CIERRO LOS
OJOS…
Quise volver a
sentir mi ciudad natal en toda su intensidad y hacia allí me dirigí en tren.
El ruido de la
locomotora y las paradas en aquellas viejas estaciones me hacen vibrar de
emoción. Experimento la misma sensación que el viaje me provocaba cuando era
niña.
Cierro los
ojos, ahora rodeada de silencio, y puedo escuchar aquel sonido ronco de los
colosos de vapor que parecían resoplar cuando se ponían en marcha, es una
sensación extraña porque veo mucho humo, me veo en medio del encanto de
aquellas viejas estaciones que aún están en pie...todo combinado con el silbato
de la locomotora ---chu-chúuuu...chu-chúuu, el grito en la estación de:
¡Paaaasajeeros al tren!!! y yo sentada
en los vagones de madera y con mi frente apoyada en la ventanilla que no cesaba
de trepidar, a la vez que mi cabeza saltaba porque no se podía mantener fija
apoyada sobre el vidrio, pero aún así no dejaba de mirar el paisaje que pasaba
ante mi vista en forma lenta. Y el tren seguía marchando abriéndose paso con un
ruido continuo, chacachá ...chacachá ...chacachá aumentado con el golpeteo de
los paragolpes de los vagones entre sí, y el chirriar de los engranajes y el
vaivén que se producía dentro del vagón cuando cambiaba de riel.
Pero abro los
ojos…. Vuelvo.
El tren llega
un poco retrasado a la estación de Santa Lucía, que está cerca del río. Bajo del tren y voy caminando hacia la
ciudad.
Lo primero que
veo es el viejo Hotel Biltmore y no lo puedo creer. Está igual que hace
cincuenta años, cuando me fui a vivir a Montevideo.
Conserva su
blanca fachada en todo su esplendor y algo de su historia me viene a la mente,
porque fue el primer hotel turístico que tuvo el Uruguay, construido allá por
1872. Anteriormente se llamaba Hotel
Oriental, hasta que en el año 1920 lo compró la familia Monzeglio y lo bautizó
Hotel Biltmore, como se conoce hasta el día de hoy.
Un gran cartel
a su entrada subraya mi recuerdo, pero para mi sorpresa me entero de que ya no
funciona como hotel (no es redituable) y que las habitaciones se alquilan a
personas estables.
Me parece
mentira, ya que tuvo épocas de esplendor, cuando era disfrutado por gente
adinerada que pasaba allí las vacaciones o simplemente los fines de semana.
Muchas personalidades del Uruguay también hicieron uso de sus instalaciones,
como Máximo Santos, que entre los años 1885 y 86, desde allí gobernó el país,
ocupando por una temporada todas las instalaciones con toda su comitiva.
También se
conserva intacta una habitación, la 32, donde Carlos Gardel cantó para la
delegación del Club Nacional de Fútbol en el año 1933.
En la
actualidad sólo se abre al público el Día del Patrimonio. Realmente, una gran
pérdida.
Ante mi
insistencia me permiten entrar y recorrerlo con entera libertad. Subo los seis
escalones de mármol blanco y entro como si estuviera retrocediendo en el
tiempo. Me encamino al enorme salón principal, y percibo que el mobiliario se
mantiene intacto. Las lozas inglesas, francesas y alemanas que adornan los
antiguos aparadores color caoba me arrojan una mirada cómplice que viaja desde
aquellos mediodías que compartí junto a mis padres y hermanos.
Me siento en
una de las sillas de antaño y otro torbellino de sensaciones me invade.
Comienzo a
sentir el aroma de verduras de aquella sopa pavesa que preparaban muy a menudo
y que saboreábamos como un manjar de los dioses. Recuerdo a los mozos trayendo
las cazuelas de barro, con los croutons de pan fritos en manteca, sobre los que
rompían un huevo, añadían mucho queso rallado y encima vertían el caldo
hirviendo.
Me inclino
hacia atrás en la silla y comienzo a escuchar, desde el salón contiguo, una
audición radial que trasmitían todos los mediodías. Se llamaba “A la caza del
gazapo” y consistía en encontrar los errores que se cometían en los periódicos.
Cada vez que leían uno, lo aprobaban con el sonido de un tiro de escopeta. Me
parece estar oyendo esos sonidos.
Luego recorro
el gran patio, con sus canteros y plantas al que dan las habitaciones. Entro en
varias, algunas aún conservan las camas con sus respaldares de bronce torneado,
roperos de madera con ovalados espejos biselados y arañas con caireles de
cristal.
Esta visita,
después de tantos años, me llena de emoción y me motiva para seguir recorriendo
aquellos lugares que marcaron huellas en mi niñez.
Alicia Gaione
Taller de Novela
Centro de Formación Humanística PERRAS NEGRAS
A EL NARRATORIO <elnarratorioblog@gmail.com>, nuestro agradecimiento.
Canelones, aromando a verde o a sal la memoria de l@s uruguay@s. |
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