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20 de julio de 1304 El poeta llamaba "pasatiempo" a su permanente revisión de las composiciones contenidas en su Cancionero. |
Bendito sea el año, el punto, el día...
Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.
Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.
Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros y mi llanto.
Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan sólo lo comparte.
Versión de F. Maristany
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Laura, la mujer que motiva el Cancionero, y su vida... |
Amor lloraba, y yo con él gemía...
Amor
lloraba, y yo con él gemía,
del cual
mis pasos nunca andan lejanos,
viendo,
por los efectos inhumanos,
que
vuestra alma sus nudos deshacía.
Ahora
que al buen camino Dios os guía,
con
fervor alzo al cielo mis dos manos
y doy
gracias al ver que los humanos
ruegos
justos escucha, y gracia envía.
Y si,
tornando a la amorosa vida,
por
alejaros del deseo hermoso,
foso o
lomas halláis en el sendero,
es para
demostrar que es espinoso,
y que es
alpestre y dura la subida
que
conduce hacia el bien más verdadero.
Versión
de F. Maristany
No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.
Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.
Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.
Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por tí.
Versión de Julián del Valle
En la muerte de Laura
Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.
Versión de Alejandro Araoz Fraser
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