Enrique Lihn 3 de setiembre de 1929- Chile Escritor, dibujante y crítico. |
Porque escribí
Ahora que quizás,
en un año de calma,
piense: la poesía me
sirvió para esto:
no pude ser feliz,
ello me fue negado,
pero escribí.
Escribí: fui la
víctima
de la mendicidad y
el orgullo mezclados
y ajusticié también
a unos pocos lectores;
tendí la mano en
puertas que nunca, nunca he visto;
una muchacha cayó,
en otro mundo, a mis pies.
Pero escribí: tuve
esta rara certeza,
la ilusión de tener
el mundo entre las manos
-¡qué ilusión más
perfecta! como un cristo barroco
con toda su
crueldad innecesaria-
Escribí, mi
escritura fue como la maleza
de flores ácimas
pero flores en fin,
el pan de cada día
de las tierras eriazas:
una caparazón de
espinas y raíces
De la vida tomé
todas estas palabras
como un niño
oropel, guijarros junto al río:
las cosas de una
magia, perfectamente inútiles
pero que siempre
vuelven a renovar su encanto.
La especie de
locura con que vuela un anciano
detrás de las
palomas imitándolas
me fue dada en
lugar de servir para algo.
Me condené
escribiendo a que todos dudarán
de mi existencia
real,
(días de mi
escritura, solar del extranjero).
Todos los que
sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán
porque escribí
y hacerlo significa
trabajar con la muerte
codo a codo,
robarle unos cuantos secretos.
En su origen el río
es una veta de agua
-allí, por un
momento, siquiera, en esa altura-
luego, al final, un
mar que nadie ve
de los que están
braceándose la vida.
Porque escribí fui
un odio vergonzante,
pero el mar forma
parte de mi escritura misma:
línea de la
rompiente en que un verso se espuma
yo puedo reiterar
la poesía.
Estuve enfermo, sin
lugar a dudas
y no sólo de
insomnio,
también de ideas
fijas que me hicieron leer
con obscena
atención a unos cuantos psicólogos,
pero escribí y el
crimen fue menor,
lo pagué verso a
verso hasta escribirlo,
porque de la
palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de
oscura inteligencia
y a esa luz muchos
monstruos no son ajusticiados.
Porque escribí no
estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar
por el amor a Dios
ni acepté que los
hombres fueran dioses
ni me hice desear
como escribiente
ni la pobreza me pareció
atroz
ni el poder una
cosa deseable
ni me lavé ni me
ensucié las manos
ni fueron vírgenes
mis mejores amigas
ni tuve como amigo
a un fariseo
ni a pesar de la
cólera
quise desbaratar a
mi enemigo.
Pero escribí y me
muero por mi cuenta,
porque escribí
porque escribí estoy vivo.
TV
Como los primitivos
junto al fuego el rebaño se arremansa atomizado
en la noche de las
cincuenta estrellas, junto a la televisión en colores.
De esa llama sólo
se salvan los cuerpos.
En cada hogar una
familia a medio elaborar clava sus ojos de vidrio
en el pequeño horno
crematorio donde se abrasan los sueños.
La antiséptica caja
de Pandora
de la que brotan
ofrecidos a la extinción del deseo
meros objetos de
consumo
en lugar de signos,
marcas de fábrica,
hombres y mujeres
reducidos por el showman a su primera infancia,
ancianas investidas
de indignidad infantil
juegan en la
pantalla que destaca sus expresiones inestables
como las de las
cosas en el momento de arder.
De:
http://eltiempoesbreveyelarteeslargo.blogspot.com
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