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10 de octubre de 1895 - Xiamen |
CAPÍTULO I
EL DESPERTAR
I. ACCESO A LA VIDA
En
las páginas que siguen presento el punto de vista chino, porque no puedo
remediarlo. Sólo
me interesa presentar un criterio de la vida y de las cosas como lo han visto
los mejores espíritus
chinos, y como lo han expresado en su sabiduría popular y su literatura. Es una ociosa
filosofía nacida de una vida ociosa, propugnada en una edad distinta, bien lo
sé. Pero no puedo
dejar de sentir que este criterio de la vida es esencialmente cierto, y como
somos iguales
bajo la piel, lo que toca al corazón humano en un país lo toca todo.
Tendré que presentar
un criterio de la vida como los poetas y los estudiosos chinos la evaluaron con
su sentido
común, su realismo y su sentido de la poesía.Trataré de revelar algo de la
belleza del
mundo
pagano, una sensación de la ternura y la belleza y el terror y la comedia de la
vida, vista
por un pueblo que tiene firme comprensión de las limitaciones de nuestra
existencia y, no obstante,
retiene un sentido de la dignidad humana. El
filósofo chino sueña con un ojo abierto, considera la vida con amor y dulce
ironía, mezcla
su cinismo con una bondadosa tolerancia, y alternativamente despierta del sueño
de la vida
y vuelve a adormecerse, pues se siente con más vida cuando está soñando que
cuando está
despierto, con lo cual inviste a su vida en vela de una cualidad de mundo de
ensueños. Ve con
un ojo cerrado y otro abierto la inutilidad de mucho de lo que ocurre a su
rededor y de sus propias
empresas, pero conserva suficiente sentido de la realidad para decidirse a
seguir adelante.
Rara vez se desilusiona, porque no tiene ilusiones, y rara vez se decepciona,
porque nunca
ha tenido esperanzas extravagantes. De esta manera está emancipado su espíritu. Porque,
después de recorrer el campo de la literatura y la filosofía chinas, llego a la conclusión
de que el más alto ideal de la cultura china ha sido siempre un hombre con un sentido
de desapego (takuan) hacia la vida, basado en un sentido de sabio desencanto.
De este
desapego viene el alto espíritu (k'uanghuai), un alto espíritu que nos permite
ir por la vida con
tolerante ironía y escapar a las tentaciones de fama y riqueza y logro, y
eventualmente nos
hace aceptar lo que venga. Y de ese desapego surge también un sentido de
libertad, un amor
por el vagabundeo y el orgullo y la despreocupación. Sólo con este sentido de
libertad y esta
despreocupación llega uno eventualmente a la aguda, a la intensa alegría de
vivir. Es
inútil que yo diga si mi filosofía es válida o no para el occidental. Para
comprender la vida
occidental, sería preciso mirarla como nacido en Occidente, con su
temperamento, sus actitudes
corporales y su conjunto de nervios. No dudo que los nervios americanos, por ejemplo,
pueden soportar los nervios chinos, y viceversa. Bien está que así sea, que
todos hayamos
nacido diferentes. Y sin embargo, todo es cuestión de relatividad. Estoy muy
seguro de
que en medio de la prisa y el ruido de la vida americana hay una gran avidez,
un divino deseo
de tenderse sobre el césped bajo altos árboles en una tarde' ociosa, y no hacer
nada. La necesidad
de clamores tan comunes como el de "Despertad y vivid" es para mí un
buen síntoma
de que una sabia porción de la humanidad americana prefiere pasar las horas soñando.
El americano, al fin y al cabo, no es tan malo como eso. Sólo se trata de si tendrá más
o menos de eso, y de cómo se arreglará para hacerlo posible. Quizá el americano
esté tan sólo
avergonzado de la palabra "holganza" en un mundo donde todos hacen
algo, pero en cierto
modo, tan seguro como sé que también él es animal, a veces le gusta estirar los músculos,
tenderse en la arena, o quedarse quieto, acostado, con una pierna cómodamente encogida
y un brazo puesto bajo la cabeza como almohada* Si es así, no puede ser muy diferente
de Yen Huei, que tenía exactamente esa virtud y a quien admiraba desesperadamente
Confucio entre todos sus discípulos. Lo único que deseo es que sea honrado al
respecto, y que proclame al mundo que le gusta hacerlo así cuando le gusta; que
no es mientras
trabaja en su oficina. sino mientras está tendido en la arena, cuando su alma pronuncia:
"La vida es hermosa". Así,
pues, estamos por ver una filosofía y un arte de vivir tal como la mente del
pueblo chino
en conjunto lo ha comprendido. Me inclino a pensar que, en buen o en mal
sentido, no hay
en el mundo nada como eso. Porque aquí llegamos a una manera enteramente nueva
de mirar
la vida por un tipo de espíritu enteramente distinto. Es una perogrullada decir
que la cultura
de cualquier nación es el producto de su mente. Por consiguiente, donde hay una mente
nacional tan racialmente distinta e históricamente aislada del mundo cultural
occidental, tenemos
derecho a esperar nuevas respuestas a los problemas de la vida o, lo que es
mejor, nuevos
métodos de acceso o, aun mejor, un nuevo planteo de los mismos problemas. Conocemos
algunas de las virtudes y los defectos de esa mente, por lo menos según nos la revela
el pasado histórico. Tiene un arte glorioso y una ciencia despreciable, un
magnífico sentido
común y una lógica infantil, una bella cháchara mujeriega acerca de la vida, y
nada de filosofía
escolástica. Es sabido, en general, que la mente china es una mente
intensamente práctica,
terca, y también es sabido por algunos amantes del arte chino que es una mente profundamente
sensitiva; por una proporción aun menor de gente es aceptada también como mente
profundamente poética y filosófica. Al menos, los chinos se caracterizan por
tomar las cosas
filosóficamente, lo cual es decir más que la afirmación de que los chinos
tienen una gran filosofía
o cuentan con unos pocos grandes filósofos. Que una nación tenga unos pocos filósofos
no es extraordinario, pero que una nación tome las cosas filosóficamente es
enorme. Es
evidente, de todos modos, que los chinos, como nación, son más filosóficos que
eficientes, y
que si fuera de otro modo, ninguna nación podría haber sobrevivido a la alta
presión de una vida
eficiente durante cuatro mil años. Cuatro mil años de vida eficiente
arruinarían a cualquier nación.
Una consecuencia importante es que, mientras en Occidente los alienados son
tantos que
se les pone en asilos, en China los alienados son tan inusitados que los
veneramos, como atestiguará
todo el que tenga cierto conocimiento de la literatura china. Y a eso, al fin y
al cabo,
es adonde voy. Sí, los chinos tienen una filosofía ligera, casi alegre, y la
mejor prueba de su
temperamento filosófico ha de encontrarse en esta sabia y jubilosa filosofía de
la vida.
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