lunes, 29 de diciembre de 2014

Producción del Taller Temático: El ADN de la Literatura Universal



Alma, no olvides mi nombre adonde vayas


El río ya había aplacado su instinto de faraón caprichoso. ¿Quién osaría detenerlo cuando luego de su desmesurado antojo, las arenas del desierto terminaban cubriéndose de lodo fértil? Ni el cielo se atrevía a pronunciar su nombre. Lo preservaría para que no muriera jamás. Los hombres entonces le agradecían ese semen divino por haberles revivido sus cosechas. Inundación de agua buena, agua sana que se convertía en rumor de risas por entre los surcos de trigo, cebada, sésamo y por las comisuras  de la gente buena como el agua buena.
Por entonces, al final de una de esas inundaciones apareció un nahual.
Fuera mentira o verdad,  algunos veían en este ser a una energía protectora; otros, a un animal defensor. Parece ser que éste andaba buscando la mujer que concebiría la forma humana esbozada para él en el mundo de las ideas; allí en donde se aprenden las verdades eternas de la vida y la muerte. En ese mismo lugar, donde anidan todos los espíritus que se disponen luego a emprender el vuelo hacia el “¡por fin te conozco!”.   Los asombrados ojos creían haberlo descubierto después del desborde. Cuerpo de pájaro y cabeza de humano, revoloteando, medio perdido o atontado. La creencia popular, que vuela y se alimenta de historias, argumentaba que se presentan de ese modo cuando la mujer encinta todavía no ha engendrado al que deben orientar en su nuevo destino. ¿Y cómo encontrarlo para que tuviera su dignidad humana?, parecía preguntarse en su condición de sombra en pena rondando a tientas y a locas.
Mientras tanto y alejados de las diversas conjeturas, un hombre se empecinaba en discutir con su alma, a la que solían llamarle Ba en el gran Egipto. No es extraño este proceder cuando el cuerpo agotado de sufrimientos entra en conflicto con ella.
El nahual se acercó, sobrevolando casi al ras del suelo y agudizó sus oídos, mientras iba calculando que tenía tiempo de sobra hasta que se consumara la prometida concepción. El hombre insistía en el abandono sufrido y la consecuencia fatal que le traería, acaso para que su Ba sintiera más pesada la culpa:
“¡Mirad, mi alma me extravía, no la escucho, arrastrándome a la muerte antes de que yo vaya a ella!”.
Asidas al cuerpo nervioso, las alas del pájaro se sacudieron con voluntad de quien quería intervenir. ¿Valdría la pena  interceder por el Ba, si la causa fuera justa? Justicia o injusticia la cuestión podría irse resolviendo sola. El ser emplumado dejó de aletear; sus ojos y oídos humanos vigilaban curiosos la disputa, aunque los pensamientos querían escapar en tropel por la boca cuando escuchaba la voz del que seguía exigiendo inexorablemente. Reflexiones que las uñas desgarraban sobre la tierra, a medida que las oía: ¡Haya paciencia de alma para atender tanto reclamo! ¡Dónde se ha visto un destino sin pesares! Si fuera por mí…Casi se le escapa la voz por la garganta humana. Pero por algo el alma tiene cualidad de madre. ¿De dónde me salió esa idea? Sacudió la cabeza como para desprenderse de un abrojo. Mientras tanto y ajenos al fisgón, el Ba no dejaba de aconsejar al hombre; un momento con suavidad maternal; otros, con la firmeza de la razón.
“…que alcances el occidente, que tus miembros alcancen la tierra, me posaré después que te hayas cansado y entonces haremos una morada juntos”. “Escúchame, mira, es bueno escuchar para la gente. Sigue el día felizmente, olvida la preocupación”.
El coloquio era largo: insinuaciones, protestas, consejos... hasta que se aflojaron los ánimos. Ante todo estaba el honor del hombre, mantener la identidad. El Ba no lo abandonaría. No dejaría de pronunciar su nombre mientras él viviera. Aún permaneciendo en el mundo subterráneo de huesos sin carne adherida, su Ba mantendría la promesa de retornar en un futuro con el nombre grabado en su memoria, aún sabiendo que en su tumba la prole de ese hombre y los hijos de sus hijos lo perpetuarían en papiros.
De algún lugar salió una voz: “¿Qué animal es ése?”, se escuchó decir. Ni quiso responder el pájaro con cabeza de humano. Había intuido el ansiado momento. Levantó vuelo con altanería de ave mística hacia su futura morada para esperar al ser que tendría que  proteger y guiar por siempre.


Susana Matteo

Taller Temático “El ADN de la Literatura Universal”.

(Esta producción estuvo motivada por la lectura y análisis del texto Diálogo del cansado de la vida con su alma, de la literatura egipcia del tercer milenio A.C., el que recomendamos conocer.)

Centro de Formación Humanística PERRAS NEGRAS


















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