jueves, 17 de julio de 2014

Yevgueni Aleksándrovich Yevtushenko: mucho más que un arquero de fútbol

18 de julio de 1932- Siberia, Rusia
Poeta, pedagogo, actor y director de cine




















Con dignidad


Con dignidad. Lo principal es recibir
con dignidad los tiempos que sean,
cuando la época se estanque
o se enturbie hasta el fondo.

Con dignidad, lo principal, con dignidad
para que los distribuidores de dádivas
no te conduzcan hasta el establo
y no te atasquen con heno la boca.

El miedo de los tiempos es la caída.
No malgastes tu alma en cobardía,
sino prepárate para la pérdida
de todo lo que te espanta perder.

Si ya todo está hecho trizas
hasta un extremo imposible de prever
recuérdate a ti mismo esta pequeñez:
“También esto hay que sufrir”.




¿Cuándo vendrá a Rusia un hombre?


¿Cuándo vendrá a Rusia un hombre?
¿Uno que no nos engañe?
No hay trabajo en el gobierno, como la honestidad,
pero tal vez… algún día… por primera vez…

¿Qué haría él, un solo hombre?
¿Cómo puede traer tanta discordia en la armonía?
No tendremos ninguna compasión con él,
si no puede reformarnos.

¿Cómo puede mejorarse a sí mismo,
cuando sufre de náuseas,
escuchando las críticas voces
de nuestra muchedumbre y nuestra muchedumbrosa elite?

Debe ser velozmente lento, pero lentamente veloz.
¿Cómo disparas bombas y balas
para acertar precisamente solo a los asesinos
y dejar pasar niños y mujeres inocentes?

¿Cómo preservas la libertad y aguantas
las vulgares maneras de libertad?
¿tomando el azote de la libertad?
¿Cuándo las odas del azotado luzcan como las rayas del látigo?

¿Cómo no comportarse criminalmente, peleando contra los crímenes,
desechando colchones, cunas y cerebros?
¿ejecutando en la Plaza Roja a los grandes ladrones y aun a los insignificantes?
Rusia se convertirá en el desierto de Sahara.

La sangre de las masacres zaristas, del Gulag,
ha lavado todo nuestro honor, los hombres de confianza siguen sin castigo.
Deshonrados por nosotros mismos, anhelamos mucho la honestidad,
pero no la nuestra desafortunadamente.

A la niñez en lugar de dulces caramelos,
es mejor darles nuestra amarga memoria.
Es aterrador cuando los menores se ríen con estupidez
de la honesta pobreza de sus padres.

¿Y qué, si de pronto, un hombre viniera a Rusia,
no un falso mesías de halo fingido,
simplemente uno de nosotros, uno de entre todos.
Y él no nos engaña – pero lo engañamos nosotros?

¿Cuándo vendrá este Alguien a Rusia? ¡Hombre o mujer!
Cuando… cuando todos seamos seres humanos.
Pero la nieve crece cada vez más y más oscura,
y todo está envenenado, nuestros ríos y nosotros.

La cosecha ha fracasado –no en granos- sino en gente.
Rusia no espera más beneficios ni profetas.
¿Cuándo vendrá a Rusia, esa nación de personas,
alguien que no engañe a Rusia? ¿Cuándo?



De: www.artepoetica.net




Cae la nieve pura
                                                          para A.W. Bouis

Cae la nieve pura como
si resbalara por hilos.
Quisiera vivir, vivir
pero sé que no es posible.

Algunas almas se pierden
sin huella en la lejanía,
suben, suben hacia el cielo
como hace la nieve pura.

La nieve pura se disuelve...
yo también desapareceré...
No me preocupa la muerte,
nadie vive eternamente.

No creo en esos milagros.
No soy ni nieve ni estrella,
yo jamás volveré a ser
jamás, jamás, nunca más.

Y pienso yo, pecador:
¿Qué hiciste con tu existencia?
En su torbellino, ¿qué
amaste más que la vida?

Quise con mi sangre a Rusia
como el tuétano de mis huesos,
quise sus ríos creciendo
y debajo de los hielos.

Quise el humo de sus casas,
el aire de sus pinares,
amé a Chejov, Pushkin
y a sus gloriosos ancianos.

Si tuve mis contratiempos,
fue sin lamentarlos mucho.
Qué importa si viví locamente,
por Rusia fue que viví.

Dolorido de esperanzas
(lleno de oculta inquietud),
creo que tal vez un poco
también yo he ayudado a Rusia.

Aunque a mí Rusia me olvide
cuando el tiempo se devane,
el caso es que Rusia viva
para siempre, eternamente.

Cae la nieve pura, cae
como caía en los tiempos
de Pushkin, de Chejov,
como caerá cuando muera...

Cae la nieve, cae la nieve
con cegadora blancura,
borrando todas las huellas,
las que yo dejo y las otras...

Nadie vive eternamente,
pero tengo una esperanza:
si Rusia vive, es decir
que yo también viviré.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León


El último intento

                                                                                     A Masha

El último intento de ser feliz
ciñéndome a todas tus curvas, todas tus sinuosidades,
a la blancura trémula y balbuceante
y a las bayas con el opio del saúco.

El último intento de ser feliz
como si mi fantasma, al filo del abismo,
quisiera saltar huyendo de todas las ofensas,
allá donde hace mucho estaba yo arruinado.

Allí sobre mis huesos rotos
se posa una libélula,
y las hormigas visitan tranquilamente
las cuencas de lo que ayer fueron mis ojos.

Ya me hice alma. Ya no estoy en mi cuerpo.
Escapé a mi prisión de huesos
pero me hastían los fantasmas
y otra vez me llaman los abismos.

Un fantasma enamorado ahuyenta más que un cadáver.
Pero tú no te asustaste sino que comprendiste
y juntos nos hemos arrojado como a un abismo
y el abismo desplegó unas blancas alas
que nos levantó sobre la niebla.

Y estamos tendidos juntos, no en la cama
sino en la niebla que apenas nos sostiene.
Soy un fantasma. Ya no se quiebra mi cuerpo
pero tú estás viva y temo por ti.

Otra vez revolotea el cuervo fúnebre
en espera de carne fresca, como en el campo de batalla.
El último intento de ser feliz.
El último intento de amar.



Me gustaría...


Me gustaría
                         nacer en todos los países,
tener un pasaporte
                         para todos
que provoque el pánico de las cancillerías;
ser cada pez
                         en cada océano
y cada perro
                         en las calles del mundo.
No quiero arrodillarme
                         ante ídolo alguno
ni hacer el papel
                         de un ruso ortodoxo hippie,
pero me gustaría
                         hundirme
                         en lo más hondo del Lago Baikal
y salir resoplando
                         en otras aguas,
                         ¿por qué no en las del Mississippi?
En mi maldito universo amado
                         me gustaría
ser una hierba humilde,
                         nunca un Narciso delicado
que se besa
                         en el espejo.
Me gustaría ser
                         cualquiera de las criaturas de Dios,
incluso la última hiena sarnosa,
pero nunca un tirano,
                         ni siquiera el gato de un tirano.
Me gustaría
                         reencarnar como hombre
                                    en cualquier imagen:
víctima de una cárcel de tortura,
                         un niño vagabundo en los tugurios de Hong Kong ,
un esqueleto viviente en Bangladesh,
                         un pordiosero sagrado en el Tíbet,
un negro de Ciudad del Cabo,
pero nunca encarnar
                         la imagen de Rambo.
Sólo odio a los hipócritas,
                         hienas sazonadas en espesa melaza.
Me gustaría tenderme
                         bajo el bisturí de todos los cirujanos del mundo,
ser un tullido, un ciego,
                         sufrir todo mal, toda deformidad y herida,
ser un mutilado de guerra,
                         o el que recoge las colillas del suelo,
con tal de que no las penetre
                         el infame microbio de la prepotencia.
No quisiera formar parte de la élite,
                         ni, por supuesto, del rebaño de cobardes,
ni perro de manada,
                         ni pastor servil al abrigo de su rebaño.
Y quisiera ser feliz,
                         pero no a costa de los infelices.
Y quisiera ser libre,
                         pero no a costa de los que no lo son.
Quisiera amar
                         a todas las mujeres del mundo,
y ser también una mujer
                         sólo una vez. ..
La madre naturaleza ha menospreciado al hombre.
¿Por qué no lo hizo capaz de ser madre?
Si se agitara un niño
                         bajo su corazón,
acaso el hombre
                         sería menos cruel.
Quisiera ser el pan de cada día,
digamos,
                         ser la taza de arroz
                         de la sufriente madre vietnamita,
el vino barato
                         en las tabernas de los obreros napolitanos,
o el tubito de queso
                         en la órbita lunar.
Que me coman
                         que me beban,
                                      dejadme ser útil
                                                               en la muerte.
Quisiera pertenecer a todas las edades,
                         atolondrar la historia
                                      y atontarla con mis travesuras.
Quisiera llevarle a Nefertiti
                         en una troika á Pushkin.
Quisiera multiplicar
                         cien veces el espacio de un instante
para que al mismo tiempo
                         pueda beber vodka con los pescadores siberianos,
y junto a Homero,
                                      Dante,
                                                     Shakespeare
                                                                                y Tolstoi
sentarme a beber cualquier cosa,
                           salvo, por supuesto,
                                                                     Coca-Cola.
Y bailar al ritmo de los tam-tam en el Congo,
estar en huelga en Renault,
jugar a la pelota con los muchachos brasileños
                           en la playa de Copacabana.
Quisiera hablar todas las lenguas,
                           como las aguas ocultas bajo la tierra,
y hacer todo tipo de trabajo de una vez.
                           Me aseguraría
                de que sólo fue poeta un Yevtushenko,
                           el otro un clandestino
                                                               en alguna parte,
no puedo decir dónde
                           por razones de seguridad.
El tercero, un estudiante en Berkeley,
                           y el cuarto un entusiasta huaso chileno.
El quinto sería tal vez
                           un maestro de niños esquimales en Alaska,
el sexto
                un joven presidente
                           en cualquier parte, modestamente digamos Sierra Leona,
el séptimo
                podría entretenerse en la cuna con un sonajero,
y el décimo,
                          el centésimo,
                                                       el millonésimo...
Para mí, ser yo mismo no es bastante,
                          ¡dejadme ser todo el mundo!
Estaré en miles de ejemplares hasta mi último día
                          para que la tierra vibre conmigo
y las computadoras enloquezcan
                          procesando mi censo universal.
Quisiera combatir en todas tus barricadas,
                                                                                        humanidad,
y morir cada noche
                           como una luna exhausta,
y amanecer cada día
                           como sol recién nacido
con una suave mancha inmortal
                           en la cabeza.
Y cuando muera,
un Francois Villon siberiano,
                          que no descanse mi cuerpo
                           ni en la tierra francesa,
                                           ni italiana,
sino en la tierra rusa, amarga,
                           en una colina verde,
donde por vez primera
                           me sentí todo el mundo.

*Poema escrito originalmente en español



De: amediavoz.com