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Marcela Royo Lira |
"Desde
niña me gustó escribir y amé la lectura. Algunos textos míos fueron publicados
en la revista del colegio. También, junto a otros compañeros de oficina,
editamos la revista "El duende Indiscreto" en Watt's y Cía, sólo con
distribución dentro de la oficina. Hoy, adulta mayor, soy creadora de historias
con magia, imán de recuerdos, trajinante de la memoria. Soy narradora 100%."
Tuvimos la intención de aportar más datos, pero ¿habrá información más pertinente, para quien escribe, que su obra?
Los invitamos a disfrutar de una pequeña muestra que nos ha enviado, envuelta en una sencillez fraterna y admirable.
Admirable, sí, porque al recorrer la Web en busca de más placer, nos encontramos con una voz de tono inconfundible, una voz que ha logrado atrapar, en el cepo frágil del lenguaje, el jirón siempre sangrante arrancado al pensamiento. ¡A rastrear su producción, amigos!
LAS HERMANAS
Llega el otoño. Sin aspaviento, como queriendo no llamar la atención. Lo sentí temprano esta mañana mientras regaba el jardín y la brisa fría que lo acompaña todos los años me hizo entrar en busca de un chaleco. Como niño travieso nos pilló a todos desprevenidos, tuve que sacar del cuarto de guardar la estufa y sacudirle la tierra, también frazadas del closet. Anoche tuve frío.
El otoño seduce. Es como un recién nacido, podemos estar horas deleitándonos con su encanto. Quizás por eso, a la hora de la siesta, no pude como en días anteriores sentarme frente al computador y trabajar en mis textos. Me quedé, frente a la ventana, mirando cómo caían las hojas del olmo. Las fuertes se agarran al árbol con una testarudez increíble. Son las débiles las que atraen mi atención. Antes de pisar suelo ejecutan un último baile al compás del viento. Es la danza de la muerte y sin embargo conmueve. Llevo rato en el espectáculo.
Dos hojas llaman mi atención. Algo las une. Se deslizan en el aire en un ir y venir, negando a separarse. Tarareo una melodía de Mozart siguiendo el ondular de las hermanas enlazadas en sus tallos con trajes café marrón y ese triste afán de despedirse en cada uno de sus movimientos. Llega una ventisca, celosa quizás de la belleza de este instante, las arrastra, se las lleva, lejos, muy lejos. Agudizo la vista. Antes de perderlas veo que siguen unidas, como dos hermanas tomadas de las manos.
Llega el otoño. Sin aspaviento, como queriendo no llamar la atención.
MAL DE AMOR
La conoció un domingo, en un elegante jardín. Frecuentaba
el lugar. Allí conversaba con los
amigos y se distraía de la rutina
semanal. Se enamoró apenas la
vio en sus movimientos sensuales entre
las hojas del laurel en flor y las alegrías del hogar. La notó inquieta, osada,
besando a uno y a otros. El sol la acariciaba desde lo alto y tuvo
celos de la oportunidad que él no tendría.
Quiso
acercarse. Cantarle versos de amor. Decirle cómo lloran las rosas cuando
alguien las arranca del lado de sus hermanas, de las leyendas que trae el viento del sur en los
inviernos, pero antes que pudiera escapó. Él, es de movimientos lentos, y ella
lo sabe. Por eso, coqueta, se detuvo
poco más allá y se quedó a la espera.
Sin embargo, él siempre alcanza su objetivo quiso hacerle notar; además,
posee casa propia (asunto muy importante hoy en día) y allí sería la reina.
Sus
amigos se burlaron cuando lo vieron babeando mientras la contemplaba y unos
suspiros inoportunos salían de su pecho.
Más de alguno prometió presentarle una amiguita.
Se
fue la tarde. Una brisa fría despeinó
los olmos. Ella, riendo con sus amigas, abandonó el jardín. Apesadumbrado, roto el encanto, reconoció que su amor era imposible.
¡Cuándo se ha visto a un
caracol enamorado de una linda mariposa!
1 comentario:
Me encanta este blog.
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