Agradeciendo la posibilidad de estar en esta
Sala al Director de la Biblioteca Nacional, Escritor Carlos Liscano, quien
tanto puede testimoniar acerca del sentido multifacético de la Escritura,
debemos recordar, en principio, al gestador primordial del valor de la cultura
para los orientales, pues no en vano su deseo de que fuéramos “tan ilustrados
como valientes”. Y bien asumido tenía el principio artiguista el Maestro Julio
Castro, que tantas décadas antes de las más actuales corrientes pedagógicas
concretó, más allá de las palabras, una acción formativa en los lugares más
recónditos del país.
De ahí nuestro placer profundo por estar
juntos en este acto. Juntos así como estamos
-emocionados, entusiasmados por
esta tentación inacabable que es la creación, acompañados de familiares y
amig@s-, presencia esta última que vale subrayar porque implica el
reconocimiento de nuestros cercanos semejantes a esa actividad que, a veces,
les parece tan extraña o incluso banal.
Hay hoy entre nosotros muchas personas que
saben, por experiencia propia, que la Escritura es una facultad trascendente
del ser humano. Y no lo saben sólo porque la hayan descubierto en
circunstancias de encarcelamiento, de marginación, de soledad sino que de
pronto despertó en sus psiquis y en sus manos por obra de agradables momentos;
el abanico que despliegan las Artes nos permite respirar en el pantano y en la
breve cumbre. En particular, no me fue suficiente escudriñar su existencia
desde el lago calmado de la teoría; necesité dos valijas de cartas, escritas
desde las bochornosas celdas de las cárceles de las Dictaduras latinoamericanas,
para profesar una fe inquebrantable en la capacidad humana de crear y recrear
sus mundos. A ese solitario escritor le agradezco cada día su lección de vida.
Centro
de Formación Humanística PERRAS NEGRAS:
un andén para viajar a la lucidez
un andén para viajar a la lucidez
“Todo escritor es un invento. Hay un individuo que es uno
solo y que un día inventa a un escritor y pasa a hacerle de sirviente y desde
entonces vive como si fuera dos. El que quiere ser escritor tiene que inventar
al individuo que escribe, o al individuo que va a escribir sus obras, porque
cuando el sirviente lo inventa, todavía no es...Lo necesario es que ocurra el
invento, que es tarea necesariamente solitaria y es dolorosa. No es una tarea:
es una convicción, una fe a la que se accede. Es una disciplina, un viaje hacia
la lucidez”.
Carlos Liscano
El escritor y el otro
Aquí, en PERRAS NEGRAS, a nivel de cualquiera
de sus Talleres, no fabricamos inventores; no debemos.
Tan sólo podemos acompañar, durante algún
trecho -luces y sombras en mano- ese viaje del solitario sirviente hacia la
lucidez.
Tampoco aliviamos su dolor; sería un acto
sádico, aunque resulte paradójico así concebirlo.
Por el contrario, nos esmeramos en la
práctica de un doble ritual: el sirviente debe ir mostrando sus cicatrices como
prueba de que las palabras de verdad le van mordiendo carne y razón y, por lo
tanto, en su plazo natural, debe llegar a conocer su resistencia a los filos
del silencio, es decir, reconocerse como invento, como ser en tránsito
comprometido con su visceral itinerario.
Si ello no ocurre, el individuo se ha
equivocado de ámbito, y no podrá continuar como peregrino: la Literatura no es
un mercado de pulgas ni un museo de curiosidades; es una disciplina y, en
consecuencia, exige un absoluto sometimiento del sirviente a su proyecto.
La lucidez avizorada implica atravesar un
proceso riguroso que no admite autoengaños ni poses para una fotografía en
Sociales.
Esa lucidez tensamente tejida desde el
silencio requiere de una fortaleza y una templanza especiales que sólo el
sirviente podrá ir construyendo desde su interioridad porque, bajo esa luz,
tendrá que verse a sí mismo-bifronte, escindido, ambiguo, contradictorio el
inventado, también-; bajo esa luz, tendrá que ver el mundo multiforme, caótico;
bajo esa luz tendrá que delatar su dolor, por el dolor del mundo potenciado; y
bajo esa luz tendrá que revelar el dolor de los eximidos de tal grado de
cordura.
Cuestión de coraje, entonces; cuestión de
lealtad, cuestión de respeto a la situación humana; en síntesis: esa vaga,
indecisa palabra que es el amor (como sostenía Joao Guimaraes Rosa).
Aquí, en PERRAS NEGRAS, también somos
sirvientes por convicción. Pero aún no hemos alcanzado la lucidez absoluta.
Siempre está ella más allá, más allá de la mano (de la otra mano: la que no
sirve resplandores y opacidades a los pies de los viajeros). Nuestra
servidumbre, entonces, nos da la oportunidad de gozar de un privilegio: sentir:
sentir que el silencio es, siempre, un humilde tejedor de hilos. Los filos...
los filos los sientes tú, compañero de ruta.
Ana Milán
Profª de Literatura
Profª de Idioma Español
(I.E.S. - I.P.A.)
Orientadora del Centro de Formación
Humanística PERRAS NEGRAS
Orientadora del Taller Literario de AUTE
“Otra Luz para tu Luz”