lunes, 6 de mayo de 2013

“Mi juventud me es como una costra: / una herida debajo,/ que diariamente sangra./”- Gottfried Benn


Como la idea de Poesía, por estas latitudes, aún se remonta para muchos/as al esquema tradicional becqueriano, por referirnos a uno de los referentes más populares, es oportuno que, principiando el mes de mayo, recordemos a un poeta y teórico de la talla de Gottfried Ben. Habitante de entreguerras y médico. Suficientes datos para explicar por qué, a los 26 años, escribía así:

PABELLÓN DE PARTURIENTAS

Las mujeres más pobres de Berlín
—trece niñas en cuarto y medio,
putas, marginales, prisioneras—
retorciendo su cuerpo y sollozando.
En ningún otro sitio se grita tanto.
En ningún otro sitio el sufrimiento y dolor
importa tan poco
porque aquí siempre grita algo

"¡puja mujer! ¿Entiendes, puja?
No estás aquí por diversión.
No lo contengas!!! No alargues la cosa!!!
Puja incluso si te cagas encima.
No estás aquí para descansar.
Esto no saldrá por sí solo. Debes presionar!"
Por fin llega: azulado y pequeño.
Orina y heces lo ungen.

De once camas con lágrimas y sangre
los gemidos le dan la bienvenida.
Sólo dos ojos elevan un coro de júbilo al cielo
por este pequeño pedazo de carne.

Todos se marchan: desolación y placer.
Y cuando muera entre estertores y sufrimientos,
otros llenarán las doce camas de este pabellón.


HOMBRE Y MUJER ATRAVIESAN LA BARRACA DE LOS CANCEROSOS


El hombre:
Aquí en esta fila úteros destruidos
Y en esta fila pechos destruidos
Camas juntas y apestosas, a cada hora las hermanas se
turnan
Ven, levanta silenciosamente esta manta
Mira esta gran pila de grasa y horribles humores
fue preciosa para un hombre alguna vez
significaba éxtasis y hogar.

Ven y mira estas cicatrices en el pecho.
¿Sientes el rosario de pequeños nudos blandos?
Toca sin temor. La carne cede y está adormecida.
Aquí hay uno que sangra como si tuviese treinta cuerpos.
Nadie tiene tanta sangre. De ésta tuvieron que arrancar a
un niño de su útero canceroso.

Los dejan dormir. Día y noche. —A los nuevos
se les dice: aquí el sueño les hará bien—. Pero los
domingos se les deja un rato despiertos para las visitas,

Toman un poco de alimentos. Sus espaldas están
llagadas. Ves las moscas. A veces,
las hermanas los lavan. Como uno lava los bancos.
Aquí las sepulturas se elevan alrededor de cada cama y la
carne desciende a la tierra. El Fuego se extingue y
La vitalidad se apresta a correr. La Tierra llama.



RÉQUIEM

Dos en cada camilla. Hombres y mujeres
en cruz. Hacinados, desnudos, pero sin dolor.
El cráneo abierto. El torso partido a la mitad. Los cuerpos pariendo por última vez.

Cada uno llena tres bacines: desde el cerebro hasta los testículos.
Y el templo de Dios y la guarida del demonio
ahora lado a lado en una cubeta de mugre.
Se burlan del Gólgota y el pecado original.

El resto, en ataúdes, limpios recién nacidos;
piernas de hombre, torsos de niño, pelo de mujer.
Yo vi lo que engendraron dos que solían prostituirse,
algo yaciendo allí, como salido de un solo útero.


Traducción de Daniel Rojas Pachas
Ediciones Cinosargo / Colección Pink Cigarette


MADRE

Te llevo como una herida
en la frente, que no se cierra.
No siempre duele. Y no se escapa
por ella muerto el corazón.
Sólo a veces de pronto enceguezco y siento
sangre en la boca.  


Traducción de Jesús Munárriz


Gottfried Benn

Nacido el 2 de mayo de 1886
Todos estos poemas pertenecen a Morgue, editado en 1912. Una obra casi olvidada hoy. (¿Habrá incidido para ello el hecho de que fuera censurada y confiscada en 1916? Recordemos que la obra de un antecesor -Charles Baudelaire- había corrido una suerte similar). Sin embargo,sin ella,  no podríamos comprender en forma cabal el Expresionismo, esa Vanguardia tan particular nacida en Alemania. También pregunto: ¿No es hermana de cualquiera de las narraciones de Kafka?


La tentación de articular es muy poderosa y por eso imposible de acallar otra conexión, otra que nos lleva al incomparable Antón Chejov. Un hombre tan comprometido con su realidad que, con treinta años, decidió visitar la isla-prisión de Sajalín, donde el zar sometía a los peores castigos a los condenados. Tardó casi seis meses su viaje completo; convivió con los desterrados y cada entrevista fue minuciosamente registrada.
Obviamente, todas esas experiencias aparecieron publicadas en 1893, bajo el título “La isla de Sajalín” (todas, incluidas sus especulaciones acerca de las reiteradas prohibiciones de entrevistarse con los presos políticos de aquel Infierno).
Ilustrando muy brevemente:
“El 8 de Julio, antes del almuerzo, el Baikal levó anclas. Con nosotros iban unos trescientos soldados al mando de un oficial, y varios presos, a uno de los cuales lo acompañaba una niña de cinco años, su hija, que se aferró a sus grilletes en el momento en que el padre se disponía a subir por la escalerilla. También atraía la atención una presa a la que su marido seguía voluntariamente al penal”.
Otro médico, entonces, cuya atención fue más allá del dolor físico.



Sensibles placas sonoras-como decía nuestro Rodó- de otro dolor: el dolor social.
Iluminadores de conciencia del dolor social.






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