jueves, 19 de diciembre de 2013

Ítalo Svevo, un escritor rescatado de la indiferencia por otro escritor


Aron Héctor Schmitz o Ítalo Svevo
19 de diciembre de 1861 - Triest

Nada menos que
James Joyce,
su maestro de inglés,
se erigió en su guía literario
y se atrevió a emitir opinión
contraria a la de la crítica
italiana 
de la época.


Interesado en las prácticas de Freud,
 Svevo planteó en su novela
 “La conciencia de Zeno” la recurrencia 
a la terapia para la cura del abatimiento.
También fue un pionero 
de las técnicas innovadoras
 de la narrativa del XX, 
pues introduce allí la ficcionalización
 del material autobiográfico 
en la figura de varios de los personajes.


"Mi mujer, Livia"


Una vez convencida de que Ettore estaba bien muerto (caramba, ¡hacía seis meses que no lo veían!), Livia se dejó convencer para que aceptara otro novio. Lo recibió creyendo de buena fe que estaba enamorada. Era apuesto y buen mozo, fornido, muy tieso; tenía unos dientes preciosos y un par de bigotes nada fin de siècle ; last but [not] least , era rico.

Antes de la entrevista, Olga se preocupó de aleccionarla. No confiaba mucho en el incipiente amor de su hija y quería dejarle bien claro que, en aquella relación, lo que su corazón no le dictara, el interés debía sugerírselo.

-Compórtate bien, y piensa que para nosotros quizá sea una suerte que Ettore haya muerto. Éste tiene...

Y, con un gesto de la boca, le dio a entender «dinero».

Livia no replicó: se hacía cargo de que efectivamente era así, y el sentido común le aconsejó no protestar. Dedicó un suspiro a la memoria del ausente, que estaba muerto, recordó que él no le había hecho otra recomendación que la de ser feliz y... se resignó. Le dijo al recién llegado que hacía mucho tiempo que lo amaba; se habían conocido cuando Ettore aún vivía y, si no se había enamorado de él desde el primer momento, la culpa era del destino, que había hecho que ella ya estuviera prometida.

El otro escuchaba sonriente, muy convencido de su buena estrella. Sin mostrar la menor sorpresa, se atusó el flamante bigote negro y dijo con calma:

-Lo sé, lo sé. Ya me había dado cuenta.

Livia se sorprendió. Aquello no era cierto, y desde luego a ella, en su lugar, le hubiera costado creerlo. ¡Qué fácil de engañar era éste! A Ettore todo se le volvían suspicacias; el nuevo novio quedaba convencido así sin más de lo primero que una decía.

Olga dejó a la pareja a solas, para darles tiempo de conocerse más a fondo.

Él fue directo a abrazarla y a besarla en la boca en plan conquistador; a ella le costó un poco, pero se acordó de los consejos de su madre y respondió al abrazo poniendo cara de contenta. Un ruido detrás de la puerta los interrumpió (el ánima de Ettore, que rebullía).

Así pues, estaban conformes.

A continuación, él emprendió una larga parrafada -a todas luces preparada de antemano- con la que le explicó largo y tendido lo que él consideraba el ideal de esposa. Parte de lo que dijo coincidía con lo que había dicho Ettore. Este otro también se casaba con una mujer para que ella viviera exclusivamente para él.

La diferencia estaba en que Ettore no había dicho que la mujer de César no debía dar pie ni siquiera a que hablaran de ella; la mujer de Ettore no era la mujer de César.

-El pasado te pertenece -añadió-. Pero (y aquí se enroscó los bigotes con ademán imperativo) quiero conocerlo.

Ella, no sin vacilar un poco, se lo contó. Le habló de K., y él no abrió la boca.

Le habló de M., y se burló de ella. Por fin se disponía a hablarle de Ettore, pero él la interrumpió:

-Ése no. El recuerdo de Ettore no me preocupa -dijo en un tono tranquilo de superioridad que hizo que la puerta emitiera un crujido doloroso.

-Ya me ha dicho tu madre que lo soportabas por compasión.

Ella lo miró estupefacta; pero como la salida le pareció de lo más cómodo, no llegó a responder.

Aunque ya estaba muerto y bien muerto, Ettore moría por segunda vez.


Traducción: Luisa Juanatey


De: DDOOSS.com



ARTE

        
   Nació un artista y miró en derredor en busca de ideas, pero, además de éstas, tuvo en seguida —cosa curiosa— experiencia y concluyó: «Primero debo tener el dinero suficiente y después vendrá el arte». Siguió mirando el mundo, pero, en lugar de obtener de él imágenes y colores, estudió, con ojos de zorro, su propio interés. Después, cuando tuvo el dinero, pensó que había llegado el momento de dejar actuar al alma de artista que, como sabía, abrigaba dentro de sí y esperó las imágenes, los colores y las ideas, pero nada se le ocurrió y permaneció solo y desconsolado con su dinero, mientras el deseo de la única vida animada, la del pensamiento, ya no le permitía disfrutarlo, y entonces pensó: «Tal vez este pesado dinero me tenga acogotado, sometido como una cadena». Se apresuró a desprenderse de él y volvió a esperar que su destino se vivificara, pero ni siquiera entonces obtuvo satisfacción, porque su pensamiento seguía colmado con el recuerdo del dinero que había logrado y de aquel del que se había desprendido. Cuando murió, preguntó, afligido, a su Creador: «¿Por qué me hiciste creer que me habías concedido un alma de artista?»
   Y el Creador le respondió: «El alma que ahora vuelve hasta mí es la de un artista, pero olvidaste traer contigo tu organismo para que yo viera por qué tu alma resultó sofocada por él».
   «Apestaba tanto», dijo el artista, «que no podía traerlo conmigo».
   «Yo creo que ya antes apestaba», dijo el Creador.

De: documentaminima.blogspot.com


LA LIBERTAD


La puertecita de la jaula había quedado abierta. El pajarito se plantó, con un ligero salto, en la entrada y desde allí miró el vasto mundo primero con un ojo y después con el otro. Por su cuerpecito pasó el estremecimiento del deseo de los espacios vastos para los cuales estaban hechas sus alas, pero después pensó: "Si salgo, podrían cerrar la jaula y yo quedaría preso fuera". El animalito volvió a entrar y poco después vio, con satisfacción, cerrarse la puertecita que sellaba su libertad.




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