sábado, 16 de mayo de 2015

"Yo, señor, soy de Montevideo”- Carlos Maggi

5 de agosto de 1922- 15 de mayo de 2015
Escritor, periodista, historiador uruguayo.

SEGURO CONTRA ROBO


—No es por el valor de tus malditos guantes —dije, tirando los paquetes que rodaron sobre el tapizado— me fastidia la falta de cuidado, la pérdida de los bienes por que sí.
—No se perdieron —observó Isabel— fueron robados. Los dejé aquí. Estoy segura. Fui la primera en decirlo.
—Espléndido! En vez de perderlos por descuido los dejaste por descuido sobre el asiento del auto, mientras hacíamos las compras. ¡Qué cuidadosa! —y antes de que pudiera ensayar un solo razonamiento, completé el ataque. —Además fuiste tú la que me convenciste de no cerrar con llave. No lo vas a negar, ahora. Hace semanas que voy dejando el auto abierto por los lugares más expuestos, por las peores calles, como ofreciéndole un caramelo a los ladrones. Ese es el resultado de tu filosofía.
—Y señalé con el índice hacia abajo, como Jehová, hacia el lugar del asiento delantero donde debían estar los guantes y no estaban.
—No grites, querido —musitó ella— la gente nos mi...
—Es lógico. Todo el mundo se asoma a ver la cara de los estúpidos que se dejan atropellar por un ómnibus o robar en la puerta de un supermercado.
Entramos al coche y antes de arrancar, cuando hice girar la llave del seguro que traba la dirección, Isabel me cubrió la mano con la suya y me dijo, con ternura:
—Sacrifiqué mis guantes para hacerte ganar más de trescientos mil pesos.
La miré y vi en sus ojos la luz de la inteligencia.
—Si hubieras cerrado la puerta del auto con llave, cl ladrón no habría podido entrar y hubieras gastado inútilmente los mil pesos que te costó la traba de la di­rección. Si yo no hubiera dejado los guantes para que él los robara, nunca hubieras sabido que hubo un ladrón que quiso robar el auto y no pudo. No es tan difícil de entender, Fabián. Me quedé sin guantes, pero tú multiplicaste por trescientos lo invertido en ese seguro contra robo. ¿No te parece buen negocio? Piensa, querido: conservamos el Fiat, valoramos la traba de la dirección y todavía nos salvamos de tener que mandar a arreglar la portezuela. No fue forzada porque la dejaste sin llave, como yo te dije. ¿Esos beneficios no compensan la pérdida de un viejo par de guantes?
Desde ese día, dejo un billete de diez pesos colgando del espejo retrovisor y van siete veces que me lo roban. Con solo setenta pesos llevo ganados unos dos millones ciento siete mil pesos (calculando el auto a nada más que trescientos mil, la traba por su costo original, mil, y sin contar el ahorro en reparaciones de la puerta, que jamás sufre porque queda abierta).

De: CUENTOS DE HUMORAMOR

En: Revista Raíces




















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