3 de julio de 1883- República Checa |
A. ¡Sé sincero! ¿Cuándo podrás
sentarte otra vez como hoy, frente a una cerveza, con alguien que te escucha?
¡Sé sincero! ¿En qué consiste tu poder?
B. ¿Tengo acaso poder? ¿En qué
tipo de poder estás pensando?
A. Me quieres desviar del tema,
tú, alma insincera. Quizá tu poder consiste precisamente en tu insinceridad.
B. ¡Mi poder! Porque estoy aquí
sentado, en esta pequeña fonda, y he encontrado a un antiguo compañero de
colegio que me acompaña, por eso ya soy poderoso.
A. Entonces lo enfocaré de otra
manera. ¿Te consideras poderoso? Pero ahora responde con sinceridad, si no me
levanto y me voy a casa. ¿Te consideras poderoso?
B. Sí, me considero poderoso.
A. Bien, ya ves.
B. Pero ése es un asunto privado.
Nadie ve una huella de ese poder, ni un grano, ni siquiera yo.
A. Pero te consideras poderoso.
¿Por qué te consideras entonces poderoso?
B. No es del todo correcto decir:
«me considero poderoso.» Eso sería soberbia. Tal y como estoy aquí sentado,
viejo, sucio y abandonado al vicio, no me considero poderoso. El poder en el
que creo no es ejercido por mí, sino por otros y estos otros se someten a mí.
Este hecho, naturalmente, me avergüenza mucho y no hace en absoluto que me
sienta orgulloso. O soy un sirviente, al que grandes señores han hecho su señor
por capricho, entonces estaría todavía bien, entonces todo sería apariencia, o
he sido realmente destinado a ser su señor; qué podría hacer yo en ese caso, un
pobre viejo desamparado. Soy incapaz de llevar el vaso sin temblar desde la
mesa hasta mis labios y ahora debería regir las tormentas o el océano.
A. Ya ves lo poderoso que eres y
lo querías callar. Pero se te conoce. Aunque siempre te sientas solo en una
esquina, todos los contertulios te conocen.
B. Sí, bien, los contertulios
saben mucho. Yo sólo oigo fragmentos de sus conversaciones, pero lo que oigo
constituye toda mi información y confianza.
A. ¿Cómo? Después de lo que
escuchas aquí, ¿no gobiernas acaso?
B. No, seguro que no. ¿Perteneces
por casualidad a los que creen que yo gobierno?
A. Lo acabas de decir.
B. ¿He podido decir algo
semejante? No, yo sólo dije que me considero poderoso, pero que no ejerzo ese
poder. No lo puedo ejercer, pues aunque mis ayudantes están aquí, no ocupan sus
puestos y nunca los ocuparán. Son negligentes, en todos los lugares a los que
no pertenecen andan vagando por ahí, desde todas partes dirigen sus ojos hacia
mí, yo lo permito todo y asiento con la cabeza. ¿No tengo derecho, por tanto, a
decir que no soy poderoso? Y no me considero insincero.
En: Fragmentos
póstumos
De: www.medellindigital.gov.co
“Estamos abandonados como niños extraviados en el bosque.
Cuando permaneces ante mí y me miras, qué sabes tú de los dolores que hay en mí
y qué sé yo de los que hay en ti. Y si yo me arrojara a tus pies y llorara y te
contara, qué sabrías más de mí que del infierno, si alguien te hubiese dicho que
allí hace calor y es un lugar espantoso. Sólo por eso los seres humanos deberíamos
mostrarnos entre nosotros tan respetuosos, tan pensativos y amantes como si
estuviéramos ante las puertas del infierno”.
FRANZ KAFKA
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