Gabriel Marcel 7 de diciembre de 1889 - París, Francia. Filósofo y dramaturgo. |
Gabriel Marcel, el humanista. Vida y obra.
Antecedentes históricos
Marcel fue el único hijo de Henry
Marcel, un oficial del gobierno, diplomático y curador de museos. La madre de
Marcel murió sorpresivamente cuando Gabriel tenía cuatro años de edad, dejándolo
con una sensación de profunda pérdida. Fue criado por su abuela materna y su
tía, que se convirtió en la segunda esposa de su padre. Fue un niño al que se
le exigió mucho en su desempeño escolar, dentro de una escuela igual de
exigente, lo que produjo en Marcel una aversión a ese tipo de educación
despersonalizada. Sin embargo, tuvo una infancia en un ambiente de ternura,
entre la rectitud y honestidad de su tía y el amor a la cultura de su padre.
Su consuelo eran las vacaciones a
diversos países, debido a la profesión del padre. Llegó a hablar varias
lenguas. La religión no jugó un papel importante en la educación de Marcel; su
padre era un católico poco cumplidor, que nunca se preocupó de que fuese
bautizado, y su tía-madrastra, de antecedentes judíos no religiosos, se había
convertido en una liberal protestante. Esta infancia fue lo que impulsó
posteriormente a Marcel a una búsqueda religiosa profunda.
Su vida será entonces un esfuerzo
de comunión con todo, todos y el todo: “Participación sin Fronteras”. Estudió
filosofía en la Sorbona por cuatro años. Al terminar su carrera, Marcel ejerció
como profesor en diversos liceos y al mismo tiempo se dedicó a la crítica
literaria. Sus trabajos fueron interrumpidos por la primera guerra mundial,
donde tuvo contacto con la miseria y el dolor, esta vivencia y algunas
experiencias espiritistas llevaron a Marcel a la búsqueda de la fe auténtica.
Marcel, el teatro y la música
Desde muy temprana edad siente un
fuerte atractivo por el teatro y la música. Jamás tuvo la suerte de estudiar
música en sentido estricto, pero percibe una gran capacidad para componer y
captar el mensaje de la creación musical. Su trabajo sobre teatro es muy serio,
tanto por la producción literaria, como por las críticas profundas que logra.
El arte de los sonidos y el arte de las letras, le llevan a saborear lo
infinito, al mismo tiempo que lo impulsan a la búsqueda de los primeros
principios y de las causas últimas. Así, sin querer o queriéndolo todo, Marcel
se encuentra cara a cara con la filosofía.
Sin embargo, la nostalgia lo
invade al recordar la música y narra de viva voz a su amigo Davy:
Esa era, tal vez, mi verdadera
vocación; en la música me siento verdadera y auténticamente creador… La música
es para mí ciencia fundamental, yo hubiera podido ser músico.
Curiosamente, una mujer, su
maestra, lo persuadió a los 15 años de abandonar el piano; más tarde, otra
mujer, su esposa, en 1945 le pide que escriba música cuando viven en su casa de
Corran. La música es su verdadera guía: ella le salva. Recibe más de músicos
que de escritores y con la música entramos a lo secreto de nosotros.
Su concepto del hombre
Marcel señalaba en su filosofía que los individuos tan sólo pueden ser
comprendidos en las situaciones específicas en que se ven implicados. Esta
afirmación constituye el eje de su pensamiento, calificado como existencialismo
cristiano o personalismo. Gabriel Marcel heredó muchas de las inquietudes de
Kierkegaard, en particular respecto a la creencia de que un sentido personal de
la autenticidad y del compromiso resulta esencial para la fe religiosa.
Gabriel Marcel es un pensador que
se centra en una cálida preocupación por todo lo humano, de grandes exigencias
éticas y claras aspiraciones religiosas, su pensamiento es fuertemente influenciado
por su vida.
Para el dramaturgo y filósofo Marcel lo que importa es el hombre
concreto, determinado, es decir, que se halla en una determinada situación.
Esta atención que pone a lo concreto del hombre en sus situaciones explica el
origen de su obra Diario Metafísico. Para Marcel el hombre existe plenamente
cuando participa en su vida.
Nos invita a luchar a favor del
hombre, a favor de la dignidad humana contra todo lo que hoy amenaza
aniquilarlo. Sólo un honor tiene el hombre, y éste es el honor de ser hombre,
sin embargo, dice Marcel, el honor se ha perdido, todo es ambiguo, sin sentido. El mundo que se está constituyendo ante
nuestros ojos, es un mundo en donde la conciencia usuaria es el denominador
común, cada persona cumple con su función de máquina, sólo se cuantifica su
rendimiento y la despersonalización de las relaciones humanas es el pan de cada
día, la idea de servicio en el sentido más profundo no cabe, servir a la
verdad, servir a Dios son frases que carecen de significado. En este mundo industrializado,
el hombre ya no es más una persona, padece un desamparo tan profundo que se ha
roto el vinculo entre el hombre y la vida. Marcel concluye que al hombre sólo
le queda la única oportunidad: apelar a un orden del espíritu que es también el
de la gracia.
El llamado de Marcel al
recogimiento adquiere el acento de un llamado a una apelación de la fe
sobrenatural, que nos devela el misterio de nuestro ser humano y divino, y nos
pone en contacto con el Dios vivo.
Él ha logrado esclarecer un
conjunto de verdades, ignoradas u olvidadas, que el existencialismo ateo se ha
empeñado en no ver.
Pensamiento filosófico
Marcel abogaba por una filosofía
de lo concreto que reconociera que la encarnación
del sujeto en un cuerpo y la situación histórica del individuo condicionan en
esencia lo que él es en realidad.
La filosofía de Marcel nos lleva
a descubrir que sólo el ejercicio del
pensamiento es lo único que puede llevar al ser humano a una claridad respecto
de sí mismo y del mundo. El filósofo es un vigía de lo humano. Marcel denominó
al filósofo “hombre de pensamiento” y no pensador, y la única arma con la que
cuenta es la reflexión. La filosofía comienza con la experiencia concreta en
vez de abstracciones.
Dos tipos de conciencia o
reflexión -
Marcel distinguió dos tipos de
conciencia para conocer la realidad: la reflexión primaria que tiene que ver
con los objetos y las abstracciones. Esta reflexión alcanza su forma más
elevada en la ciencia y la tecnología.
Cuando el hombre realiza la
reflexión primaria para conocer su realidad, se mantiene como un espectador de
sí mismo y de su mundo, sólo trata de explicarse y describir su vida siendo un
observador y no un actor de la misma.
La reflexión secundaria, usada
por Marcel como método, se ocupa de aquellos aspectos de la existencia humana,
como el cuerpo y la situación de cada persona, en los que se participa de forma
tan completa que el individuo no puede abstraerse de los mismos, es decir, que
la persona deja de ser un espectador de su vida para convertirse en actor de la
misma. La reflexión secundaria contempla los misterios de la vida y proporciona
al mismo tiempo una especie de verdad, filosófica, moral y religiosa que no
puede ser verificada mediante procedimientos científicos, pero que es confirmada
mientras ilumina la vida de cada uno. La vida, para Marcel, es participación de
uno mismo, con los otros y con Dios.
Problema y metaproblema
Marcel hace la distinción entre
problema y metaproblema: cuando tropezamos con un problema, en las ciencias
físicas, en química o en biología, nos hallamos ante una incógnita X que
tenemos que despejar a partir de un determinado número de datos conocidos
aplicando el método científico. Sin embargo, cuando planteamos el problema del
ser, el problema del sentido de la realidad y de nosotros mismos, todo se
vuelve problemático, la realidad, los demás y yo mismo, pues se trata de un
problema donde todos los datos son desconocidos, entonces debido a esto acaba
por desvanecerse el problema y se transforma en un misterio. El problema del ser no constituye
estrictamente un problema, sino un metaproblema. Y el descubrimiento del
metaproblema nos permite entender, según Marcel, que más allá del problema que
nosotros abarcamos, se encuentra el misterio que nos comprende. “El problema es
algo que uno se encuentra, que nos cierra el camino. Se halla totalmente ante
mí. El misterio, por lo contrario, es algo en lo que me encuentro comprometido,
cuya esencia implica que no puede hallarse por completo delante de mí.”
Tener y Ser
Para que la persona se redescubra a sí misma y se vuelva disponible
ante el misterio del ser, debe efectuar un giro sobre sí misma e invertir la
jerarquía que el mundo moderno y contemporáneo ha establecido con respecto a la
categoría del tener y del ser. Según la metafísica del tener se vale por
aquello que se tiene y no por aquello que se es, y el mundo y los demás son
exclusivamente objetos de una posesión.
En opinión de Marcel, el origen y
desarrollo de esta actitud tiene que ver con la mentalidad objetivante del
racionalismo científico y técnico, para la cual el mundo aparece simplemente
como un taller de trabajo y a veces como un esclavo adormilado. Aquel que posee
intenta por todos los medios de mantener, conservar y aumentar lo poseído, pero
al someterse ésta al desgaste y a las vicisitudes temporales, puede escapar,
con lo que se convierte en el centro de los temores y de las ansiedades de
aquel que aspira poseerla. Lo más paradójico de esta situación, escribe Marcel
en Ser y Tener, “es que en último término parece que yo mismo me aniquile en
este apego y que llegue a verme absorbido por este cuerpo al que me adhiero”.
Así, bajo el signo del tener la realidad deja de ser vida, misterio y
alegría creadora, y se transforma en una vorágine de objetos que absorbe
inexorablemente a quien los quiere poseer. El mundo de la categoría del
tener es el mundo de la alienación y de la preocupación, sin embargo,
precisamente ante esta tragedia del tener, liberándome de la necesidad de
poseer las cosas, puedo convertirme en un individuo disponible para el ser,
haciendo a un lado la desesperación de no ser.
El hombre contemporáneo no se da
cuenta de que le han robado su libertad, está anestesiado por la mentalidad
científica, por el desarrollo de la tecnología y la cultura del tener, que
prevalece en el mundo en el que vive, sin embargo, para Marcel, el hecho tan
sencillo de vivir le parece maravilloso y afirma que el ser humano tiene en su poder la posibilidad de acoger o rechazar
este mundo trágico. Este poder es la esencia misma de la libertad del
individuo.
Marcel y el cristianismo
En su ansia por hallar la
trascendencia, se convierte en el incansable peregrino que se inmiscuye en los
arcanos del ser. Su camino se encuentra iluminado al convertirse al cristianismo:
la moneda está lanzada y Dios espera ahí, mientras Marcel siente su espalda
achatada por la presión de la gravedad y la nueva responsabilidad: “Ya no dudo
más. Milagrosa felicidad, esta mañana. Por vez primera he sentido claramente la
experiencia de la gracia. Estas palabras son terribles, pero así es. Al fin, he
sido sitiado por el cristianismo; y quedé sumergido. ¡Fausta sumersión! Sin
embargo, no deseo escribir más. Empero, siento la necesidad de hacerlo.
Sensación de balbuceo… es más bien un nacimiento. Todo es de otra manera. Ahora
veo claro, en mis improvisaciones. Una me libra inversa a la anterior, la de un
mundo que estaba ahí, realmente presente y que por fin aflora”.
Esta experiencia que cimbra la
fuerza dialéctica de Marcel no puede ser recogida en un tubo de ensayo para
muestra en el laboratorio ideológico de un pensamiento racional. Le lleva a la
contradicción del compromiso:
Como escribía a M. (…) siento al
unísono el temor y el deseo de comprometerme. Pero ahora también siento que en
el origen hay algo que me sobrepasa: un compromiso aceptado a continuación de
un ofrecimiento que me ha sido hecho en lo más profundo de mí mismo… He de
merecer todo esto. Cosa extraña y profundamente clara que no seguiré creyendo,
sino a condición de seguir mereciendo.
La luz no es total y se ve
obligado a seguir en la lucha:
Todo esto me es muy difícil de
aceptar, y al mismo tiempo tengo la extraña impresión de que se realiza un
trabajo en mí como de resistencias enmarañadas o comprimidas; ¿es acaso una ilusión?
He visto todo esto largo tiempo desde fuera. Es ahora importante acostumbrarse
a una visión totalmente diferente…
Impresión de cauterización
interior continua. Su recorrido encuentra tregua. Descanso que no es sino el
alimento del fuego de un compromiso que cargará a cuestas, si es preciso, más
allá de la muerte: aparente tranquilidad que lleva su lanchón a la turbulencia
del vivir día tras día, momento a momento. Aguas que le lavan para ver más
claro su compromiso: “He sido bautizado esta mañana, con una
disposición interior que nunca hubiera podido esperar: ninguna exaltación, pero
sí un sentimiento de paz, de equilibrio, de esperanza, de fe”.
Vive los horrores de la Primera
Guerra, prestando sus servicios en un puesto de la Cruz Roja, pero ahora se
recrudece más la llaga por la resistencia y la colaboración francesa, por un
lado y por otro, los crímenes de los nazis y los soviets y esta actividad le “fue
llevando a considerar la guerra, no tanto desde una perspectiva política, sino
más bien desde una perspectiva existencial, en sus efectos sobre la imagen
moral de nosotros mismos como seres vivientes”.
Marcel afirma que vivimos en un
mundo roto, esta situación se caracteriza por una imposibilidad de imaginar y
por la negación de la trascendencia, del Absoluto, pues hemos callado nuestra
inteligencia y apagado la luz de nuestra conciencia, sólo nos queda el silencio
y la oscuridad total. Marcel reitera que a la realidad a la que no tiene acceso
válido la inteligencia, se llega por un camino irracional, el camino de la Fe.
Señala que Dios no es un objeto dado fuera de nosotros, por el contrario, el
Absoluto pertenece al mundo de la experiencia del hombre.
Cuando hablamos de Dios, dice
Marcel, no es de Dios de quien hablamos, puesto que el pensamiento piensa al
ser, mientras que el poeta expresa el Ser; Dios es el Tú Absoluto, de manera
que la vida espiritual es esencialmente diálogo. “El ser humano es un ser operante
y creador abierto a la auténtica trascendencia, más aún, es un ser que se nos
da no frente a otros, como objetos, sino en comunión con otros, y sobre todo
con el Ser Divino. Yo no soy nunca para mí, el otro y yo dejamos de ser
indiferentes para convertirnos en un nosotros mediante el amor”.
Para Marcel, el dialogo
existencial es más que un intercambio de verdades, una comunicación en el amor
que dice “yo soy porque tú eres”, es una comunicación que requiere estar
abierto al otro y a su misterio para reconocer nuestro coexistir. Para lograr
dicha comunicación se requiere de presencia, una cierta disponibilidad al otro
y una forma de estar que reconoce nuestro estar juntos ante el misterio. Esta
disponibilidad se caracteriza por poder reconocer al otro como alguien tan
misterioso como uno mismo, como alguien que ha vivido experiencias similares a
las nuestras. Estar disponible para el “tú” de forma amorosa. En definitiva
afirma Marcel, que la relación amorosa es un misterio y que una buena
comunicación con otro individuo propicia un mejor reconocimiento de nuestro
propio ser.
Por qué nos interesa Gabriel Marcel:
• Para
comprender al ser humano hay que verlo como “las situaciones en las que se
encuentra implicado”.
• Para
conocer al ser del hombre hay que reconocerlo como experiencia concreta, como
un ser participante y no como un ser objetivo como lo estudian las ciencias.
• Ser
es estar disponible a otro ser de manera receptiva, no ser un rol. La relación
terapéutica implica co-participación, el uso de técnicas es un peligro porque
nos despersonaliza, nos alejan del ser, de su entendimiento.
• La
existencia plena del ser humano se da cuando uno es participante y no un
espectador de la realidad. Poner atención en cómo nos narra su vida, viviéndola
o contando un cuento de alguien más. Ayudarlo a convertirse en actor de su
vida.
• El
hombre cuenta con el ejercicio del pensamiento para conocer con claridad quien
es él y el mundo en el que se halla.
• Para
Marcel el ser humano es un misterio que sólo se puede comprender desde la
descripción de sus experiencias en la situación determinada en la que se
encuentra. No somos conflicto, somos misterio.
• Marcel
reitera que la vida es un misterio que se puede vivir con alegría participando
en comunión con otros, con el mundo y con Dios vivo.
• La
comunicación existencial es una relación amorosa que nos transforma y para
lograrla se requiere de presencia, disponibilidad hacia el otro, sin dejar de
vernos como misterio. La relación terapéutica se acerca mucho a la propuesta de
Marcel.
De: logoforo.com
©2000 2013 - Todos los derechos reservados por María Teresa Lemus
Flores.
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