha y a su gusto. La ocupa plenamente, hinchado como una bolsa de avaro.
Si la lluvia lo hace salir, viene y se coloca delante de mí. Unos cuantos saltos pesados. Luego se detiene sobre sus muslos y me mira con ojos enrojecidos. Si el mundo injusto lo trata como a leproso, yo no temo ponerme en cuclillas frente a él, y aproximo al suyo un rostro de hombre.
¡Para acariciarte, sapo, sólo me hace falta vencer el último escrúpulo asqueroso!
Cosas peores hay que tragarse en la vida.
Pero ayer me faltó el tacto. Sus verrugas habían estallado y el sapo fermentaba y sudaba. Le dije:
-Pobre amigo, no quiero ofender. Sin embargo, ¡válgame Dios! Eres feo.
Abrió con cálido aliento la boca pueril y desdentada, y me respondió con un ligero acento inglés:
-¿Y tú?


De: http://isaiaspenag.blogspot.com



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