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7 de julio |
«¡Mi ciudad triste y alegre!
De niño te observaba desde nuestro umbral, pueril. A mis ojos de niño te
muestras luminosa. Cuando el tabique me molestaba, me subía a un pequeño pilón.
Si aún así no conseguía verte, subía hasta el tejado. ¿Por qué no? Mi abuelo
también subía. Y te contemplaba a mi gusto». (pág. 9)
«De repente, se abre el techo
y un ser alado desciende con estrépito y rapidez, llenando la habitación de
corrientes y nubes.
Un crujido de alas que se
arrastran.
Pienso “¡Un ángel!”. No puedo
abrir los ojos, todo es deslumbrante, demasiado luminoso.
Tras fisgonear por todos
lados, levita y se escabulle por la grieta del techo, llevándose con él toda la
luz y el aire azul.
Vuelve a oscurecer. Me
despierto.
Mi cuadro La aparición evoca
este sueño».(pág. 103)
«Mi alma, parecida a una
habitación húmeda, rezuma lentamente.
La esperanza queda disimulada
en la cartera de cuero.
Aquí está mi juicio y la
densidad de todas mis ilusiones.
Nieva. Hace frío. No hay leña.
Me han instalado en dos
habitaciones que pertenecen a un apartamento ocupado por una numerosa familia
polaca.
Sus miradas herían, como
espadas».(pág. 187)
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Bella y Marc |
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