jueves, 7 de noviembre de 2013

Emilio Ballagas: “La poesía en mí no es un oficio ni un beneficio. Es una disciplina humilde, un hecho humano al que no puedo negarme, porque me llama con la más tierna de las voces, con una inconfundible voz suplicante e imperante a la vez. Como poeta no me siento en modo alguno un ser excepcional y privilegiado"

Poeta y ensayista cubano
Camagüey- 7 de noviembre de 1908

Canción sin tiempo

Yo pienso, luego existo
en mariposas, en silencio, en niñas,
en agua distraída que se asoma a la tarde.

Yo pienso, luego hago
amapolas y pájaros y raíces de cielo.
Con sólo abrir los ojos echo a volar el aire
y doy al cielo nubes con voluntad de islas.
Yo pienso, luego invento paisajes y ademanes
de muchachas que marchan mitad sombra y palomas
y otra mitad palomas
paso a paso de musgo al encuentro del alba.

Yo pienso, luego doy a esta estación de otoño
templos, árboles, puentes que surgen al nombrarlos.

Yo pienso, luego soy amogo de las rosas,
hermano de los sueños junto a los cuales oigo
que crecen tus pestañas.
¡Cómo el mar se desliza movido por sus algas
debajo de tus párpados
que se apoyan tan tristes en las nocturnas yermas de mis dedos!

Es que marcho sin prisa a morir a tus labios.
¡Oh! mi definitivo amor de un cuarto de hora;
es que voy a perderme a tu frente, a tus manos
en el cuerpo desnudo de historia y de saludos.
Es que llego a tu pecho, a tu vientre, a tus muslos
con violines de frío y voces de naranja,
con pianos de colores y presagio de peces.

Es que palpo la noche y que agito las manos
para apratarme un poco el enjambre de estrellas.
Es que no pienso nada, luego existo en tus brazos,
es que pienso y no existo y ni pienso ni existo.

Es que solo me encuentro si deshojo una rosa
y hago girar cantando la manzana más pura




Solo soy la sombra



Ya solo soy la sombra de tu ausencia,
una oscura mitad que se acostumbra;
dulce granada abierta en la penumbra,
madura a tu rigor. Sorda existencia.

Desmayado vivir, ciega obediencia
que la memoria de tu voz alumbra.
Pupila fiel; ojo que no vislumbra
su cielo. ¡Ángel caído a tu sentencia!

Desterrado de asombros y colores
beso mi cicatriz y la humedezco
en salobres cristales lloradores.

Me aclimato al olvido que padezco.
Ya los agudos garfios heridores
la inútil apagada carne ofrezco.


...Y mi canto


Se apagaron de pronto las campanas,
enmudecieron hoscos los balcones
y se espantó la luz en brusco vuelo.

Tendí con la mirada
luz sobre los caminos.
Y canté a pulmón vivo:
en cada nota iba un trozo de mí mismo.

Salpicando colores
sacudí en mil gorjeos
mi propio corazón…

…Y las puertas
se abrieron en triunfo,
hicieron eco todas las campanas,

y vino el pájaro de la alborada
a picotear estrellas en mi mano,
a posarse cantando en mi índice.


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