... ¡Apresúrate! Últimamente,
gracias a ti, no tardo mucho en preparar el desayuno. Esta mañana sólo tenemos
pan, manteca y café: y ni siquiera tendrías eso si yo no me estropeara los
dedos cosiendo. El pan está duro. Supongo que te gustará. Tú no te mereces nada
mejor, pero no veo por qué he de sufrir yo. (Yendo hacia la cocina de gas) El
café dentro de un momento, y no esperes que te lo sirva.
(Repentinamente, con violenta
ira) ¿Qué diablos estás haciendo ahora? (Va hacia la puerta y atisba) Bueno,
por lo menos estás casi vestido. Creí que te habías metido en la cama de nuevo.
Eso sería muy propio de ti. ¡Qué aspecto horrible tienes esta mañana!
¡Aféitate, por amor de Dios! ¡Estás repulsivo! Pareces un vagabundo. Por algo
nadie quiere darte empleo. No los culpo… Tu aspecto no es ni aun medianamente
decente. (Va hacia la cocina de gas) Aquí hay mucha agua caliente. No tienes la
menor excusa. (Toma un tazón y vierte en él un poco de agua de la cafetera)
Toma.
(Él tiende la mano en procura del
tazón. Se ve una mano sensible, de finos dedos, que tiembla, y parte del agua
se derrama sobre el piso.)
(La señora Rowland, con tono
insultante) ¡Mira cómo te tiembla la mano! Más vale que abandones la bebida. No
puedes soportarla. Los hombres como tú son los mejores candidatos al delirium
tremens. ¡Eso sería la gota que hace desbordar el vaso! (Mirando el piso) Mira cómo has dejado el piso… hay colillas y
cenizas en toda la habitación. ¿Por qué no los tiraste sobre el plato? No, no
serías lo bastante considerado para hacerlo. Nunca piensas en mí. Tú no tienes
que barrer la habitación, y eso es todo lo que te importa.
(Toma la escoba y empieza a
barrer malignamente, levantando una nube de polvo. De las habitaciones
interiores llega el rumor de una navaja de afeitar que afilan)
(Barriendo) ¡Apresúrate! Ya debe
ser casi hora de que me vaya. Si llegara tarde, me expondría a perder mi empleo
y entonces ya no te podría seguir manteniendo. (Y al ocurrírsele algo más,
agrega sarcásticamente) Y entonces, tendrías que trabajar o hacer alguna cosa
horrible de esa especie. (Barriendo debajo de la mesa.) Lo que quiero saber es
si buscarás hoy trabajo o no. Sabes que tu familia no nos seguirá ayudando.
También ellos ya están hartos de ti. (Después de barrer en silencio durante
unos instantes) Estoy cansada de toda esta vida. Ganas me dan de irme a casa,
pero soy demasiado orgullosa para permitir que te sepan un fracasado… a ti, el
hijo único del millonario Rowland, el egresado de Harvard, el poeta, el hombre
notable del pueblo… ¡Bah! (Con amargura) No serían muchas las que me
envidiarían mi hombre notable si supieran la verdad. Me gustaría saber una
cosa… ¿Qué ha sido nuestro matrimonio? Aun antes de que tu padre millonario
muriera debiéndole dinero a todo el mundo, nunca derrochaste un solo minuto a
tu esposa. Supongo que, a tu entender, yo debía darme por satisfecha con tu
honorable actitud al casarte conmigo… después de haberme puesto en
dificultades. Yo te avergonzaba ante tus refinados amigos porque mi padre sólo
es un almacenero, eso es lo cierto. Por lo menos es un hombre honrado, y tú no
podrías decir lo mismo del tuyo. (Sigue barriendo enérgicamente hacia la
puerta. Se apoya sobre su escoba por un momento)
Suponías que todos creerían que
te habías visto obligado a casarte conmigo y te compadecerían… ¿verdad? No
vacilaste mucho para decirme que me querías y para hacerme creer en tus
mentiras antes de que sucediera aquello… ¿no es cierto? Me hiciste suponer que
no querías que tu padre me sobornara, como trató de hacerlo. Pero ya sé a qué atenerme.
Por algo he vivido tanto tiempo contigo. (Sombríamente) Es una suerte que
nuestro pobre hijo naciera muerto, después de todo… ¡Qué padre hubieras sido...
De: Antes del Desayuno
16 de octubre de 1888- Estados Unidos Dramaturgo |
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