Alma, no olvides mi nombre adonde vayas
El río ya había aplacado su
instinto de faraón caprichoso. ¿Quién osaría detenerlo cuando luego de su
desmesurado antojo, las arenas del desierto terminaban cubriéndose de lodo
fértil? Ni el cielo se atrevía a pronunciar su nombre. Lo preservaría para que
no muriera jamás. Los hombres entonces le agradecían ese semen divino por
haberles revivido sus cosechas. Inundación de agua buena, agua sana que se
convertía en rumor de risas por entre los surcos de trigo, cebada, sésamo y por
las comisuras de la gente buena como el
agua buena.
Por entonces, al final de una de
esas inundaciones apareció un nahual.
Fuera mentira o verdad, algunos veían en este ser a una energía
protectora; otros, a un animal defensor. Parece ser que éste andaba buscando la
mujer que concebiría la forma humana esbozada para él en el mundo de las ideas;
allí en donde se aprenden las verdades eternas de la vida y la muerte. En ese
mismo lugar, donde anidan todos los espíritus que se disponen luego a emprender
el vuelo hacia el “¡por fin te conozco!”.
Los asombrados ojos creían haberlo descubierto después del desborde.
Cuerpo de pájaro y cabeza de humano, revoloteando, medio perdido o atontado. La
creencia popular, que vuela y se alimenta de historias, argumentaba que se
presentan de ese modo cuando la mujer encinta todavía no ha engendrado al que
deben orientar en su nuevo destino. ¿Y cómo encontrarlo para que tuviera su
dignidad humana?, parecía preguntarse en su condición de sombra en pena rondando
a tientas y a locas.
Mientras tanto y alejados de las
diversas conjeturas, un hombre se empecinaba en discutir con su alma, a la que
solían llamarle Ba en el gran Egipto. No es extraño este proceder cuando el
cuerpo agotado de sufrimientos entra en conflicto con ella.
El nahual se acercó, sobrevolando
casi al ras del suelo y agudizó sus oídos, mientras iba calculando que tenía
tiempo de sobra hasta que se consumara la prometida concepción. El hombre
insistía en el abandono sufrido y la consecuencia fatal que le traería, acaso
para que su Ba sintiera más pesada la culpa:
“¡Mirad, mi alma me extravía, no
la escucho, arrastrándome a la muerte antes de que yo vaya a ella!”.
Asidas al cuerpo nervioso, las
alas del pájaro se sacudieron con voluntad de quien quería intervenir. ¿Valdría
la pena interceder por el Ba, si la
causa fuera justa? Justicia o injusticia la cuestión podría irse resolviendo
sola. El ser emplumado dejó de aletear; sus ojos y oídos humanos vigilaban curiosos
la disputa, aunque los pensamientos querían escapar en tropel por la boca
cuando escuchaba la voz del que seguía exigiendo inexorablemente. Reflexiones
que las uñas desgarraban sobre la tierra, a medida que las oía: ¡Haya paciencia
de alma para atender tanto reclamo! ¡Dónde se ha visto un destino sin pesares!
Si fuera por mí…Casi se le escapa la voz por la garganta humana. Pero por algo
el alma tiene cualidad de madre. ¿De dónde me salió esa idea? Sacudió la cabeza
como para desprenderse de un abrojo. Mientras tanto y ajenos al fisgón, el Ba
no dejaba de aconsejar al hombre; un momento con suavidad maternal; otros, con
la firmeza de la razón.
“…que alcances el occidente, que
tus miembros alcancen la tierra, me posaré después que te hayas cansado y
entonces haremos una morada juntos”. “Escúchame, mira, es bueno escuchar para
la gente. Sigue el día felizmente, olvida la preocupación”.
El coloquio era largo:
insinuaciones, protestas, consejos... hasta que se aflojaron los ánimos. Ante
todo estaba el honor del hombre, mantener la identidad. El Ba no lo
abandonaría. No dejaría de pronunciar su nombre mientras él viviera. Aún
permaneciendo en el mundo subterráneo de huesos sin carne adherida, su Ba
mantendría la promesa de retornar en un futuro con el nombre grabado en su
memoria, aún sabiendo que en su tumba la prole de ese hombre y los hijos de sus
hijos lo perpetuarían en papiros.
De algún lugar salió una voz:
“¿Qué animal es ése?”, se escuchó decir. Ni quiso responder el pájaro con
cabeza de humano. Había intuido el ansiado momento. Levantó vuelo con altanería
de ave mística hacia su futura morada para esperar al ser que tendría que proteger y guiar por siempre.
Susana
Matteo
Taller Temático
“El ADN de la Literatura Universal”.
(Esta producción
estuvo motivada por la lectura y análisis del texto Diálogo del cansado de la
vida con su alma, de la literatura egipcia del tercer milenio A.C., el que
recomendamos conocer.)
Centro de
Formación Humanística PERRAS NEGRAS
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