Así ocurre contigo,
vieja Europa. Estás transitando por el llano de tu senectud y, como conviene a
tu decadencia, ya tu aparente voluntad no es más que aferrada obediencia a los
hijos que un día cruzaron la mar en busca de autonomía, de mayor estabilidad y
-por qué no reconocerlo ahora- de algún lingotito de oro que ya no tendrían que
compartir contigo.
Sí, ahora que estás
en la noche, los Estados Unidos te mandan, y tú, por miedo a caer más hondo, acatas.
Acatas y atacas, sin pensar demasiado, aunque la orden sea contra tu propia
gente, como consignan los recuerdos que de generación en generación sobreviven
a los más variados escondites oficiales que te has empeñado en inventar,
vanamente. No puedes pensar: todavía paladeas, aunque rancio, el sabor
inigualable de la ambición; es la sangre de tus entrañas.
Anteayer, como un
pulpo enardecido, acataste y atacaste. ¿O no recuerdas haber desviado cuatro
veces un avión procedente de América del Sur, más precisamente un aparato que
transportaba al Presidente de Bolivia, Evo Morales?
¡Claro! Seguramente
su atuendo no te permitió reconocerlo; su atuendo y su fisonomía. Imagino que
tu senil cerebro no podrá dar crédito a que un personaje con tales señas sea un
Jefe de Estado ¡Un indígena al mando de una nación! Pues sí, Señora, uno
igualito a los millones que ustedes despojaron, torturaron, mataron y creyeron
extinguir para siempre en cada oleada de su salvaje idea civilizatoria.
Parece que la Sagrada
Familia del Poder Imperial, tan culta (a juzgar por las fechas milenarias de su
documentación nunca interdicta) ha olvidado aquel conocidísimo poema:
LA
TIERRA SE LLAMA JUAN
DETRÁS
de los libertadores estaba Juan
trabajando, pescando y combatiendo,
en su trabajo de carpintería o en su mina mojada.
Sus manos han arado la tierra y han medido
los caminos.
Sus huesos están en todas partes.
Pero vive. Regresó de la tierra. Ha nacido.
Ha nacido de nuevo como una planta eterna.
Toda la noche impura trató de sumergirlo
y hoy afirma en la aurora sus labios indomables.
Lo ataron, y es ahora decidido soldado.
Lo hirieron, y mantiene su salud de manzana.
Le cortaron las manos, y hoy golpea con ellas.
Lo enterraron, y viene cantando con nosotros.
Juan, es tuya la puerta y el camino.
La tierra
es tuya, pueblo, la verdad ha nacido
contigo, de tu sangre.
No pudieron exterminarte. Tus raíces,
árbol de humanidad,
árbol de eternidad,
hoy están defendidas con acero,
hoy están defendidas con tu propia grandeza
en la patria soviética, blindada
contra las mordeduras del lobo agonizante.
trabajando, pescando y combatiendo,
en su trabajo de carpintería o en su mina mojada.
Sus manos han arado la tierra y han medido
los caminos.
Sus huesos están en todas partes.
Pero vive. Regresó de la tierra. Ha nacido.
Ha nacido de nuevo como una planta eterna.
Toda la noche impura trató de sumergirlo
y hoy afirma en la aurora sus labios indomables.
Lo ataron, y es ahora decidido soldado.
Lo hirieron, y mantiene su salud de manzana.
Le cortaron las manos, y hoy golpea con ellas.
Lo enterraron, y viene cantando con nosotros.
Juan, es tuya la puerta y el camino.
La tierra
es tuya, pueblo, la verdad ha nacido
contigo, de tu sangre.
No pudieron exterminarte. Tus raíces,
árbol de humanidad,
árbol de eternidad,
hoy están defendidas con acero,
hoy están defendidas con tu propia grandeza
en la patria soviética, blindada
contra las mordeduras del lobo agonizante.
Pueblo,
del sufrimiento nació el orden.
Del
orden tu bandera de victoria ha nacido.
Levántala
con todas las manos que cayeron,
defiéndela con todas las manos que se juntan:
y que avance a la lucha final, hacia la estrella
la unidad de tus rostros invencibles.
defiéndela con todas las manos que se juntan:
y que avance a la lucha final, hacia la estrella
la unidad de tus rostros invencibles.
Aquí, en
Montevideo-Uruguay, estamos seguros/as que los/as Juanes/as del mundo (especialmente
los/as tuyos/as) no sólo lo recuerdan: lo han vivido, y deben de sentir vergüenza
infinita por tus actos.
El Barco
Pero si ya pagamos
nuestros pasajes en este mundo
por qué, por qué no
nos dejan sentarnos y comer?
Queremos mirar las
nubes, queremos tomar el sol y oler la sal,
francamente no se
trata de molestar a nadie,
es tan sencillo:
somos pasajeros.
Todos vamos pasando
y el tiempo con nosotros:
pasa el mar, se
despide la rosa,
pasa la tierra por
la sombra y por la luz,
y ustedes y
nosotros pasamos, pasajeros.
Entonces, ¿qué les
pasa?
¿Por qué andan tan
furiosos?
¿A quién andan
buscando con revólver?
Nosotros no
sabíamos
que todo lo tenían
ocupado,
las copas, los
asientos,
las camas, los
espejos,
el mar, el vino, el
cielo.
Ahora resulta
que no tenemos
mesa.
No puede ser,
pensamos.
No pueden
convencernos.
Estaba oscuro
cuando llegamos al barco.
Estábamos
desnudos.
Todos llegábamos
del mismo sitio.
Todos veníamos de
mujer y de hombre.
Todos tuvimos
hambre y pronto dientes.
A todos nos
crecieron las manos y los ojos
para trabajar y
desear lo que existe.
Y ahora nos salen
con que no podemos,
que no hay sitio en
el barco,
no quieren
saludarnos,
no quieren jugar
con nosotros.
¿Por qué tantas
ventajas para ustedes?
¿Quién les dio la
cuchara cuando no habían nacido?
Aquí no están
contentos,
así no andan las
cosas.
No me gusta en el
viaje
hallar, en los
rincones, la tristeza,
los ojos sin amor o
la boca con hambre.
No hay ropa para
este creciente otoño
y menos, menos,
menos para el próximo invierno.
Y sin zapatos cómo
vamos a dar la vuelta
al mundo, a tanta
piedra en los caminos?
Sin mesa dónde
vamos a comer,
dónde nos
sentaremos si no tenemos silla?
Si es una broma
triste, decídanse, señores,
a terminarla
pronto,
a hablar en serio
ahora.
Después el mar es
duro.
Y llueve sangre.
Pablo Neruda
Navegaciones y
Regresos (1959)
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