"el negro blanco"
I
Probablemente nunca seremos
capaces de determinar el deterioro psíquico que los campos de concentración y
la bomba atómica han ocasionado en el inconsciente de casi todos los que
estamos vivos en estos años. Por primera vez en la historia de la civilización
-tal vez por primera vez en toda nuestra historia-, nos hemos visto forzados a
vivir bajo la inhibición de las más pequeñas facetas de nuestras personalidades
y con la menor proyección de nuestras ideas, o verdaderamente, en un
vaciamiento tal con respecto a nuestras ideas y personalidades que quizás acabe
condenándonos a morir como una cifra en una vasta operación estadística en la
cual todos nuestros dientes están contados, nuestro pelo a salvo, pero nuestra
muerte es anónima, deshonrosa, irrelevante; ya no una muerte que podría
esperarse con dignidad como posible consecuencia de las acciones que hemos
cometido, sino una muerte deux ex maquina en una cámara de gas o en una ciudad
radioactiva. Así, en el centro mismo de la civilización, la civilización
fundada sobre la urgencia faustiana de dominar a la naturaleza al adueñarnos
del tiempo y por ende, adueñarnos de los vínculos de causa y efecto, en el
medio de una civilización económica fundada en la confianza de que el tiempo
podría verdaderamente ser sometido a nuestra voluntad, nuestra psiquis fue a su
vez sometida a la ansiedad intolerable que sostiene que si no hay razón para
morir, tampoco la hay para vivir, y que el tiempo, privado de relaciones de
causa y efecto, finalmente va a llegar a su fin.
La Segunda Guerra Mundial puso un
espejo frente a la condición humana que cegó a todo aquel que se mirase en él.
Por cada diez millones de bajas en los campos de concentración bajo la
inexorable agonía y las contracciones de super estados basados en la siempre
insoluble contradicción de la justicia, uno se vio obligado aún a ver que no
importaba qué tan derruido y pervertido pudiera devenir, a imagen del hombre,
la sociedad que éste había creado, que de manera alguna se asustaba de su
creación, de su creación colectiva (al menos su creación colectiva pasada); y
que en suma, si la sociedad era tan criminal, ¿quién podría ignorar entonces
las cuestiones más ocultas de su naturaleza?
Es peor. Uno apenas puede
mantener su valor en tanto individuo y hablar con voz propia; los años en los
que uno podía aceptarse complacientemente como parte de una elite al ser
radical se han ido para siempre. El hombre intuyó que cada vez que disentía, se
le enviaría una notificación de que sería convocado en cualquier año de crisis.
No te preguntes luego qué fueron los años de la conformidad y la depresión. El
miedo fétido ha salido de cada poro de la vida norteamericana y sufrimos una
crisis colectiva de valor. El único valor, con raras excepciones, que hemos
atestiguado fue el valor aislado de la gente aislada.
II
Es en esta desolada escena que el
fenómeno tuvo aparición: el existencialista norteamericano, el hipster, el
hombre que sabe que si nuestra condición colectiva es vivir bajo el miedo de
una muerte instantánea a causa de la guerra atómica, muerte relativamente
rápida desde un Estado visto como univers concentrationnaire, o muerte lenta
por la conformidad que sofoca todo instinto rebelde y creativo, si el destino
del hombre del siglo XX es vivir con la muerte desde la adolescencia hasta la
madurez, por qué entonces no iba a ser la única respuesta esperanzadora aceptar
los términos de la muerte, vivir en su inminente peligro, divorciarse de la
sociedad, existir sin raíces e iniciarse en el viaje no ordinario de los
imperativas rebeliones del ser. En suma, tanto si la vida es criminal como si
no lo es, la decisión es despertar al psicópata dentro de uno mismo, explorar
ese dominio de la experiencia donde la seguridad es aburrimiento y
consecuentemente, enfermedad, y al uno existir sólo en el presente, en ese
enorme presente sin pasado ni futuro, recuerdos o planes, la vida es la de un
hombre que debe seguir hasta ser abatido ("beat"), vida en la que
apostar sus energías frente a las grandes y pequeñas crisis de valor y en la
que las inesperadas situaciones que hostigan cada uno de sus días todo se
reduce a estar en ello ("with it") o a verse condenado a no moverse
("to swing"). La esencia impermanente del Hip, su brillantez
psicopática, se estremece con el conocimiento de que las nuevas victorias que
incrementan su poder son consecuentemente nuevas formas de percepción; y así,
las derrotas, las nuevas derrotas, atacan su cuerpo y aprisionan su energía
hasta encarcelarlo en la atmósfera de los hábitos que no le son propios, en las
derrotas ajenas, en el aburrimiento, la desesperación tranquila y la furia
helada y muda de la autodestrucción. Uno ha de ser "Hip" o
"Square" -alternativa que cada nueva generación que se adentra en la
vida americana está empezando a sentir-, uno es rebelde o uno se conforma, uno
es un fronterizo en el lado más salvaje de la noche norteamericana o es una
celda cuadrada ("square"), atrapado en el tejido totalitario de la sociedad,
condenado a la fuerza del conformismo que lo catapulte al éxito.
De: DDOOSS.com
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31 de enero de 1923- Estados Unidos Escritor. Innnovador del periodismo literario.Activista político. |

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