sábado, 17 de agosto de 2013

Ibirapitá



Me acerqué al árbol sin tener mucha idea de qué hacer allí, me senté a sus pies, apoyé mi espalda en su tronco y sentí el sostén de alguien que te ama.
Miré al firmamento y rememoré toda su vida, desde el día en que nació hasta ese en que murió... una vida breve…pero que me dejó tanto.

Fue en su memoria que plantamos este árbol y hoy, diez años después, me encuentro bajo su sombra, percibiendo su aroma y viendo la belleza de sus primeras flores.

Detrás de mí, el ruido... el ruido ensordecedor de los autos que pasan corriendo, quién sabe detrás de qué sueño.
Frente a mí, la rambla; son su paz y profundidad que me inundan el alma.
Dentro de mí, tu recuerdo -inmenso, intocable, maravilloso-entristeciendo y alegrando mi corazón a cada momento, según sea la imagen evocada.
Cierro los ojos, respiro hondo y veo tu sonrisa pícara y cómplice…

Con eso me quedo, con tu sonrisa, la que ni el bullicio de la ciudad, ni el silencio del mar pueden tocar... y me recuesto en el ibirapitá, que me hace sentir bien y segura, porque es la única materialialidad que nos une, la que después de mí, seguirá siendo testimonio de la fuerza del Milagro de la Vida.

María del Pilar Ríos
Taller de Pasiones Literarias 



No hay comentarios: