Fue en la primera formación
que sus miradas se cruzaron. Él, apuesto, elegante en su uniforme, firme y
experto al dar órdenes, percibió sus ojos un poco asustados a pesar de la
treintena de cadetes formados en el patio de la Escuela Militar. Ella, tímida pero
segura de lo que buscaba allí: concretar el sueño de su vida.
-Pedro, ¿cómo está María?-
preguntó un parroquiano al padre de la joven , pasados unos meses.
-Bien, muy bien. Además de
haber ingresado a las filas militares se puso de novia- contestó con orgullo.-Pronto
va a venir con el Coronel para presentarlo ya
que piensan casarse en poquito tiempo.
María estaba feliz. En la
Escuela disfrutaba tanto la clase de Historia como las maniobras más
complicadas. Era su vocación. Y cuando estaba en el departamento que le había
alquilado Rodríguez, sentía que todo a su alrededor era perfecto, hasta la
desenfrenada pasión que la embargaba.
-¿Comunicaste a tus padres
que iremos a visitarlos?
-Sí, claro, están ansiosos
por conocerte- respondió contenta María, sin interrumpir ni una caricia.
Un fin de semana de junio, frío, lluvioso, llegaron en una
camioneta último modelo. La mamá de María estaba pronta para el agasajo de tan
esperado acontecimiento.
Emocionada, abrazó a su hija y saludó con un apretón
de mano al invitado.
Pedro ya se volvía del
pueblo. Había ido al bar, a juntar coraje para enfrentar al Coronel. Apenas lo vio, no pudo contener la
bronca:
-¡Fuera de mi casa, maldito
sinvergüenza! Es usted un mentiroso. Vive con su esposa y sus hijos. No es la
primera vez que engaña a una subordinada- gritaba con la lengua medio enredada.
-No le permito que falte el
respeto. Soy el Coronel Rodríguez y nunca negué tener familia. Debería
informarse usted mejor acerca de la conducta de su hija en la capital. Ella me provocaba
constantemente y …uno como hombre… claro…y como militar… no se puede resistir.
A la jovencita le gusta revolcarse. Es una puta más de las tantas que entran a
la Escuela y buscan acomodarse con los superiores.
-¡Cállese! Ella no es así.
Es una chiquilla pura, una víctima más de las que ingenuamente caen en sus
redes, otra de las engañadas. Lo que no entiendo es lo del compromiso…
ilusionarla con el matrimonio.
-Se equivoca, Don, nunca
hablé de
casamiento. Insistía en venir y no puedo contradecirla, es un primer
paso conocer la familia, no implicaba formalizar.
Pedro se abalanzó aunque su
esposa, llorando desconsoladamente, logró controlarlo. María permaneció toda
ella inmóvil, paralizados sus músculos desde los pies hasta los maxilares. En
el tenso rostro, solo sus ojos no aceptaron bajar ni un milímetro los párpados,
y clavaron en los de Rodríguez aquella ira recién descubierta. Su vocación
tenía un precio: lo estaba aprendiendo.-
Gladys Calvano
Integra el Taller de Narrativa de Pasiones Literarias en la modalidad "por internet".
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