sábado, 26 de octubre de 2013

“La poesía: cierta clase de iluminación de revelaciones que ayudan a sobrevivir, a sobrevivir en espíritu a la vez que en cuerpo" - Denise Levertov

24 de octubre de 1923 - Essex, Inglaterra




















La certeza


Han perfeccionado los medios de destrucción,
la ciencia abstracta casi visiblemente brilla,
tan refinadamente pulida. Armas inmateriales
que nunca nadie podría tener en las manos
se abren paso por la oscuridad, atraviesan grandes
distancias,
introduciéndose por laberintos hasta llegar
a blancos que son conceptos.
Pero una antigua certeza
se mantiene: la guerra
significa sangre que se derrama de los cuerpos vivos,
significa extremidades cortadas, ceguera, terror,
significa duelo, agonía, huérfanos, hambruna,
prolongada desdicha, permanente resentimiento y odio y culpa,
significa todo esto multiplicado, multiplicado,
significa muerte, muerte, muerte y muerte



Los golpeadores


Un hombre sentado junto a la cama
de una mujer a quien golpeó,
cura sus heridas,
suavemente palpa los moretones.
La sangre forma un charco a su alrededor,
se oscurece.
Atónito, se da cuenta que ha comenzado
a quererla. Siente terror.
¿Por qué nunca había
visto, antes, lo que era?
¿Y si deja de respirar?
Tierra, ¿será que no podemos amarte
a menos que creamos que el fin se aproxima?
¿Que no creemos en tu vida
a menos que pensemos que agonizas?



Oración por el amor revolucionario


Que una mujer no le pida a un hombre que deje un trabajo
valioso para seguirla.
Que un hombre no le pida a una mujer que deje un trabajo
valioso para seguirlo.

Que nadie intente encadenar a Eros.
Pero que nadie ponga una cachiporra en manos de Eros.

Que nuestra lealtad mutua y nuestra lealtad al trabajo
no sean puestas en falso conflicto.

Que el amor nos proporcione amor por el trabajo del otro.
Que el amor por el trabajo del otro nos proporcione amor.

Que el amor por el trabajo del otro nos proporcione amor.
Que el amor nos proporcione amor por el trabajo del otro.

Que nuestro amor, si hace falta,
ceda el paso a la ausencia. Y a lo desconocido.

Que soportemos la ausencia, si hace falta,
sin perder nuestro amor.
Sin cerrar nuestras puertas a lo desconocido


De: OMEGALFA












El inocente


El gato tiene su deporte
Y el ratón sufre
Pero el gato
Es inocente
No habiendo imagen de dolor en él
Un ángel danza con su presa

Lo lleva, lo libera, salta otra vez
Con gozo sobre su querido juguete

¡Una danza, una plegaria!
Qué cruel es el gato a nuestros ojos culpables



Poema de amor


Tal vez yo sea ‘la parte enferma
De una cosa enferma’
Tal vez algo
Me ha atrapado
Ciertamente hay una
Bruma entre nosotros
Yo apenas puedo
Verte
Pero tus manos
Son dos animales que empujan la
Bruma a un costado y me tocan.

Versiones de Angel Faretta



Intimación


Me exasperan estas ramas, esta luz.
El cielo, aunque azul, importuna.
Atónita, he empezado a sentir
que debo hacer algo más,
no puedo siquiera seguirle el ritmo
a días con los que bailé otros inviernos.
Al árbol del campanario
lo cortaron, ése al que el amanecer
solía dorar – y un fervor de pájaros y querubines
subyugaba. La sequía melló
más de una hoja verde.
Porque sé
que una necesidad distinta ha comenzado
a arrojar sus líneas de mí hacia
un lugar que no conozco, es que trato
de alcanzar un silencio apenas presente,
elusivo, entre los latidos de mi corazón.


Versión de Sandra Toro

De: campodemaniobras.blogspot.com




















HIMNO A EROS


Oh Eros, silencioso sonriente, escúchame.
Deja que la sombra de tus alas
me acaricie.
Deja que tu presencia
me envuelva, como si la oscuridad
fuese un vellón.
Déjame ver esa oscuridad
lámpara en mano,
esta patria se convierte
en la otra patria
sagrada para el deseo.
Amodorrado dios,
detén las ruedas de mi pensamiento
para que sólo escuche
la nieve silenciosa de
tu abrazo.
Encierra a mi amado conmigo
en el anillo de humo de tu poder,
para que seamos, el uno para el otro,
figuras de fuego
figuras de humo
figuras de carne
vistas nuevamente en el ocaso.





SOBRE EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN




Es cuando por un momento enfrentamos
lo peor de nuestra naturaleza, y nos estremece
saber de la mancha en nosotros mismos, ese espanto
rompe la cáscara del entendimiento y penetra el corazón:
ni a una flor, ni a un delfín,
a ninguna forma inocente
sino a esta criatura vanidosa, segura
de que ella y no otra fue hecha a imagen de Dios,
Dios (compadeciéndose de nuestro vil
fracaso para evolucionar) nos confía
como huésped, como hermano,
a la Palabra.




CANCIÓN PARA ISHTAR



La luna es una puerca
que gruñe en mi garganta
Su enorme brillo me atraviesa
y el barro de mi agujero reluce
y estalla en burbujas de plata

Ella es una puerca
y yo una cerda y una poeta

Cuando abre sus labios blancos
para devorarme le devuelvo el mordisco
y la luna se sacude de risa

En lo oscuro del deseo
nos estremecemos y gruñimos, gruñimos y
brillamos




CAEDMON



Los demás hablaban como si
la conversación fuese una danza.
Yo, campesina, iba a romper la ronda
con mis pies torpes.
Pronto aprendí
a agazaparme
junto a la puerta:
cuando la charla empezaba
me despintaba la boca escabulléndome
de nuevo al establo
con las cálidas bestias
muda entre los ruidos corporales
de los simples.
Veía
al agitarse el aire iluminado
las motas de oro
moviéndose de la sombra a la sombra
lentas en ese despertar
de suspiros serenos.
Las vacas
masticando o revolviéndose o quietas. Y yo
en casa y sola a la vez. Hasta que
el ángel súbito me aterrorizó – una luz que borró
mi rayo endeble,
un bosque de antorchas, plumas de fuego, chispas volando:
pero las vacas tranquilas
como siempre, y nada se incendiaba
excepto yo, cuando esa mano de fuego
tocó mis labios y abrasó mi lengua
y arrastró mi voz
hasta la pista de baile.




CONTRABANDO



El árbol del conocimiento era el árbol de la razón.
Es por eso que probarlo
nos arrojó del Edén. Esa fruta
era para secar y moler hasta volverla un polvo fino,
un condimento para usar una pizca a la vez.
Probablemente Dios tenía pensado hablarnos
más adelante sobre este nuevo deleite.
Con él nos llenamos la boca,
atragantándonos de pero y cómo y si,
y de nuevo pero, sin saber.
Resulta tóxico en grandes cantidades, los vapores
se enroscaron en nuestras cabezas y en torno de nosotros
formando una nube densa que endureció como el acero,
un muro entre nosotros y Dios, Que era el Paraíso.
No es que Dios no sea razonable, es que la razón
en semejante exceso era tiranía
y nos encerró entre sus límites, una celda pulida donde
se reflejaban nuestros propios rostros. Al otro lado
de ese espejo vive Dios,
pero a través de la hendija donde la valla no alcanza
a tocar el piso, se las arregla
para colarse – una luz que se filtra,
esquirlas de fuego, una música que se oye
luego se pierde, y luego se oye otra vez.

De: el-placard.blogspot.com



















Adiós a la tolerancia


Geniales poetas de sonrosados rostros,
serios, ingeniosos,
que habéis dado al mundo
algunos bocados exquisitos,
fragmentos de lenguaje presentados
como se ofrece un filete de costilla
acompañado de cerezas con licor.
Adiós, adiós.
No me importa
si jamás vuelvo a probar vuestros finos guisos,
compañeros neutrales, videntes de ambos lados.
Tolerancia, cuántos crímenes
se cometen en tu nombre.
Y vosotras, bellas mujeres, horneadoras de los mejores pasteles,
donantes de sangre. Vuestras migajas
me ahogan, no me gustaría
tener una gota de vuestra sangre, bombeada
por delicados corazones, de pulso perfecto, que nunca
vacilan, insensibles
ante las pesadillas de la realidad.
Se trata de mis hermanos, mis hermanas,
cuya sangre se derrama a borbotones y se detiene
para siempre
porque habéis preferido creer que ello no os concierne.
Adiós, adiós,
vuestros poemas
cierran las boquitas,
vuestras confituras se enmohecen,
un abismo ha separado
el suelo entre nosotros
y volvéis la mirada, sin saludar,
hacia otro lado.
No volveremos a encontrarnos
a menos que saltando sobre la grieta, dejéis
atrás los preciados
gusanos de vuestra apatía,
vuestras tibios sarcasmos,
vuestro jovial, mesurado
e irónico juicio neutral;
¿Saltar sobre el equilibrio
¿es excesivo? … pero
cómo fluirían y se mezclarían
gozosamente
nuestras fanáticas lágrimas



¿Cómo eran?


¿La gente de Viet Nam
usaba faroles de piedra?
¿Celebraban ceremonias
reverentes al abrirse los primeros capullos?
¿Eran propensos a reír apaciblemente?
¿Usaban hueso y marfil,
jade y plata, para sus ornamentos?
¿Tenían poemas épicos?
¿Sabían distinguir entre el discurso y el canto?
Señor, sus encendidos corazones se transformaron en piedras.
No se recuerda si en los jardines
los faroles iluminaban caminos agradables.
Tal vez se reunieron alguna vez para deleitarse con las flores,
pero después de que sus hijos fueran asesinados
no hubo nuevos capullos.
Señor, amarga es la risa en la boca quemada.
Tal vez un sueño hace tiempo. Los ornamentos son
para épocas de alegría.
Todos los huesos estaban carbonizados.
No hay memoria. Recuerda,
la mayoría eran campesinos, su vida
se desenvolvía entre el arroz y el bambú.
Cuando las nubes pacíficas se reflejaban en los arrozales
y los búfalos caminaban con paso seguro a lo largo de las terrazas,
tal vez los padres contaban a sus hijos antiguas leyendas.
Cuando las bombas destrozaron aquellos espejos
sólo hubo tiempo para gritar.
Permanece un eco todavía
de sus voces, semejante a una canción.
Diríase que su canto se parecía
al vuelo de las mariposas nocturnas iluminadas por la luna.
¿Quién puede contarlo? Ahora reina el silencio



Estancias en el mundo paralelo


Vivimos nuestras vidas de humanas pasiones,
de crueldades, sueños, pensamientos,
delitos y práctica de la virtud
en y al lado de otro mundo carente
de nuestras preocupaciones, libre
de ansiedad –aunque afectado,
sin duda, por nuestras actividades. Un mundo
paralelo al nuestro, aunque superpuesto.
Lo llamamos “Naturaleza” y sólo a regañadientes
admitimos ser también nosotros “Naturaleza”.
Cuando dejamos de lado nuestras propias obsesiones,
nuestros egoísmos, porque divagamos durante un minuto,
una hora incluso, surge pura (casi pura) la propuesta de una vida
plácida:
nube, pájaro, zorro, el flujo de la luz, la danza
del agua peregrina, la gran quietud
de las efímeras hechizadas en una ventana iluminada,
las voces de los animales, el ruido mineral, el viento conversando
con la lluvia, el océano con la roca, el tartamudeo
del fuego con el carbón– Luego, algo ligado
a nosotros, maniatado como un asno a su metro
de cardo y hierba roída, se libera.
Nadie sabe en verdad dónde hemos estado,
mas de nuevo regresamos, quedando atrapados
en nuestra propia esfera (adonde es preciso
volver, sin duda, para continuar nuestros destinos).
-Pero hemos cambiado, un poco





 Denise Levertov entrevistada por Sybil Estess


E: ¿Fue durante sus primeros años aquí (América) que empezó a tomar conciencia del rol político que un artista debe tener en la sociedad?

L: Mi conciencia del rol social que el poeta, específicamente, puede jugar, llegó gradualmente, creo. No podría fecharlo, aunque diría que el primer poema realmente político que escribí fue sobre el juicio a Eichmann, de Jacob's Ladder.
E: ¿Puede caracterizar cómo evolucionó o cambió políticamente durante los últimos 20 o 25 años?

L: Bueno, durante la guerra de Corea, por ejemplo, como mucha otra gente, realmente no estaba informada ni preocupada. Recordará que casi no hubo movimientos antibélicos durante la guerra de Corea en comparación con la de Vietnam. Me temo que yo compartía esa apatía. Pero comencé a participar en demostraciones antinucleares en New York en el período "ban the bomb". Fui una pacifista convencida por cierta cantidad de años. Luego me involucré más y más en política con el movimiento antibélico de Vietnam, y empecé a sentir que ser pacifista era una posición insosteniblemente complaciente. Me sentía hipócrita. Me di cuenta de que había una conexión entre los vietnamitas que luchaban por auto-preservarse y la lucha de los pueblos por su auto-determinación en todas partes, y con el racismo. Entonces abandoné mi pacifismo y me volví más revolucionaria.

E: ¿Haría de sus ideas políticas una normativa para artistas? ¿Juzga a aquellos que no eligen vivir una vida tan pública y política como la suya?

L: No. No creo que uno deba juzgar. Creo que si una persona no está comprometida, entendiendo ese no-compromiso como frío o cínico, su arte sufrirá. Pero también pienso que mucha gente se compromete con el destino de su prójimo y simplemente no son capaces de dar su tiempo o energía al activismo. Creo que haría mal en juzgarlos; las propias conciencias deben juzgar a la gente, no otra persona.

(...)

E: Ud. ha hablado mucho sobre escritores americanos, como los miembros del Black Mountain School of Poets, quienes fueron amigos suyos y la influenciaron luego de casarse con Mitchell Goodman y mudarse a los Estados Unidos. Me pregunto si podría mencionar a escritores americanos que la hayan influenciado aparte de estos.

L: William Carlos Williams y Wallace Stevens.



 E: Mencionó en otra entrevista que los poetas de su generación "le deben mucho a Pound". ¿Cuáles son algunas de las cosas que usted le debe?

L: Algo que todos le debemos fue su conciencia de la necesidad de precisión en la poesía, y también de los peligros del sentimentalismo auto-indulgente. En realidad aprendí más sobre estas cosas de su crítica que de su poesía. En el ABC de la lectura subraya la importancia de defender y hacerse cargo de la propia voz. Esto fue muy importante para mí... ser responsable de la precisión de lo que uno dice; me parece lo más básico que uno puede aprender de Pound. Su poesía también es de algún modo fascinante. Por ejemplo, su influencia cubista, la idea de que la relación entre los objetos cambia a medida que uno se mueve. Algo del supuesto método del mosaico de Pound combina elementos para que uno tenga una nueva perspectiva sobre ellos. Y logra esto haciendo que el observador se mueva: que mire las cosas primero desde acá y luego desde allá.

E: ¿Podría este tipo de sensibilidad llevar a alguna revelación?

L: Sí, eso creo. Pero para mí la revelación en poesía siempre concierne al movimiento de la mente tal como piensa y siente y así lo hace en el lenguaje. Para un poeta, el proceso de pensar-sentir no se traspone directamente al lenguaje. Más bien, ocurre en el lenguaje. Por ejemplo, el modo en que un poema está escrito en la página es una partitura de cómo debe ser leído en voz alta, y de cómo será experimentado. Tales manifestaciones concretas de la percepción son aspectos cruciales del modo en que la poesía puede "revelar". Creo firmemente que el verso en sí expresa "patrones de mirada". Nunca entendí realmente la teoría de la respiración de la que habla Olson; pero creo que los cortes de verso son determinados no sólo por exigencias fisiológicas de respiración, sino por las secuencias de tus propias percepciones.

(...)

E: ¿Es cierto, entonces, que usted puede leer poemas de otro poeta de un modo más animado, tal vez diferente, de como esa persona los leería? ¿Es esto justo para el otro poeta?
L: Yo entiendo el modo en que el poema está escrito sobre la página como una notación, y uno debe poder seguir la partitura y lograr una aproximación lo más cercana posible al modo de ser leído al que fue destinado.
Algunos poetas, sin embargo, tienen la habilidad de escribir hermosas partituras pero no de ejecutarlas. Es como si no tuvieran la confianza para hacer la performance. Muchos poetas son simplemente muy malos leyendo poemas, propios o ajenos.

E: Volviendo a su propia escritura, usted ha dicho que componiendo poemas nunca comienza hasta que no tiene en mente un verso entero, o al menos una frase, tal vez un ritmo. Dice que no comienza a escribir cuando lo único que tiene es una vaga sensación de algo sobre lo que puede querer hablar o escribir. En otras palabras, no se apura. Espera hasta que un verso o frase se cristaliza en su mente. ¿Cómo enseñaría a los estudiantes a cultivar este proceso de esperar, y a saber cuándo empezar a escribir o cuándo no empezar?

L: Bueno, es difícil tratar de enseñar esto a alguien que no lo haya experimentado. Pero un modo en el que intento enseñar ese proceso, que considero extremadamente importante, es el siguiente: cuando un estudiante tiene un poema que ha sido discutido en un taller, y necesita evidentemente más trabajo y revisión, o cierta palabra o palabras simplemente no son las correctas, les digo: no busquen el sinónimo más próximo. Trato de animarlos a volver su atención a la experiencia que dio origen al poema, a re-visualizar lo que vieron entonces, a re-sentir lo que sintieron entonces. En otras palabras, volver a la fuente del poema. (...)

En: De American Poetry Observed: Poets on Their Work. 1984
Traducción: Florencia Fragasso

De: http://enlaciudadaraucarias.blogspot.com




“Todos voluntariamente deben empeñarse en su libertad” - José Gervasio Artigas

La "Redota" - 23 de octubre de 1811

Gloria y tristeza


I

Ya más allá de Las Piedras, Montevideo aparece.
Triste patria prisionera bajo su propia bandera.
De este lado están sus hijos,
de aquel la rodea un río
de ácida y alba espuma; de sosegada grandeza.
En el medio, el enemigo.
Artigas espera y sufre. Artigas espera y sueña.

II

Mas el camino recorrido antes
un hombre lentamente de vuelta lo camina.
Junto a su pueblo, de vuelta,
tristemente lo camina un héroe.
¡Oh! lentos, persistentes y lentos carretones
Carruajes lentos, en lenta caravana, hacia el exilio.
¡Oh! duros jinetes dulces.
Tristemente de vuelta hacia la historia.
Y en las noches, bajo las estrellas,
escoltados por el triste canto de los grillos,
impuestos de la majestad del cielo,
silenciosos, en el hondo silencio de los campos
ellos marchaban.
En los amaneceres cuando todo despierta
y se alza gozosamente en el día,
cuando todo es inocente y puro y se levanta,
ellos marchaban, Artigas marchaba.



Líber Falco
De: UruguayEduca


Los orientales


De todas partes vienen,
sangre y coraje,
para salvar su suelo
los orientales;
vienen de las colinas
con lanza y sable,
entre las hierbas brotan
los orientales.
Salen de los poblados,
del monte salen,
en cada esquina esperan
los orientales.

Porque dejaron sus vidas,
sus amigos y sus bienes,
porque les es más querida
la libertad que no tienen,
porque es ajena la tierra,
y la libertad, ajena,
y porque siempre los pueblos
saben romper las cadenas.

Eran diez, eran veinte,
eran cincuenta
eran mil, eran miles,
ya no se cuentan.
Rebeldes y valientes
se van marchando,
las cosas que más quieren
abandonando.
Como un viento que arrasa
van arrasando,
como un agua que limpia
vienen limpiando.


Idea Vilariño

De: http://www.cancioneros.com



























A nuestros/as hermanos/as, que el país
de todos los vientos ha esparcido
por el mundo, 

ninguna ocasión mejor que ésta

para decirles 

que el camino es uno solo
para el que va
para el que viene

y vayas o vengas
la libertad de tus pasos
es la sola huella indeleble
que siempre debes cuidar.

viernes, 25 de octubre de 2013

La mujer que tenía dedos también en el alma: Delmira Agustini



Si así sueño mi carne, así es mi mente








Fuente:




Serpentina


En mis sueños de amor, ¡yo soy serpiente!
gliso y ondulo como una corriente;
dos píldoras de insomnio y de hipnotismo
son mis ojos; la punta del encanto
es mi lengua... ¡y atraigo con mi llanto!
soy un pomo de abismo.

Mi cuerpo es una cinta de delicia,
glisa y ondula como una caricia...

Y en mis sueños de odio ¡soy serpiente!
mi lengua es una venenosa fuente;
mi testa es la luzbélica diadema,
haz de la muerte, en un fatal soslayo
son mis pupilas; y mi cuerpo en gema
¡es la vaina del rayo!

Si así sueño mi carne, así es mi mente:
un cuerpo largo, largo, de serpiente,
vibrando eterna, ¡voluptuosamente!

Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte
en el carmen fecundo de mi vida.

Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.

Tus ojos son mis medianoches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en la acerbidad;

crisálida de un vuelo del futuro,
es tu brazo magnífico y oscuro,
torre embrujada de mi soledad.












Mis amores


Hoy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
a llorar en mi lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto.
Me lloraré yo misma para llorarlos todos.
La noche bebe el llanto como un pañuelo negro.
Hay cabezas doradas a sol, como maduras...
Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio,
cabezas coronadas de una espina invisible,
cabezas que son rosa, la rosa del ensueño,
cabezas que se doblan en cojines de abismo,
cabezas que quisieran descansar en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a primavera,
y muchas que trascienden a las flores de invierno.
Todas esas cabezas me duelen como llagas...
me duelen como muertos...

¡Ah...! y los ojos...los ojos me duelen más: ¡son dobles..!
Indefinidos, verdes, grises, azules, negros,
abrasan si fulguran,
son caricias, dolor, constelación, infierno.
Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas,
se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo.
Ellos me dieron sed de todas esas bocas...
de todas esas bocas que florecen mi lecho:
vasos rojos o pálidos de miel o de amargura
con lises de armonía o rosas de silencio,
de todos esos vasos donde bebí la vida,
de todas esos vasos donde la muerte bebo...
El jardín de sus bocas, venenoso, embriagante,
en donde respiraban "sus almas" y "sus cuerpos".
Humedecido en lágrimas
han rodeado mi lecho...

Y las manos, las manos colmadas de destinos,
secretas y alhajadas de anillos de misterio...
Hay manos que nacieron con guantes de caricia,
manos que están colmadas de la flor del deseo,
manos en que se siente un puñal nunca visto,
manos en que se ve un intangible cetro;
pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes,
en todas, todas ellas, puede engarzar un sueño.
Con tristeza de almas se doblegan los cuerpos,
sin velos, santamente vestidos de deseo.
Imanes de mis brazos, panales de mi entraña
como  invisible abismo se inclinan en mi lecho...
¡Ah, entre todas las manos, yo he buscado tus manos!
Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos,
de todas las cabezas yo quiero tu cabeza,
de todos esos ojos, ¡tus ojos sólo quiero!
Tú eres el más triste, por ser el más querido,
tú has llegado el primero por venir de más lejos...
¡Ah, la cabeza oscura que no he tocado nunca
y las pupilas claras que miré tanto tiempo!
Las ojeras que ahondamos la tarde y yo inconscientes,
la palidez extraña que doblé sin saberlo,
ven a mí: mente a mente;
ven a mí: cuerpo a cuerpo.
Tú me dirás que has hecho de mi primer suspiro...
Tú me dirás que has hecho del sueño de aquel beso...
Me dirás si lloraste cuando te dejé solo...
¡Y me dirás si has muerto...!

Si has muerto,
mi pena enlutará la alcoba lentamente,
y estrecharé tu sombra hasta apagar mi cuerpo.
Y en el silencio ahondado de tinieblas,
y en la tiniebla ahondada de silencio,
nos velará llorando, llorando hasta morirse
nuestro hijo: el recuerdo.


 Día nuestro

-La tienda de la noche se ha rasgado hacia Oriente.- 
Tu espíritu amanece maravillosamente; 
su luz penetra en mi alma como el sol a un vergel...

-Pleno sol. Llueve fuego. -Tu amor tienta, es la gruta 
afelpada de musgo, el arroyo, la fruta, 
la deleitosa fruta madura a toda miel.

-El Ángelus. -Tus manos son dos alas tranquilas, 
mi espíritu se dobla como un gajo de lilas, 
y mi cuerpo te envuelve... tan sutil como un velo.

-El triunfo de la noche. -De tus manos, más bellas, 
fluyen todas las sombras y todas las estrellas, 
y mi cuerpo se vuelve profundo como un cielo! 



El diamante

Hoy, en una mano burda instintiva, deforme, he visto el diamante más bello que pueda encender el Milagro...
Parecía vivo y doloroso como un espíritu desolado...
Vi fluir de su luz una sombra tan triste, que he llorado por él y por todos los bellos diamantes extraviados
en manos deformes...


Vida


A ti vengo en mis horas de sed como a una fuente
límpida, fresca, mansa, colosal...
y las punzantes sierpes de fuego mueren siempre
en la corriente blanda y poderosa.

Vengo a ti en mi cansancio, como al umbroso bosque
en cuyos terciopelos profundos la fatiga
se aduerme dulcemente, con música de brisas,
de pájaros y aguas...
y del umbroso bosque salgo siempre radiante
y despierta como un amanecer.

Vengo a ti en mis heridas, como al vaso de bálsamos
en que el dolor se embriaga hasta morir de olvido...
Y llevo
selladas mis heridas como las bocas muertas,
y por tus buenas manos vendadas de delicias.

Cuando el frío me ciñe doloroso sudario,
lívida vengo a ti,
como al rincón dorado del hogar,
¡como al Hogar universal del Sol!...
Y vuelvo toda en rosas como una primavera,
arropada en tu fuego.

A ti vengo en mi orgullo
como a la torre dúctil,
como a la torre única
¡que me izará sobre las cosas todas!
¡Sobre la cumbre misma,
arriscada y creciente,
de mi eterno capricho!

Para mi vida hambrienta
¡eres la presa única!
¡Eres la presa eterna!
El olor de tu sangre,
el color de tu sangre
flamean en los picos ávidos de mis águilas.

Vengo a ti en mi deseo
como en mil devorantes abismos, toda abierta
el alma incontenible...
¡Y me lo ofreces todo!...
Los mares misteriosos florecidos en mundos,
los cielos misteriosos florecidos en astros,
¡los astros y los mundos!
...Y las constelaciones de espíritus suspensas
entre mundos y astros...
...Y los sueños que viven más allá de los astros,
más acá de los mundos...

¿Cómo dejarte? -¡Vida!-
cómo salir del dulce corazón
hospitalario y pródigo
como una patria fértil?...
Si para mí la tierra,
si para mí el espacio,
¡todos! ¡son los que abarca
el horizonte puro de tus brazos!...
¡Si para mí tu más allá es la Muerte,
sencillamente, prodigiosamente!...



Vida, sensualidad y muerte de Delmira Agustini

La poetisa apasionada que cayó fusilada por un balazo de amor

Esta historia acontece a mediados de los años 10, en Montevideo, y fue parte por igual de las crónicas rojas de la época como de las gacetillas literarias que circulaban por los cenáculos y tertulias intelectuales. No hubo en ella misterio ni siquiera necesidad de investigaciones para definir las causas y los resultados del trágico acontecimiento.

Escrito por: JUMA

Si no se hubiese tratado de quien se trataba, quizás la historia habría quedado allí, archivada como un homicidio pasional y un posterior suicidio, tal vez como premeditado pacto de amor. Y los diarios -único medio informativo en aquellos años en que ni la radio ni la televisión existían aún- le habrían dado una relativa importancia.

Pero sucedió que la mujer que había muerto en aquella pieza del barrio Sur montevideano se llamaba Delmira Agustini, era poetisa y además había -o lo estaba haciendo aún- revolucionado la pacatería pueblerina de la sociedad de entonces con sus rimas apasionadas, sensuales, eróticas y desinhibidas. Si en vida alimentó pasiones encontradas, en su muerte no le fue en zaga, derrumbando de golpe prejuicios y falsos convencionalismos de la época.


Delmira nació el 24 de octubre de 1886, un año convulsionado en el país. El militar Máximo Santos renunciaba a su cargo de presidente ante la Asamblea General, luego del episodio del atentado que lo hiriera de bala en el rostro durante una función de gala en un teatro de la capital. Terminaba con él un gobierno caracterizado por la corrupción, el autoritarismo, los despilfarros y desórdenes financieros y violaciones constitucionales. Ese mismo año asumiría tras la revolución del Quebracho, el general Máximo Tajes la primera magistratura del país.

Delmira se crió rodeada del mundo natural de una familia montevideana constituida en base a los cánones de su época. Hija única de un matrimonio de posición económica desahogada, fue sobreprotegida por el amor de sus padres, rodeada de muñecas y regalos. Nada hacía sospechar tal vez, allá en los últimos años del siglo XIX, cuando ella correteaba su infancia y amanecía a su adolescencia, su trágico fin, pero por sobre todo su removedora experiencia de vida. Mucho menos aún que su nombre alguna vez aparecería en las crónicas policiales del diario “El Siglo” con toda la “retorcida” literatura casi folletinesca de un cronista sorprendido por su muerte y las tortuosas repercusiones de la historia.

La mujer y la poetisa

Es muy difícil separar a Delmira “mujer” de Delmira “poetisa”. Porque una y otra están íntimamente ligadas entre sí, casi resulta imposible a cualquiera de las dos sobrevivir independientemente. Desde niña su vida anduvo vagabundeando por los sueños… Le costaba acercarse a la rutina doméstica y a las convencionales lecciones de aritmética y geografía. Inútiles eran los esfuerzos de los maestros. Delmira deambulaba por mundos propios, fantaseaba, jugaba con la imaginación y era imposible controlarla.

Adolescente ya, comenzó a madurar su cuerpo con una belleza singular, casi inesperada, y sus ojos adquirieron un tamaño de asombro, que llenaba su rostro de una profunda y particular simetría. Su cuarto seguía lleno de muñecas, de todos los tamaños, ricas y pobremente vestidas, de porcelana y muchas de ellas simplemente de trapo y a todas ellas les retribuía el mismo amor. Su carácter parecía no desarrollarse simultáneamente con su cuerpo. Mientras éste asumía su realidad de crecimiento y apuntaba en formas sensuales, aquel seguía disfrutando con la infancia en arrumacos pedidos y otorgados. Y así continuaría hasta el final de su efímera vida. Hembra ardorosa en la medular revolución de sus rimas y en la entrega de su amor pleno y sin límites y niña vital, inocente, casi “tontuela” -al decir de alguien de su tiempo- en la intimidad de sus afectos.

Clara Silva, poetisa contemporánea de Delmira refiere sobre su “falsa infantilidad de la vida hogareña” y la define “en contraste con la doble profunda índole erótica e intelectual de su poesía” y luego expresa con asombro por que “sin experiencia de amor carnal haya podido llegar a dar las más pasionales y profundas experiencias de la sexualidad que mujer alguna diera”. Por su parte, otra mujer de su época, Dora Isella Rusell al respecto dejaba entrever sus dudas expresando: “¿Fue tal esa inexperiencia? Ella se envolvía en su dualismo anímico. ¿No habrá disimulado del mismo modo una vida amorosa secreta? ¿Adónde iba entre las 2 y las 5 de la tarde cuando su madre dormía la obligada siesta prescripta por el médico? No olvidemos que atraía física y espiritualmente a los hombres, que no los eludía…”. Quizás allí, en ese misterio de su vida, estuvo la razón de su muerte.

El amor

Enrique Reyes mantenía una estrecha amistad con Delmira, relación ésta no bien vista -ni aceptada- por los padres de la joven. Muchos creen que las citas clandestinas de la siesta, en el jardín de la residencia familiar de San José 1186, eran precisamente con él. Sin embargo, la oposición familiar consiguió separarlos por un largo tiempo, mientras ella continuaba alternando las tertulias literarias y llenando de fuego los salones con sus encendidas rimas plenas de invocaciones e insinuaciones carnales.

Tras varios almanaques de ausencia, Delmira y Enrique volvieron a encontrarse. Y el fuego que nunca se había apagado entre ellos se reavivó y ya nada pudo impedir la concreción del amor. Dos meses después aquel Montevideo de peinetones, miriñaques, mostachos engominados y tranvías de caballitos, comentó con asombro -y muchos con envidiosa sorna- la noticia. Alguien dijo -según contara el periodista Luis Alberto Varela en una crónica- que “era la primera vez que una poetisa glosada por Rubén Darío se casara con un rematador…”. La ceremonia finalmente se llevó a cabo el 10 de agosto de 1913 y fueron testigos de ella el doctor Zorrilla de San Martín y Manuel Ugarte.




El breve idilio

Por breve tiempo la pareja desapareció de todo y de todos. Los hombres en la intimidad murmuraban sus fantasías imaginando a Enrique exhausto entre los brazos de la insaciable Delmira y las mujeres también exacerbaban sus lujurias reprimidas con parecidas elucubraciones. Sin embargo, poco tiempo después un rumor ganó la calle: “Delmira está hastiada… no ha sido saciada por su hombre…” decían algunos y otros más atrevidos “fue poca agua para tanto fuego”. Tiempo después, la misma Delmira confirmó su separación al solicitar su divorcio ante la Justicia Civil. Ella regresó a su hogar paterno y él, triste y desconsolado, alquiló una habitación en la pensión de la calle Andes 1206 casi Canelones. Enrique, profundamente enamorado, había convertido su cuarto en una especie de templo para adorar a Delmira, llenándolo de fotos y cuadros con su imagen, manuscritos suyos, prendas y otros recuerdos.

Pero lo que todos ignoraban, incluso los más íntimos allegados ambos, era que la mujer luego de su divorcio concurría puntualmente “los días de novio”, jueves y domingos a visitar a su ex esposo, ahora como amante. Aquel 6 de julio de 1914, Delmira había llegado como siempre a las 4 de la tarde y había entrado al zaguán sin llamar e ido directamente a la habitación de Enrique. Pocos minutos después se escucharon dos disparos de arma de fuego alterando la siesta de la vieja pensión. De allí en más Delmira saltó abruptamente de las columnas literarias de revistas y diarios montevideanos a las truculentas crónicas tintas en sangre.

Los partes policiales dieron cuenta de algunos detalles del caso. Enrique sobrevivió dos horas. Ella fue encontrada muerta caída a los pies del lecho con una de sus manos crispada contra el pecho, denotando el esfuerzo de una gran convulsión. Sus ojos estaban desmesuradamente abiertos. Cuentan que ni el rictus de la muerte puedo alterar su belleza.

En aquella pieza del barrio Sur había muerto fusilada por un balazo de amor aquella mujer que hiciera decir a Rubén Darío: “De cuantas mujeres hoy escriben versos, ninguna ha impresionado mi ánimo como Delmira, por su alma sin velos y su corazón de flor”.


De: www.lared21.com.uy ®
















Sobre una tumba cándida


«Ha muerto..., ha muerto...», dicen tan claro
que no entiendo...

¡Verter licor tan suave en vaso tan tremendo!...
Tal vez fue un mal extraño tu mirar por divino,
tu alma por celeste, o tu perfil por fino...

Tal vez fueron tus brazos dos capullos de alas...
¡Eran cielo a tu paso los jardines, las salas,
y te asomaste al mundo dulce como una muerta!
Acaso tu ventana quedó una noche abierta.

-¡Oh, tentación de alas, una ventana abierta!-
¡Y te sedujo un ángel por la estrella más pura...
y tus alas abrieron, y cortaron la altura
en un tijeretazo de luz y de candor!

Y en la alcoba que tu alma tapizaba de armiño,
donde ardían los vasos de rosas de cariño,
la Soledad llamaba en silencio al Horror...


Fuente de los poemas: Amediavoz.com