Rafael Barradas
Un artista trashumante
Ángel Kalenberg
Rafael Barradas era
uruguayo. Vale decir, marginal, y durante décadas fueron pocos los interesados
en conocer su obra. Quienes sí la conocen suelen pensar que de haberse quedado
en España, en Europa, hoy podría gozar de un reconocimiento no menor al que
reciben Juan Gris, Rivera, Severini o Modigliani.
Nunca fue un
sedentario. Desde Montevideo alentó el deseo de trasladarse a Europa. Una vez
en Europa, a los 23 años, pasó de ciudad en ciudad hasta dar con Hospitalet de
Llobregat. Y una vez instalado allí, lucha por volver a Montevideo. Cuando este
peregrino pensó quedarse en Montevideo, llegó para morir. Prematuramente, a los
39.
El afán permanente
por alcanzar siempre otro lugar y otras cosas marcó su incesante exploración de
medios: dibujo, caricatura, grabado (sobre todo, litografías y xilografías),
acuarela, pintura, collage (incorporando diarios, etiquetas, envoltorios teatrales),
carteles, viñetas, ex libris, ilustraciones, historietas infantiles, juguetes
de madera, de cartón o impresos sobre papel, muñecos de trapo, escenografía y
vestuario teatral, marionetas, notación musical (se conoce la partitura de una
composición de Carmen Barradas, Fabricaciones, con una notación creada por
Rafael Barradas). Y de ismos, desde los que inventó y los que desarrolló hasta
los que le endilgaron: "futurismo, simultaneísmo, vibracionismo, planismo,
cubismo, ultraísmo, clownismo, anti-yoísmo, verticalismo, fakirismo,
expresionismo, luz negra, plástica del cartón, espiritualismo", los
Magníficos, los Estampones, los Místicos.
La vida misma de
Barradas es vibracionista, vibra, camina, es el correcaminos que llega hasta el
agotamiento, la enfermedad, la muerte.
Del papel blanco y
del negro trazo intencionado
En sus comienzos,
Barradas produjo caricaturas e ilustraciones para periódicos, decisivos para
edificar su obra futura. Son innumerables los dibujos de Barradas que, aun
valiéndose del detalle, nunca imitan; de ese modo manifiesta su predilección
por la línea pura, concisa, incisiva, que cisela los contornos. Y es menester
prestarles mucha atención, pues el dibujo gobierna siempre la pintura de
Barradas, artista poseedor de una sabiduría estructural única.
Retratos y
caricaturas. La figura humana universal es un concepto sin sentido, porque no
hay tal cosa como un rostro universal; por el contrario, cada cara habla de un
sujeto singular, de una historia individual. Una imagen, se ha dicho con razón,
se establece sólo cuando se le impone un nombre, pues nombrar es una forma de
singularizar. Tanto es así que, a falta de nombre, al monstruo creado por el
Dr. Frankenstein se le ha conocido por el de su inventor. Y cuando el modelo no
se identifica, la imagen usualmente pierde su significado. Sin un modelo
concreto, esa imagen no puede reclamar un lugar en la realidad. Esto tal vez
suene tautológico o controversial, pero puede entenderse que la pintura de un
rostro siempre necesita representar a un individuo particular. "Encontrar
a un hombre [desde un rostro] es mantenerse alerta por obra de un enigma"
(E. Lévinas).
En definitiva, las
caricaturas son verdaderos retratos, dado que representan a un solo individuo,
generalmente aislado de todo contexto narrativo o escenario. Barradas parte de
una idea del parecido o la similitud. El parecido desencadena un proceso de
identificación que emerge de la simple evidencia. Acaso intuyó que el rostro
encarna –en su vacilación– "la melancolía y la grandeza de la existencia
humana" (Buber).
Si descubrir un
rostro a partir del ensamblaje de trazos de un dibujo y reconocer allí a
alguien no suele ser tarea menuda, cuánto más difícil es esta misma operación
cuando se trata de ver y reconocer a alguien desde una caricatura. Y Barradas
lo consigue sin hacer un inventario de la cara, sin incorporar los ojos ni
acudir a la deformación, valiéndose apenas de los desnudos rasgos expresivos de
los gestos de sus modelos.
Caricaturas y
retratos. El de Barradas no es un dibujo de habilidad. Por el contrario. A
partir de un trazo espontáneo el artista ensaya un proceso de enfriamiento,
encabalgando líneas, generando ritmos, como si por una condición natural
Barradas dispusiera de una visión abstracta que lo indujera a compatibilizar
dos modos aparentemente inconciliables: el de una abstracción capaz de frenarse
justo en el límite previo a la disolución total de las formas. Formas a las que
les imprime una trabazón como de marquetería, o sea un aspecto constructivo
mucho más rico, más orgánico que una estructura de verticales y horizontales.
A través de estos
dibujos pueden verse sus preferencias: Cézanne, por ese sentido estructural
(que incitaría a Torres García) desatendido por la mayoría de los futuristas, y
Goya (a quien apodaba "el coloso aragonés"), en cuanto a contenido
telúrico hispánico.
Barradas practica
un tipo de caricatura de trazo firme y sintético, el que le proporciona una
mayor libertad. No sombrea sus dibujos, a diferencia del propio Juan Gris,
quien ocasionalmente cae en la tentación de recurrir al claroscuro. Tampoco
cierra la línea del dibujo totalmente, pareciera experimentar la necesidad de
que el blanco del papel invada el interior de sus figuras y la línea deje de
ser frontera; de este modo Barradas se engarza en una tradición heredada del
barroco, que se prolongará encauzada por la pintura de tipo gráfico de Tiépolo.
De la misma manera que las figuras de George Grosz, las de Barradas afianzan,
valorizan, modulan el blanco del papel, al cual el artista le otorga
considerable importancia.
Son dibujos
lineales, de una línea discontinua, distinta a la línea peluda, como con
acorde, de la que hablaba Paul Klee (imbuido de una cuota de nihilismo
nietzscheano, propia del espíritu germánico, contraria a la apuesta por la
existencia de Barradas) y que practicaba Torres García. Y son rítmicos.
Barradas organiza el espacio con una secuencia rítmica, a diferencia de Torres
García, quien, en sus dibujos, siempre estructura el plano. Solo muy pocos
artistas, los más talentosos, son capaces de lograr un parecido a partir de tan
poco. En otras caricaturas, dentro de un planteo racional de los trazos se
permite un tratamiento gestual. Estos dibujos confirman su admiración por Goya.
Finalmente, debe
subrayarse que los dibujos de Barradas, al igual que los de Federico García
Lorca, comparten una irrefutable admiración por el imaginario infantil y por el
imaginario popular. Vale recordar que el idioma español mismo está contaminado
por el lenguaje poético y este, a su vez, por el lenguaje popular.
El nacimiento de la
pintura
Barradas concede
enorme importancia a la pintura dibujada y rítmica. En sus lienzos, tratados
con paleta baja, sin mucho contraste de color, la urdimbre es el dibujo. El
dibujo como estructura, he ahí el concepto que vincula a Barradas con Torres
García. La de este es cerrada y se corresponde con su herencia clásica. La de
Barradas, que proviene de la raíz futurista, está más vinculada a lo vital, y
por ende es abierta. Cuando se pasa de lo cerrado a lo abierto, se pasa de lo
esencial y racional a lo existencial, al flujo de la vida. Así, la procedencia
de ambos decidiría el tipo de sus soluciones plásticas. El encuentro –no
fortuito– de los dos maestros uruguayos en la Barcelona de 1917 será propicio
para el intercambio: Torres García ratificará al joven Barradas los valores del
clasicismo, mientras que este hará su parte infundiéndole a Torres elementos de
la vanguardia, en una relación como de vasos comunicantes. (En los hechos,
Torres García aspiraba a la formulación de grandes sistemas, lindantes con la
filosofía, en tanto que Barradas procuraba trasmitir los avatares terrenales de
la vida cotidiana.)
Desde luego, se
trató de un encuentro crucial. Por ello Torres habrá de escribir: "En
Barradas, esa cosa real pasa a segundo término, y la forma en su valor
absoluto, ocupa el primero. Libremente, sin sujeción al aspecto real, compone
valiéndose sólo de elementos plásticos sacados de la realidad. Dentro de lo que
él llamó vibracionismo, y oscilando entre Cubismo y Futurismo, entendió la
pintura como algo que, si debía basarse en la naturaleza, existía
independientemente de ella." Y en otro texto Torres García aclara aun más:
"Algo radical nos separaba en el fondo: él [Barradas] concebía una pintura
dinámica, porque partía del hecho real en su conjunto, que incluye el aspecto
plástico, acción real de personas o cosas, calidades, sonidos, ruidos, carácter,
expresión moral..., y yo tendía a algo estático, así como la arquitectura, a la
idea de la cosa, a la proporción como fundamento, a lo constante, a la ley, a
lo general; y más que al aspecto moderno, a esa tradición humana de los siglos."
...
El clownismo
Rafael Santos
Torroella, en un breve pero sustancioso ensayo, titulado Barradas y el
clownismo, con Dalí y García Lorca al fondo, caracteriza adecuadamente el
período clownista de Barradas como "...el decidido propósito de
circunscribir el retrato al mero contorno facial. Esta deliberada ausencia o
supresión de rasgos fisiognómicos es lo que tomó Barradas del maquillaje de los
clowns, en cuyos enharinados rostros parece haberse procedido, justamente a
aquella eliminación del ´yo´, y quizá, correlativamente, a aquella presencia
del ´no-yo´ preconizada por él en el enunciado de su teoría acerca del
clownismo en la pintura."
...
La vuelta. Y
después.
Cuando piensa en el
retorno a la patria, falta poco para cumplirse el centenario de la Jura de la
Constitución uruguaya. Y para ese acontecimiento prepara una serie de acuarelas
que le dicta la nostalgia, los Estampones, con escenas de los lugares de
Montevideo en los que pasó su juventud. Allí se constata un cambio de objeto;
los rudos tipos castellanos dejarán su lugar a los cajetillas, marineros y
prostitutas montevideanos; la realidad uruguaya, particularmente la de los
arrabales, entrevista allá lejos y después de mucho tiempo.
Y entonces, la
vuelta a Uruguay. Aunque lo más importante de su obra lo realiza en España, es
evidente que estuvo marcado por una constante añoranza y apetencia de su patria
uruguaya. Volvió con casi todos sus cuadros y ese fue el último gesto de
rebeldía de este rebelde sin pausa.
Quiso volver para
retomar aquí su obra. Pero era tarde, volvió malherido, y a los pocos meses la
muerte lo alcanza. Veinte años después, Uruguay asistió al comienzo de un
proceso de revaloración de Barradas y su presencia se tornará visible y
encontrará continuadores. A pesar de ello, su pintura mantuvo, en cierta
medida, la condición de inapresable, porque al no haberse embanderado con
ninguna de las tendencias del momento, le resultaba lícito usar todo, con
todos, contra todos. Acaso esto plantea un desconcierto para la crítica,
desconcierto que quizá sea la razón por la cual es tan escasa la literatura
acerca de su obra.
© relaciones
Revista al tema del
hombre
La exposición
incluirá su producción inicial en Uruguay y su encuentro e interpretación de
las vanguardias emergentes en Europa, proceso en el que el artista contribuyó a
introducir en los años de residencia en España. La muestra se propone subrayar,
a través de sus obras y documentación, las vinculaciones entrañables que
cultivó Barradas con los protagonistas culturales del primer cuarto del siglo
XX: pintores, escultores, poetas, críticos, productores teatrales.
El público podrá
contemplar sus paisajes urbanos, los escenarios preferidos por la bohemia y
también, los múltiples paisajes humanos reales e imaginarios de las ciudades y
pueblos de España y de un Montevideo recordado a la distancia.
Barradas retornó de
España a fines de 1928 para morir unos meses después. Trajo casi la totalidad
de su obra, que décadas después, adquirió el estado uruguayo y que hoy conforma
el acervo del Museo Nacional, y la mayor colección que existe del maestro.
Esta muestra
contará con talleres familiares, visitas guiadas y actividades didácticas para
instituciones educativas.
Entrada libre.
Museo Nacional de
Artes Visuales
Dirección: Julio
Herrera y Reissig esq. Tomás Giribaldi, CP 11300, Montevideo
Teléfono: +598 2711
6054 - 2711 6124 - 2711 6127
Horario salas:
martes a domingo de 14 a 19 hs.
Horario de
Biblioteca: martes a viernes de 13 a 17 hs.
Sitio web: www.mnav.gub.uy
“Me voy a Montevideo dentro de
algunas semanas (pocas g. a D.). Por fin en el Uruguay se me hace un poquitín
de justicia y se me ha comprado dos telas para el Museo Nacional”[... ...]
De
una carta escrita a fines de setiembre de 1928, dirigida a su amigo Torres-García.
En:http://www.unizar.es/artigrama/pdf/17/2monografico/02.pdf
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