viernes, 10 de mayo de 2013

"¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" - Albert Einstein




Albert Einstein no sólo era un genio desde el punto de vista científico, sino también un escritor de cartas de amor sentimentales.

El experto en Einstein, Chanoch Gutfreund dio hoy una conferencia sobre las cartas del físico a sus dos esposas en un ambiente muy inusual: frente a los pasajeros de un tren de cercanías entre Tel Aviv y Modiin.

Fue su primera presentación de una serie de "conferencias sobre ruedas" con las que la Universidad Hebrea en Jerusalén busca abrirse a un público amplio.
El profesor Gutfreund, ex presidente de la Universidad de Jerusalén, se mostró entusiasmado con el nuevo proyecto: "Es una verdadera experiencia. A lo que no estoy acostumbrado es que alrededor de la mitad de los oyentes me dé la espalda".

En Jerusalán, Gutfreund es el encargado de cuidar el archivo de Einstein, en el que también se encuentran las cartas originales a sus dos esposas: Mileva Maric y posteriormente, la prima del físico Elsa Löwenthal. "Es muy apropiado hablar sobre Einstein en un compartimiento de tren", dijo el experto. En sus explicaciones de la Teoría de la Relatividad, el genio usó con frecuencia el ejemplo de un tren en movimiento.

 De sus cartas de amor se puede aprender mucho sobre la personalidad de Einstein. "Hay detalles picantes, pero en general se trata de algo muy serio", subrayó Gutfreund. "Las cartas nos muestran el desarrollo emocional e intelectual del principal investigador del siglo XX, posiblemente de todos los tiempos". Los pasajeros siguieron muy atentamente la presentación del profesor sobre la agitada vida amorosa de Einstein.

 Rina Levy, de 72 años y procedente de Jaffo, cerca de Tel Aviv, tomó a propósito el tren para escuchar la conferencia. "Disfruto cada minuto", dijo la mujer. "Con frecuencia voy a conferencias en la universidad, pero esto es algo muy especial". No se quiere perder la próxima presentación de la serie y tiene previsto "traer a muchas personas".

Otra pasajera dijo, guiñando un ojo, que al fin y al cabo las conferencias en el tren son mucho más baratas que los derechos de matrícula en la universidad. En las próximas conferencias breves y gratuitas se tratarán diferentes temas, desde el calentamiento global y los secretos del cerebro humano hasta la creación del mundo.

Sin embargo, no hay fechas fijadas para ellas. "Primero debemos ver cuán grande es el interés en las conferencias", explicó Orit Sulitzeanu, portavoz de la Universidad Hebrea. El objetivo de la serie es "contrarrestar la decadencia de la formación universitaria en Israel".

Durante su conferencia, Gutfreund estuvo parado detrás de una hilera de asientos azules y se apoyaba en el respaldo. Su presentación fue interrumpida varias veces por mensajes emitidos por los altavoces y una vez vino el revisor y controló sonriente los billetes.

Después de unos 20 minutos, Gutfreund hizo un balance y explicó que si bien Einstein tuvo relaciones con muchas mujeres, al final no se sintió realizado.
"Su gran amor fue la Física". Pese a ello, sus cartas de amor son un enriquecimiento. "En la actualidad se escriben sólo mensajes cortos SMS", dijo el profesor. "Me temo que las generaciones jóvenes se pierden algo".


Fuentes: Río Negro On Line - 04/11/2009
www.rieles.com/website2010





Carta a Mileva Maric, su primera esposa

Amada muñequita:

Han transcurrido ya las 3/4 partes del tiempo tonto y pronto volveré a estar con mi tesoro y lo besaré, acariciaré, haré cafetito, reñiré, trabajaré, reiré, pasearé, charlaré...+ infinit!
¡Será un año muy divertido! ¿verdad?
Ya he dicho durante las Navidades que me quedo contigo. No puedo esperar más a tenerte conmigo, mi todo, mi personilla, mi chiquilla, mi mocosilla.
Cuando ahora pienso en ti creo que no quiero volver a enojarte ni a tomarte el pelo nunca más, ¡sino que quiero ser siempre un ángel! ¡Qué hermosa ilusión!
Pero tú también me querrás ¿verdad?, aunque vuelva a ser el viejo bribón lleno de caprichos, diabluras y tan veleidoso como siempre.
No sé si te he escrito con tanta regularidad como antes. No pongas mala cara por eso.
(...) En todo el mundo podría encontrar otra mejor que tú, ahora es cuando lo veo claro, cuando conozco a otra gente. Pero también te aprecio y amo como te mereces. Hasta mi trabajo me parece inútil e innecesario si no pienso que también tú te alegras de lo que soy y de lo que hago.














La armonía que trasuntan las palabras contenidas en ésta y otras cartas se disolvió tiempo después a raíz de varios factores, aunque sin duda, uno de los más sustanciales pudo haber sido la imposición de las siguientes  "Reglas de Conducta" que el científico le impuso a su mujer:

"A. Te encargarás de que:

Mi ropa esté en orden,
Que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi habitación,
Que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.

B. Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias sociales.

En especial no solicitarás que:
Me siente junto a ti en casa,
Que salga o viaje contigo.

C. Prometerás explícitamente observar los siguientes puntos cuanto estés en contacto conmigo:

No deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello,
Deberás responder de inmediato cuando te hable,
Deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio y sin protestar cuanto te lo diga.

D. Prometerás no denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho."


¡Inimaginable!, ¿verdad? Especialmente si se tiene en cuenta que Mileva Maric fue una talentosa matemática y por ende, coautora de muchos de los artículos científicos que lucían sólo la firma de Albert.
Así que el segundo matrimonio no pudo resultar sorpresivo: nada es absoluto.


Elsa resultó la mujer ideal para una personalidad tan misógina: dócil y dispuesta a funcionar como secretaria, una oreja siempre abierta a los comentarios y elucubraciones que Einstein le transmitía desde los más diversos lugares a los que concurría a dar conferencias.

Sí, así fue, Albert.
¡Qué lástima que no hayas podido averiguar
el secreto del motor universal, que no es la voluntad;
es el amor.


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