"Sus ojos son tan profundos, tan hermosos y tan limpios que uno desearía bañarse en ellos". - Víctor Hugo
Amandine Aurore Lucile Dupin o George Sand 1º de julio de 1804
Vestir como un hombre le permitió neutralizar la discriminación que tanto pesaba sobre la mujer aun en el arte.
Así logra integrarse a los grupos artísticos
de la época y entablar amistad con Víctor Hugo,
Balzac, Flaubert, los Dumas, y muchos músicos.
La muerte de
George Sand, por Fiodor Dostoyevsky
El último número del Diario,
correspondiente a mayo, estaba ya compuesto y en prensa cuando me enteré por
los diarios de la muerte de George
Sand(murió el 27
de mayo-8 de junio de 1876). De este modo no alcancé a decir siquiera una
palabra acerca de esta muerte. Pero había bastado que leyera esa noticia para
comprender cuánto significó en mi vida aquel nombre, cuánto correspondió en una
época a ese poeta, de mi entusiasmo, de mi admiración, y todo lo que me dio
entonces de alegría, de felicidad. Sin temor escribo cada una de estas
palabras, porque así fue literalmente. Ella fue una de nuestras contemporáneas
(quiero decir, nuestras) que más plenamente realizó el tipo de idealista de los
años treinta y cuarenta. Es uno de los nombres de nuestro poderoso siglo,
presuntuoso y al mismo tiempo doloroso, pleno de ideales inexpresados, de los
más indefinidos deseos, nombre que surgió allá lejos, "en el país de las
sagradas maravillas!", que nos atraía quitando a lo nuestro, nuestra Rusia
siempre en gestación, mucho pensar, mucho amor, la fuerza de santos y nobles
impulsos, vivísima vida y caras convicciones. Pero no debemos lamentarlo:
exaltando tales nombres y admirándolos, los rusos sirvieron y sirven a su más
verdadera misión. Que no se asombren de estas palabras mías, y sobre todo en
relación a George Sand, acerca de quien puede hasta hoy discutirse y a quien la
mitad de nosotros, si no las nueve décimas partes, ya alcanzaron a olvidar;
pero ella a pesar de todo desempeñó un papel entre nosotros en su tiempo, ¿y
quién estará más dispuesto a recordarla sobre su tumba que nosotros, sus
contemporáneos de todo el mundo? Nosotros, los rusos, tenemos dos patrias:
nuestra Rusia y Europa, aun en el caso de llamarnos eslavófilos (que ellos no
me guarden enojo por esto). No es preciso disputar sobre ello. La más alta
entre las altas misiones que los rusos reconocen como un deber asumir en el
futuro, es la misión de reunir la humanidad en un solo haz, es el universal
servicio a la humanidad; no sólo a Rusia, no al mundo eslavo, sino a la
humanidad toda. Reflexionadlo, y también vosotros aceptaréis que los
eslavófilos reconocieron eso mismo -por eso nos exhortaban a ser más
estrictamente rusos, a serlo más firme y responsablemente-, comprendiendo
precisamente que esa tendencia a unificar la humanidad es el más importante
rasgo de la personalidad rusa, así como su misión. Por otra parte, todo esto
exige todavía muchas explicaciones, por lo menos la de que el servicio de un
ideal universalmente humano y un aturdido vagabundear por Europa, abandonando
voluntariamente la patria, son dos cosas diametralmente opuestas, aunque hasta
ahora se las confunda. Por el contrario, mucho, mucho de lo que tomamos de
Europa y trasplantamos entre nosotros no se limitó a la copia servil, como
indispensablemente lo exigen los Potuguin, sino que lo incorporamos a nuestro
organismo, a nuestra carne y nuestra sangre; hemos sobrellevado y hasta
padecimos con independencia punto por punto, como en el Occidente, otras cosas
que allá eran familiares. Esto es lo que los europeos no quieren admitir por
nada del mundo; lo que ha sido mejor, por el momento. De ese modo se cumplirá
más imperceptible y tranquilamente un proceso indispensable que asombrará al
mundo en sus consecuencias, proceso que puede seguirse del modo más claro y
palpable en la actitud que observamos con respecto a la literatura de los demás
pueblos. Sus poetas son para nosotros, al menos para la mayoría de nuestras
gentes cultivadas, igualmente familiares que los suyos en sus países de
Occidente. Yo afirmo y repito que todo poeta, pensador, filántropo europeo,
aparte de su propia tierra, en ninguna otra parte del mundo es tan íntimamente
comprendido y más aceptado como en Rusia. Shakespeare, Byron, Walter Scott,
Dickens, nos son más familiares y comprensibles que, por ejemplo, a los
alemanes, si bien por supuesto circula entre nosotros sólo la décima parte de
los ejemplares, en su traducción rusa, que en la libresca Alemania. La
Convención francesa del año 93 al otorgar una credencial de ciudadano "au
poète allemand Schiller, l'ami de l'humanité", a pesar de haber hecho con
ello un gesto hermoso, soberbio, profético, no sospechaba siquiera que en el
otro extremo de Europa, en la bárbara Rusia, ese mismo Schiller era bastante
más nacional y bastante más caro a los bárbaros rusos, no sólo que a Francia,
la de aquel tiempo, sino a la de más tarde, en todo nuestro siglo, durante el
cual Schiller, ciudadano francés y "l'ami de l'humanité", sólo era
conocido en Francia por los profesores de literatura y eso no por todos. Entre
nosotros en cambio, junto con Yukovsky, se introdujo en el alma rusa, dejó en
ella una señal, significó por sí mismo casi un período en la historia de
nuestra cultura. Esta actitud rusa respecto a la literatura universal es un
fenómeno que casi no se ha repetido en otros pueblos en tal medida a lo largo
de toda la historia, y si esta característica es realmente nuestra
particularidad nacional rusa, ¿qué susceptible patriotismo, qué chauvinismo
tendría derecho a protestar contra este fenómeno y no querría ver por el
contrario un hecho pleno de promesas y claramente profético para la adivinación
de nuestro porvenir?
¡Oh!, por supuesto, muchos sonreirán, tal vez, al leer más arriba la
importancia que yo atribuyo a George Sand; pero los que rían serán injustos: ya
ha transcurrido bastante tiempo de estos hechos pasados y hasta la misma George
Sand ha muerto viejita, a los setenta años, habiendo tal vez sobrevivido en
mucho a su gloria. Pero todo aquello que en la aparición de ese poeta significó
una "nueva palabra", todo lo que tuvo valor universal, todo eso
suscitó en el mismo instante en nuestra Rusia fuerte y profunda impresión, no
pasó inadvertido, demostrándose con ello que todo poeta que surgiera en Europa,
que se levantara allá para enunciar un pensamiento y manifestar una fuerza
nueva, no podía dejar de convertirse de ¡inmediato en un poeta ruso, no podía
evadirse al pensamiento ruso, y no convertirse casi en una fuerza rusa. Por lo
demás, de ningún modo aspiro a escribir un artículo crítico sobre George Sand,
sino simplemente decir unas palabras de adiós a la que se ha ido, ante su tumba
todavía fresca.
Extraído de: Paperblog
Teatro de George y su hijo Maurice, instalado en su casa. Estaba específicamente preparado para representación con marionetas. George escribió más de 32 obras para tales efectos, provocando permanentemente a la censura napoleónica.
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